Francisco: “El Maligno, ser personal que nos atormenta”

Francisco: “El Maligno, ser personal que nos atormenta”

La exhortación papal sobre la santidad, “Gaudete et exsultate”, contiene páginas fuertes sobre el demonio: «no pensemos que es un mito, una representación, un símbolo, una figura o una idea»

En las páginas de la exhortación “Gautete et esultate” sobre la llamada a la santidad en el mundo contemporáneo surge la preocupación de Francisco por la infravaloración de la figura de Satanás y por todos los que lo reducen a figura mitológica, oscurantista o folclorista. En varias ocasiones, durante su Pontificado, el Papa Francisco ha hablado sobre el demonio y sus acciones. 

  

Ahora, en la exhortación, vuelve a hacerlo con mayor énfasis. En el párrafo 159 Francisco afirma que el camino cotidiano hacia la santidad no se reduce solamente a un «combate contra el mundo y la mentalidad mundana, que nos engaña, nos atonta y nos vuelve mediocres sin compromiso y sin gozo. Tampoco se reduce a una lucha contra la propia fragilidad y las propias inclinaciones (cada uno tiene la suya: la pereza, la lujuria, la envidia, los celos, y demás). Es también una lucha constante contra el diablo, que es el príncipe del mal. Jesús mismo festeja nuestras victorias. Se alegraba cuando sus discípulos lograban avanzar en el anuncio del Evangelio, superando la oposición del Maligno, y celebraba: “Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo”».  

  

Satanás, pues, no es un mito. En el párrafo siguiente (160), Bergoglio explica que « No aceptaremos la existencia del diablo si nos empeñamos en mirar la vida solo con criterios empíricos y sin sentido sobrenatural. Precisamente, la convicción de que este poder maligno está entre nosotros, es lo que nos permite entender por qué a veces el mal tiene tanta fuerza destructiva. Es verdad que los autores bíblicos tenían un bagaje conceptual limitado para expresar algunas realidades y que en tiempos de Jesús se podía confundir, por ejemplo, una epilepsia con la posesión del demonio. Sin embargo, eso no debe llevarnos a simplificar tanto la realidad diciendo que todos los casos narrados en los evangelios eran enfermedades psíquicas y que en definitiva el demonio no existe o no actúa. Su presencia está en la primera página de las Escrituras, que acaban con la victoria de Dios sobre el demonio». 

  

«De hecho –continúa el Papa–, cuando Jesús nos dejó el Padrenuestro quiso que termináramos pidiendo al Padre que nos libere del Malo. La expresión utilizada allí no se refiere al mal en abstracto y su traducción más precisa es “el Malo”. Indica un ser personal que nos acosa. Jesús nos enseñó a pedir cotidianamente esa liberación para que su poder no nos domine». 

Esta es la enseñanza que saca el Pontífice (161): «no pensemos que es un mito, una representación, un símbolo, una figura o una idea. Ese engaño nos lleva a bajar los brazos, a descuidarnos y a quedar más expuestos. Él no necesita poseernos. Nos envenena con el odio, con la tristeza, con la envidia, con los vicios. Y así, mientras nosotros bajamos la guardia, él aprovecha para destruir nuestra vida, nuestras familias y nuestras comunidades, porque “como león rugiente, ronda buscando a quien devorar”».  

  

El Pontífice invita a estar alertas y a tener confianza (162): «La Palabra de Dios nos invita claramente a “afrontar las asechanzas del diablo” y a detener “las flechas incendiarias del maligno”. No son palabras románticas, porque nuestro camino hacia la santidad es también una lucha constante. Quien no quiera reconocerlo se verá expuesto al fracaso o a la mediocridad». 

 

Para el combate, explica Francisco, «tenemos las armas poderosas que el Señor nos da: la fe que se expresa en la oración, la meditación de la Palabra de Dios, la celebración de la Misa, la adoración eucarística, la reconciliación sacramental, las obras de caridad, la vida comunitaria, el empeño misionero. Si nos descuidamos nos seducirán fácilmente las falsas promesas del mal, porque, como decía el santo cura Brochero, “¿qué importa que Lucifer os prometa liberar y aun os arroje al seno de todos sus bienes, si son bienes engañosos, si son bienes envenenados?”». 

  

Para concluir, el Papa Bergoglio recuerda que en este camino «el desarrollo de lo bueno, la maduración espiritual y el crecimiento del amor son el mejor contrapeso ante el mal» (163). 

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