La extraña ‘rehabilitación’ vaticana de Judas

La extraña ‘rehabilitación’ vaticana de Judas

L’Osservatore Romano, veterano órgano oficial de la Santa Sede, dedicó su edición de Jueves Santo a un curioso asunto: un amago de ‘rehabilitación’ del apóstol traidor, Judas Iscariote, tres páginas bajo el titular ‘Judas y el escándalo de la misericordia’.

 

Judas es, quizá, la figura tradicionalmente más vilipendiada del Nuevo Testamento. Por debajo de Caifás o Pilatos o cualquiera de los personajes más odiosos del Evangelio, Judas traicionó con un beso a su Maestro, lo entregó en manos de sus enemigos pese a contarse entre los suyos, merecer de Cristo el nombre de “amigo”, convivir estrechamente con él durante años. Es, de hecho, del único del que Jesús dice que “más le hubiera valido no haber nacido”.

Pero el personaje ha intrigado a numerosos autores de espiritualidad a lo largo de los siglos, y son muchos los que han especulado sobre si las palabras que le dedica Cristo significarían una certeza de su condenación.

Era casi obligado que su figura se ‘revisara’ en el actual ‘pontificado de la misericordia’, y no es esta la primera vez que en él se aborda su figura con matices ‘revisionistas’. Ya en una homilía en Santa Marta de abril de 2016, el Santo Padre se duele del destino de ese “pobre hombre arrepentido” y confiesa su desazón con “el pasaje del Evangelio, cuando Judas arrepentido va a los sacerdotes” y no fue bien recibido. En una ocasión posterior, insinuando que se ha especulado desde antiguo que la misericordia habría alcanzado también a Judas, hizo referencia a un altorrelieve de un capitel de la Basílica de Vèzelay, en Borgoña, en el que se aprecia al Buen Pastor llevando en sus hombros al mismísimo Judas. Pero si la basílica original es, en efecto, medieval, fue primero secularizada y luego casi totalmente destruida, y el capitel de marras es, como pronto, del Siglo XIX. También hizo en esa ocasión referencia a un “bello discurso” sobre “el misterio de Judas” de Primo Mazzolari, párroco de Bozzolo, uno de los fundadores de la Democracia Cristiana italiana.

En él, Mazzolari decía: “[Y]o quiero también a Judas, es mi hermano Judas. También rezaré por él esta tarde, porque yo no juzgo, yo no condeno; debería juzgarme a mí, debería condenarme a mí. Yo no puedo no pensar que es también para Judas la misericordia de Dios, este abrazo de caridad, esa palabra amigo, que le dijo el Señor mientras él lo besaba para traicionarlo; yo no puedo pensar que esta palabra no se haya abierto brecha en su pobre corazón. Y tal vez, el último momento, al recordar esa palabra y la aceptación del beso, Judas también sintió que el Señor lo quería y lo recibía entre los suyos. Tal vez fue el primer apóstol que entró, junto a los dos ladrones”.

Y ahora tenemos al órgano oficial de la Santa Sede dedicándole el grueso de la edición, ni más ni menos que en Jueves Santo. A Judas. Ilustrada con un cuadro en el que un Jesús desnudo atiende tiernamente al cadáver de Judas.

Uno de los argumentos de los ‘rehabilitadores’ es que Judas fue un cooperador necesario en nuestra Redención, ya que su traición hizo posible, desencadenó, la Pasión de Nuestro Señor. Debemos, en algún sentido, nuestra salvación a Judas.

Entre los textos que aparecen en el espacial figura el de Mazzolari (“Nuestro Hermano Judas”), “Sombras y Luz”, del difunto cardenal ultraliberal y fautor de la ‘mafia de San Galo’, Carlo María Martini y un pasaje del novelista Giovanni Papini en el que se defiende que Judas actuó en un impulso cuando “entró en él el diablo”, aunque el Evangelio aclara que Judas era ladrón y robaba del fondo común de los Doce y que llevaba tiempo planeando traicionar a Jesús.

Pero la objeción más evidente es la que proporcionan las mismas palabras de Cristo: más le valdría no haber nacido. Ni siquiera del peor pecador puede decirse que más valdría que no hubiera nacido si alcanza el perdón, si se arrepiente; solo de los condenados puede decirse que más valdría que no hubieran nacido.

Jesús habría de perdonar en esa misma semana de pasión a un ladrón crucificado a su lado, e incluso la traición de Pedro, no mejor que la de Judas, una vez resucitado. Porque no es la traición lo que condena a Judas, sino desesperar de la misericordia de Dios, y así lo ha entendido la Iglesia en sus doctores y en su liturgia

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