Francisco: en Auschwitz recé por el mundo enfermo de crueldad

Francisco: en Auschwitz recé por el mundo enfermo de crueldad

El Papa retomó la audiencia general de los miércoles después de la pausa de julio. Recordó su viaje a Polonia, a la chica romana que murió por meningitis y a la periodista que murió trabajando; rezó también por las Olimpiadas de Río de Janeiro

IACOPO SCARAMUZZI - CIUDAD DEL VATICANO

En el silencio que quiso mantener durante la visita al campo de concentración nazi de Auschwitz, el Papa rezó por las víctimas de entonces y pensó en la «crueldad de hoy, que se parece a la de ayer, no tan concentrada como en aquel sitio, pero presente por todas partes en el mundo», un mundo «enfermo de crueldad, de dolor, de guerra, de odio, de tristeza». Lo explicó el mismo Pontífice durante la audiencia general de los miércoles, que acaba de retomar después de la pausa de julio. Papa Francisco recordó su reciente viaje a Polonia (del 27 al 31 de julio) y particularmente se refirió a la periodista italiana que murió improvisamente trabajando, Anna Maria Jacobini, y a la chica romana, Susanna Rufi, que murió de meningitis volviendo de la Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia; el Papa rezó por sus familiares y sus amigos.

Francisco comenzó por la JMJ de Cracovia, ocasión del viaje, y que cayó a «25 años de la histórica JMJ de Chestochova, celebrada poco después de la caída de la ‘cortina de hierro’. En estos 25 años ha cambiado Polonia, ha cambiado Europa y ha cambiado el mundo, y esta JMJ se convirtió en un signo profético para Polonia, para Europa y para el mundo. La nueva generación de jóvenes, herederos y continuadores del peregrinaje que comenzó san Juan Pablo II, dieron una respuesta a los desafíos del presente, dieron un signo de esperanza, y este signo se llama fraternidad. Porque justamente en este mundo en guerra se necesita fraternidad, diálogo, amistad, y este es un signo de la esperanza, cuando hay fraternidad».

Los jóvenes que estuvieron presentes en Cracovia «fueron de todas partes del mundo, una fiesta de colores, de rostros diferentes, de lenguas, de historias diferentes, y no sé cómo, hablando lenguas diferentes, pero pueden comprenderse porque tienen la voluntad de ir juntos y de hacer puentes, de fraternidad», dijo Francisco , que habló de un «mosaico de fraternidad», caracterizado por la enorme extensión multicolor de «banderas» que llevaban los jóvenes, mismas que en la JMJ «se vuelven más hermosas, por decirlo así se purifican, y también banderas de naciones en conflicto ondeaban cerca y esto es bello, también aquí están las banderas, ¡háganlas ondear!».

«Un recuerdo lleno de afecto va a Susanna, la chica romana, de esta diócesis, que murió inmediatamente después de haber participado en la JMJ, en Viena», añadió el Papa. «Que el Señor, quien seguramente la recibió en el cielo, consuele a sus familiares y amigos».

Francisco también recordó la visita la santuario de Chestochova: «Polonia recuerda hoy a toda Europa que no puede haber futuro para el continente sin los valores de los fundadores, mismos que, a su vez, tienen en el centro la visión cristiana del ser humano». Este viaje, continuó Francisco «también tenía el horizonte del mundo, un mundo llamado a responder al desafío de una guerra ‘en pedazos’ que lo está amenazando. Y aquí el gran silencio de la visita a Auschwitz-Birkenau fue más elocuente que cualquier palabra. En este silencio escuché, sentí la presencia de todas las almas que pasaron por allá; sentí la compasión, la misericordia de Dios, que algunas almas santas han sabido llevar incluso a aquel abismo. En ese gran silencio recé por todas las víctimas de la violencia y de la guerra. Y allí, en ese lugar, comprendí más que nunca el valor de la memoria, no solo como recuerdo de eventos pasados, sino como advertencia y responsabilidad para el hoy y para el mañana, para que la semilla del odio y de la violencia no llegue a los surcos de la historia. En esta memoria de las guerras y tantas heridas, tantos dolores vividos —prosiguió el Pontífice— también hay muchos hombres y mujeres que hoy sufren las guerras, muchos hermanos y hermanas nuestros; viendo la crueldad en aquel campo de concentración, pensé inmediatamente en las crueldades de hoy que se parecen, no tan concentrada como en aquel sitio, pero por todas partes en el mundo, este mundo está enfermo de crueldad, de dolor, de guerra, de odio, de tristeza, y por esto siempre pido en la oración que el Señor nos dé la paz».

El Papa concluyó la audiencia agradeciendo a las autoridades civiles y religiosas de Polonia, «y a todos los que, de mil maneras, hicieron posible este evento, que ofreció un signo de fraternidad y de paz a Polonia, a Europa y al mundo. Quisiera agradecer a los jóvenes voluntarios que trabajaron durante más de un año para sacar adelante esto y también a los medios de comunicación, por haber hecho que esta jornada se viera en todo el mundo. Y aquí —concluyó— no puedo olvidar a Anna Maria Jcobini, periodista italiana que perdió la vida mientras estaba allá, en Polonia: recemos también por ella, que murió en un acto de servicio».

«Quisiera ahora dirigir un saludo afectuoso al pueblo brasileño», dijo el Papa después de la catequesis, «en particular a Río de Janeiro que hospeda a atletas y a apasionados de todo el mundo en ocasión de las Olimpiadas. En un mundo que tiene sed de paz, tolerancia y reconciliación, deseo que el espíritu de los Juegos Olímpicos pueda inspirar a todos, participantes y espectadores, para combatir la buena batalla y terminar juntos la carrera, deseando conseguir como premio no una medalla, sino algo mucho más precioso: la realización de una civilización en la que reine la solidaridad basada en el reconocimiento de que todos somos miembros de una única familia humana, independientemente de las diferencias de cultura, color de la piel o religión. Y, para los brasileños, que con su alegría y característica hospitalidad organizan la fiesta del deporte, deseo que esta sea una oportunidad para superar los momentos difíciles y comprometerse en el trabajo en equipo para la construcción de un país más justo y más seguro, apostando por un futuro lleno de esperanza y de alegría».

Al final de la Audiencia, el Papa también recordó que mañana viajará a la Basílica papal de Santa María de los Ángeles, a la Prociúncula, en ocasión del octavo centenario del Perdón de Asís, que fue ayer. «Será un peregrinaje muy sencillo —dijo—, pero muy significativo en este Año Santo de la Misericordia. Les pido a todos que me acompañen con la oración, invocando la luz y la fuerza del Espíritu Santo y la celeste intercesión de San Francisco». 

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