Francisco: pidamos perdón por los que cierran las puertas a los migrantes

Francisco: pidamos perdón por los que cierran las puertas a los migrantes

La catequesis de la audiencia general sobre el luto de las familias: «No se debe negar el derecho al llanto». La invitación a leer mañana, «con espíritu abierto» la encíclica ecológica

Por IACOPO SCARAMUZZI

CIUDAD DEL VATICANO

El Papa invitó a los fieles que estaban presentes en la Plaza San Pedro para la audiencia general de hoy, miércoles 17 de junio, a pedir perdón a Dios «por las personas y las instituciones que cierran las puertas» a los migrantes que «buscan refugio lejos de sus tierras». Retomando el ciclo de catequesis dedicado a la familia, en vista del próximo Sínodo de octubre, Francisco reflexionó hoy sobre el luto que viven las familias, especialmente cuando muere un hijo, y sobre la perspectiva de la fe que alivia el dolor. Mañana, recordó, será la publicación de la encíclica sobre la «casa común», y Francisco invitó a todos a leerla «con espíritu abierto».

El próximo sábado, en cambio, Jorge Mario Bergoglio recordó, al final de la audiencia, que es la Jornada Mundial del Refugiado, promovida por las Naciones Unidas. «Recemos por todos los hermanos y hermanas que buscan refugio lejos de sus tierras, que buscan una casa en la que poder vivir sin temor, para que se respete siempre su dignidad», dijo el papa. «Animo la obra de todos los que llevan una ayuda y espero que la comunidad internacional actúe de acuerdo y eficazmente para prevenir las causas de las migraciones forzadas. Invito a todos –concluyó– a pedir perdón por las personas y las instituciones que cierran las puertas a esta gente que busca una familia, que quiere ser custodiada».

Durante la catequesis semanal, que en estas últimas semanas el Papa ha dedicado a las dificultades que viven las familias, el Papa habló sobre la muerte, «una experiencia que toca a todas las familias, sin excepción. Forma parte de la vida; sin embargo, cuando toca los afectos familiares, la muerte nunca logra parecernos natural. Para los padres, sobrevivir a los propios hijos es algo particularmente desgarrador, que contradice la naturaleza elemental de las relaciones que dan sentido a la familia misma. La pérdida de un hijo o de una hija es como si se detuviera el tiempo: se abre una vorágine que engulle el pasado y el futuro. Es una bofetada a las promesas, a los dones y a los sacrificios de amor alegremente entregados a la vida que vimos nacer. Muchas veces vienen a la Misa en Santa Marta padres con la foto de un hijo, de una hija, de un niño, un chico, una chica, y me dicen: “Se fue”. Y la mirada tiene tanto dolor. La muerte toca y cuando es un hijo toca profundamente». Algo semejante, prosiguió el Papa, «sufre también el niño que se queda solo, por la pérdida de un padre, o de ambos. Esa pregunta: “¿Dónde está papá? ¿Dónde está mamá?”... Esta pregunta que cubre una angustia en el corazón del niño o de la niña. Se queda solo. El vacío del abandono que se abre en su interior es mucho más angustiante por el hecho de que no ha tenido la experiencia suficiente para “dar un nombre” a lo que sucedió. “¿Cuándo vuelve papá? ¿Cuándo vuelve mamá?”. ¿Qué se le responde? Y el niño sufre».

Ese«hoyo negro» que se «abre en la vida de las familias y al que no sabemos dar ninguna explicación», a veces, dijo el Papa, lleva incluso «a dar la culpa a Dios. Cuánta gente, yo entiendo, se enoja con Dios, blasfema... “¿Por qué me has quitado a mi hijo, a mi hija? Pero, ¡Dios no existe! ¿Por qué ha hecho esto?” Esta rabia es un poco lo que viene del corazón por un dolor grande: la pérdida de un hijo, de una hija, de un papá, de una mamá es un gran dolor, esto sucede constantemente en las familias». La «muerte física», además, tiene «cómplices», que «son incluso peores que ella, y que se llaman odio, envidia, soberbia, avaricia» y que la hacen «más dolorosa e injusta», porque los afectos «familiares parecen como las víctimas predestinadas e inermes de estas potencias auxiliares de la muerte», dijo el Papa, citando, por ejemplo, la absurda «normalidad» con la que, en ciertos momentos y en ciertos lugares de la historia, «los eventos que suman horror a la muerte son provocados por el odio y la indiferencia de otros seres humanos». 

Sin embargo, prosiguió el Papa, «la muerte no tiene la última palabra». Todas las veces que «la familia en luto (incluso terrible) encuentra la fuerza de custodiar la fe y el amor que nos unen a los que amamos, impide ya entonces que la muerte tome todo. La oscuridad de la muerte debe ser afrontada con un trabajo de amor más intenso». La fe, dijo Papa Francisco citanto a Benedicto XVI, «nos protege de la visión nihilista de la muerte, así como de los falsos consuelos del mundo». Según Francisco «no se puede negar el derecho al llanto, debemos llorar en el luto», como hizo incluso Jesús. 

Al final de la audiencia, el Papa recordó que mañana se publicará la Encíclica «sobre el cuidado de la casa común, que es la Creación. Esta casa nuestra se está arruinando y esto nos afecta a todos, especialmente a los más pobres. El mío, pues, es un llamado a la responsabilidad, con base en la tarea que Dios ha dado al ser humano en la Creación: “cultivar y custodiar el jardín” en el que nos ha puesto. Invito a todos –concluyó– a leer con ánimo abierto este documento, que se está en línea con la doctrina social de la Iglesia».

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