De costa a costa del país, estos negocios muestran que evangelizar no siempre requiere grandes gestas. A veces basta con ofrecer un café, un saludo y un lugar donde cada persona sea bien recibida, como para que alguien se confiese después de 30 años.
Muchos ven el café como una necesidad diaria, un placer que se disfruta con calma o una excusa para conversar. Pero en Estados Unidos está surgiendo un movimiento que demuestra que una taza puede ir mucho más allá: puede ser también una herramienta de evangelización.
Cafeterías vinculadas a parroquias y organizaciones católicas están transformando comunidades y ofreciendo algo más que café: conversiones, confesiones y un espacio donde la fe se reaviva y quienes se sienten marginados encuentran su lugar, mientras familias de la parroquia estrechan lazos con personas sin hogar.
En Pittsburgh, cuando uno cruza la puerta del Brother André’s Café, no sólo huele a café recién hecho. Huele a alegría. Kevin Loiselle saluda a cada cliente con la cercanía que caracteriza al lugar. Él y sus compañeros de trabajo —todos con discapacidades intelectuales o del desarrollo— se han convertido en el alma de un proyecto que está inspirando a católicos en todo Estados Unidos.
El café, una iniciativa de Move a Mountain Missions (MMM), abrió en 2021 con 25 empleados con discapacidad. La idea nació cuando los padres de Patrick Fitzgerald, un joven con autismo que no encontraba empleo, compartieron su preocupación con el padre Chris Donley. De esa conversación surgió una cafetería que hoy es todo un éxito.
«Aman a todos verdaderamente de una manera incondicional, de la manera en que creo que todos estamos llamados a amar», explica Bridgette Pepmeyer a OSV News, terapeuta ocupacional del negocio y hermana de Kevin.
El proyecto ha crecido tanto que hoy cuenta con dos locales en parroquias de Pittsburgh, el apoyo de rostros conocidos como el actor Tom Holland y el famoso sacerdote Mike Schmitz, y hasta la 'bendición' papal: Fitzgerald presentó sus famosas galletas snickerdoodles al Papa León XIV.
Pero más allá del éxito, lo que distingue al Brother André’s Café es su impacto espiritual: el primer cliente del café, un católico que se había alejado de la fe, volvió a confesarse después de 30 años.
«Ayudamos a personas que suelen ser ignoradas por la sociedad a integrarse no solo en una comunidad cristiana donde son queridas y bienvenidas, sino también en un ámbito en el que se sienten valoradas y capaces de contribuir a la sociedad a través de esta ocupación significativa», añade.
El fenómeno no se queda en Pittsburgh. En Baltimore y Shreveport (Luisiana), dos cafeterías católicas están transformando sus comunidades con un mismo ingrediente: el amor al prójimo. En la basílica del Santuario Nacional de la Asunción, en Baltimore, el Sexton’s Lodge Café abrió sus puertas en 2024 con el objetivo de construir una familia entre los feligreses y las personas sin hogar.
«Ha ayudado a fortalecer nuestra parroquia en su amor a Dios y al prójimo, pero también ha contribuido a crear una comunidad más grande aquí», explica Abby Kourtz, quien trabaja en la basílica y tuvo la idea del negocio después de notar que muchas personas vivían en las calles alrededor del templo y que los feligreses querían ayudar de alguna forma.
Hoy dijo que el espacio ha «ayudado a fomentar las relaciones entre los pobres y nuestra comunidad parroquial y a que nuestra parroquia conozca a Cristo en los pobres». Añadió que también los invita a «entrar en una comunidad más grande centrada en el amor de Dios».
El café —que funciona con donaciones y voluntarios— ofrece desayuno y conversación dos días por semana. Allí, los niños de la parroquia aprenden los nombres de quienes viven en la calle, y muchos sin techo descubren una nueva familia bajo los techos de la primera catedral de Estados Unidos.
En Shreveport, la Carpenter Coffee House, parte de la parroquia de San José, ha hecho de una vieja casa de ladrillo un punto de encuentro para jóvenes, familias y universitarios.
«Cuando disfrutas de un café en Carpenter Coffee House, te pedimos que te preguntes: ¿qué podrías construir con tu café? ¿Qué te pide Dios que construyas con tu tiempo, talento y recursos?», se lee en su web.
Su directora, Roxanne Chumley, afirma que todo comenzó como un sueño adolescente después de misa: «Recuerdo que ella y yo dijimos: ‘¿No sería fantástico si St. Joseph tuviera una cafetería aquí mismo?’».
Hoy, ese sueño se sirve con nombres tan ingeniosos como ImmacuLATTE o Padre Pio Teo que los clientes pagan mediante donaciones. Además, la cafetería exhibe fotos de caficultores hondureños para que los visitantes conozcan a las personas que recolectan los granos y sepan a quién están apoyando. También se asegura de que los productores reciban un salario justo y de que el café sea de origen ético.
A pocos metros, una capilla de adoración perpetua invita al silencio. «Durante una larga noche de estudio, los estudiantes suelen visitar la capilla para saludar a Jesús y traer a sus amigos, sean católicos o no», cuenta Chumley. Algunos terminan confesándose o convirtiéndose.

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