El "Kotel": testigo herodiano del verdadero santuario en el Monte del Templo

El

La verdadera santidad para el pueblo judío reside más allá del Muro Occidental, está justo en la parte superior, en el conocido como Har Habait o Monte del Templo, donde se alzaron el Primer y Segundo santuario.

Por: David Yabo.

En el imaginario colectivo judío, el Kotel Hama´araví —Muro Occidental— se presenta como el lugar de oración por excelencia de nuestro pueblo. No hay casi judío que haya visitado Israel y no tenga una foto en ese lugar. Que no deje su mensajito entre los entresijos de sus piedras milenarias. Ni ceremonia de Estado en Israel que no ponga en el epicentro la centralidad de ese espacio. Allí celebran sus juras de bandera varias brigadas de las FDI y  allí tiene lugar, también, el primer acto de recuerdo del Día de los Soldados Caídos en Servicio. El "peregrinaje" a esa explanada de mandatarios internacionales, incluido el Papa, lo hemos visto todos por televisión.

Sin embargo, la verdadera santidad para el pueblo judío reside más allá de ese Muro, está justo en la parte superior, en el conocido como Har Habait o Monte del Templo, donde se alzaron el Primer y Segundo santuario: El sagrado Monte Moriá.  El Kotel no deja de ser, en realidad, una obra de ingeniería herodiana: un muro de contención construido para sostener la enorme explanada que amplió el monte sagrado a finales del siglo I a.e.c.

El Muro de los Lamentos en el último Tisha BeAv (Foto: David Yabo)

20 metros para abajo

El prestigio espiritual del conocido también como "Muro de los Lamentos" se consolidó mucho más tarde, en el siglo XVI, cuando el sultán otomano Suleimán I "el Magnífico" designó ese punto como único lugar donde los judíos podían rezar, ante la prohibición de acceder al Monte del Templo donde los musulmanes ya habían erigido dos santuarios. O sea que, lo que fue una solución forzada terminó convirtiéndose en un símbolo nacional y religioso para el pueblo judío.

Actualmente, de la piedra herodiana auténtica solamente queda la base, que se extiende otros 20 metros hacia abajo, por debajo del suelo. Tras la invasión musulmana, durante la época de los Omeyas (siglo VIII) y en la época otomana (siglos XIII-XX), se añadieron varios niveles con piedras más pequeñas, debido al grado de erosión del muro. Las últimas y más altas, más pequeñas aún, las añadieron los británicos durante la época del Mandato (1923-1948). Su apariencia actual, con una explanada a sus pies, responde a sucesivas remodelaciones por los gobiernos de Israel para dar cabida a un lugar de oración junto al verdadero santuario.

Ilustración del proceso de elevación del Muro Occidental a lo largo de los siglos. En gris el Muro original, con 20 metros de profundidad. En amarillo, el suplemento de la época otomana, y en verde el suplemento británico (David Yabo)

Desde 1967, ya con libre acceso al Kotel para todos, la visión ultraortodoxa de no arriesgarse a profanar el Kodesh HaKodashim (Sancta Sanctorum) en el Monte del Templo, contribuyó a focalizar aún más la máxima sacralidad judía ante el Muro. Sólo desde 2021, por iniciativa del movimiento nacionalista religioso, sobre todo de la mano de la organización Beyadenu (En nuestras manos), se celebran esporádicamente oraciones judías en la parte superior, sobre todo en Tishá Be-Av (el día de la destrucción de los templos) y se recita Halel en Rosh Jodesh (principio del mes judío). 

Yacimiento arqueológico

Pero el Muro, de una longitud total de 488 metros, de los que hoy sólo 57 es el llamado "Kotel", no es solo un vestigio espiritual: es también un tesoro arqueológico. Las excavaciones en sus inmediaciones, especialmente en el área conocida como los Túneles del Muro Occidental y el Arco de Wilson, han revelado impresionantes restos de la Jerusalén del Segundo Templo. Allí se conserva la piedra más grande hallada en una construcción herodiana, con un peso estimado de más de 500 toneladas. Se han identificado tramos originales del pavimento de la calle principal —el cardo— que discurría al pie del muro, así como restos de tiendas y mikvaot (baños rituales), que servían a los peregrinos antes de ascender al monte.

Uno de los mayores bloques en el Muro Occidental, de cientos de toneladas (Foto: David Yabo)

En la zona sur, junto a la esquina suroeste, se hallan las escaleras monumentales que daban acceso a las puertas de Hulda, por donde subían las multitudes en las fiestas de peregrinación (Pesaj, Shavuot y Sucot). Fragmentos epigráficos encontrados en las excavaciones, en superficie y subterráneas, incluyen inscripciones en hebreo y griego, como la famosa "piedra de advertencia" que prohibía a los no judíos entrar en el área interna del Templo bajo pena de muerte.

En el extremo suroeste del muro se han descubierto restos de un colapso masivo: enormes sillares herodianos que cayeron en el año 70 e.c., testigos mudos de la destrucción romana. También se han recuperado miles de monedas, lámparas de aceite y objetos cotidianos que permiten reconstruir la vida alrededor del Templo.

Escalinatas monumentales que daban acceso a las puertas de Hulda, por donde subían las multitudes en las fiestas de peregrinación: Pesaj, Shavuot y Sucot (Foto: David Yabo)

Estos hallazgos no solo confirman la magnitud arquitectónica del proyecto herodiano, sino que sitúan al Kotel en su verdadera dimensión: no como santuario en sí, sino como frontera física y arqueológica de la auténtica cima espiritual del pueblo de Israel: el Har Habait ▪

Comentá la nota