Desde sus orígenes, el islam ha vinculado la fe con la limpieza, tanto física como espiritual. La higiene no es solo una recomendación, sino una parte fundamental de la práctica religiosa. El Profeta Muhammad dijo: “La limpieza es la mitad de la fe” (Sahih Muslim), destacando su centralidad en la vida musulmana.
La ablución antes de cada oración, el baño completo tras ciertas circunstancias (ghusl) y la limpieza dental con el siwak son prácticas diarias que reflejan esta preocupación por la pureza. Cada detalle, desde cortar las uñas hasta limpiar la ropa, tiene un valor espiritual. Ser limpio es un acto de adoración.
En el mundo musulmán, estas enseñanzas se traducen en hábitos comunitarios. Las mezquitas disponen de zonas especiales para las abluciones, y en muchos hogares se mantiene un estándar de limpieza riguroso, especialmente antes de orar o recibir invitados. La higiene también se extiende al entorno, como mantener limpias las calles y espacios públicos.
Esta conexión entre higiene y espiritualidad ha sido reconocida incluso por la medicina moderna. Las prácticas del islam, cuando se observan correctamente, favorecen la salud personal y colectiva. La limpieza no es solo estética: es prevención, cuidado y respeto por uno mismo y por los demás.
En tiempos donde las enfermedades pueden propagarse con facilidad, recordar el énfasis del islam en la higiene puede ser una inspiración. Ser musulmán no es solo rezar, sino también cuidar el cuerpo que Allah nos ha dado y mantener limpio el espacio que compartimos con los demás.
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