Una jornada cargada de fe y devoción

Una jornada cargada de fe y devoción

Miles de fieles se acercaron a la ciudad en auto, bicicletas o caminando para participar del Día de la Virgen. Su imagen se expuso sobre la puerta principal. Se realizan misas al aire libre y bendiciones.

Desde muy temprano, una gran cantidad de fieles arribó a la ciudad para saludar a la Virgen en su día. A pesar de las advertencias efectuadas por las autoridades eclesiásticas y políticas para evitar que la gente se traslade a la Basílica, la llegada de los devotos fue incesante y multitudinaria.

La mayoría de la gente se trasladó en sus propios automóviles, sin embargo, muchos fieles decidieron cumplir con la tradicional caminata en un día especial luego de un año cargado de esfuerzos, frustraciones y pérdidas. Algunas imágenes habituales en este tipo de procesiones como la de los peregrinos sostenidos por improvisados bastones o el deseado descanso tras un largo esfuerzo tirados sobre las veredas volvieron a repetirse.

El templo, tal como fue anunciado, permaneció cerrado. Ante ello, la imagen de la Virgen fue ubicada sobre la puerta principal para que la gente pudiera saludarla a la distancia a través de un pasillo en el cual la consigna principal fue circular y no permanecer. Por la mañana se formó una larga cola que se iniciaba en la entrada lateral de 9 de Julio y llegaba hasta calle Lavalle. Pero la espera no era nada insoportable a pesar de la inclemencia del sol. Una vez superada la puerta de acceso se colocaron varios aparatos con alcohol para que la gente cumpliera con los protocolos preventivos.

Además, cada dos horas se ofreció una misa al aire libre, con el altar situado a metros del enrejado principal y la participación de cientos de personas. Y a metros de allí, sobre el monumento a Belgrano, un sacerdote realizó bendiciones a todo tipo de objetos bajo una minicarpa y un pequeño peldaño. El paso de los feligreses fue sostenido durante horas.

Otra imagen que dejó la jornada y que cada vez es más frecuente, fue la presencia de cientos de ciclistas que aprovechan el día para combinar su actividad física y recreativa con el ejercicio de la fe. Algunos de ellos lo hacen en grupos numerosos y tras el esfuerzo comparten una comida liviana con mucha hidratación.

La participación en las misas por parte de los devotos también fue multitudinaria. Allí las muestras de fe y pasión se exponen con más fuerza generándose un clima de introspección que generan emociones encontradas en sus participantes. Se trata quizá del momento más íntimo en donde los pedidos y agradecimientos se ponen en juego.

 

Autor: Ezequiel Gigante

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