Que las familias que están más cercanas “sean una mano, sean los pies, sean el corazón, sean los ojos que alargan nuestra presencia de pastores para llegar a los que están lejos”, lo explica a Radio Vaticano el Arzobispo de Villavicencio, Colombia, monseñor Oscar Urbina Ortega. La entrevista fue realizada por el jesuita Guillermo Ortiz.
“Dios quiso salir de su silencio y nos habló, quiso salir de estar solo en el misterio de la Trinidad y se encarnó y Dios no quiso estar lejos de nosotros y se hizo cercano. Al inicio sabemos que él comenzó toda su obra con la obra maestra suya que es la creación del hombre y de la mujer después de haber creado todo y cuando quiso rehacer lo que el pecado destruyó escogió una familia sencilla de dos jóvenes que tuvieron la audacia y la confianza en él de decirle si y allí nació, creció, aprendió, compartió, oró, amó y una vez adulto realizó su misión”.
“A lo largo de todo ese camino de su misión la familia fue objeto de su palabra, de su cercanía, de su perdón, de su amor, de su compañía. A mí me impresiona mucho que hay muchos relatos del Evangelio por ejemplo cuando cura al paralítico no le permite que lo siga sino que le dice: ‘ve a tu casa’; cuando sana al leproso le dice: ‘vete a tu casa’; cuando visita a Zaqueo le dice: ‘hoy ha llegado la salvación a esta casa’ y cuando va a donde Marta, María y Lázaro él también nos da una enseñanza profunda de la unidad que nosotros debemos tener en la familia entre el encuentro que genera deseo de escuchar y luego alimenta el hacer misionero de la familia”.
“Ha sido una riqueza muy grande el encontrarme con tantos padres sinodales de toda la tierra y entonces ver cómo las familias en cada uno de los lugares donde estamos tienen diversas preguntas, viven diversas situaciones, pero en el fondo este designio amoroso de Dios es para todas ellas. He aprendido mucho, me he enriquecido mucho, voy muy contento porque en mi diócesis quiero hacer un trabajo sobre la renovación de la parroquia y un trabajo de acompañamiento pastoral a las familias”.
“Nosotros estamos en un territorio de violencia por la guerra que tenemos ha destruido mucho el tejido familiar con los desplazamientos forzados, con el empobrecimiento de muchas personas, con la perdida de sus tierras y de sus propiedades, entonces también la familia ha perdido como su rostro porque el ser desplazado significa eso perder el rostro propio y poder sanar, poder recuperar ese es un gran desafío que yo en este momento tengo”.
“Y luego toda la dimensión ética porque sin duda que la guerra también nos ha destruido en ese sentido y es a partir de una ética cristiana donde se pueden reconstruir las relaciones, primero en la familia para que se evite la violencia intrafamiliar y hacia afuera para que sean historias de paz, de perdón, de reconciliación y de amor”.
“Yo pienso que el instrumento que saldrá de este Sínodo se está buscando que sea muy comprensible entonces la difusión y sobre todo la aplicación de él y el desatar en mi diócesis un compromiso muy grande de las familias que están más cercanas sean una mano, sean los pies, sean el corazón, sean los ojos que alargan nuestra presencia de pastores para llegar a los que están lejos, a los que sufren, a los que tienen necesidad de nuestro apoyo”.
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