Cierto partido político habla abiertamente de frenar la islamización de España. Admitiendo (faltaría más) que cada cual es libre de posicionarse ideológicamente ante las diferentes confesiones religiosas donde le interese o apetezca, la realidad es que no hay nada que frenar porque España, a pesar de lo mucho que lo repitan, no se islamiza.
Por José Ángel Cadelo para Verislam
No. Ni el islam aumenta su influencia política en España ni existe ni puede existir un proyecto colectivo para imponer en este país la cultura o la religión islámica. Confundir el innegable crecimiento demográfico de quienes profesan el islam con un proceso organizado y urdido de islamización es, además de intencionadamente alarmante, del todo inexacto.
El número de musulmanes crece cada año en España como consecuencia de la inmigración laboral de origen, sobre todo, marroquí y, también, como consecuencia del nacimiento de hijos de familias musulmanas. Identificar en esos cambios demográficos una estrategia de imposición cultural o religiosa carece por completo de fundamento; los nuevos ciudadanos españoles de tradición espiritual islámica solo han venido a buscarse la vida, a dar a sus hijos un futuro mejor que el que podrían darle en sus (con frecuencia) maltrechos países y a disfrutar de los derechos y libertades garantizados en nuestras leyes. Por eso están aquí.
No puede pasarse por alto que las familias musulmanas en España tienen un promedio de 2,9 hijos (frente a los 1,2 que nacen en las familias no musulmanas) o que el 10% de los niños que nacen en nuestro país lo hace de madre o padre musulmán. Por desgracia, entre los españoles genuinos ha calado ese absurdo mensaje globalista de que somos demasiados en el mundo y que cada niño que nace es una carga, no solo para la familia que ha de ocuparse de él, sino también para el Planeta.
Hay otro dato a tener muy en cuenta: en Europa Occidental se frenan notablemente los nacimientos de niños en familias musulmanas a partir de la segunda generación de migrantes (el coste de eso que ya llaman el mode de vie européen disuade a cualquier padre o madre). Las estadísticas más recientes advierten que los hijos de aquellos que migraron desde países islámicos tienen hijos a una edad mucho mayor que sus padres y, aunque aún tienen más que los no musulmanes, el número medio de hijos disminuye notablemente hasta 1,9.
La pluralidad cultural de la que ya puede presumir España, la innegable libertad de expresión, la necesaria diversidad editorial, la educación eminentemente secular e el Internet abierto mueve a los jóvenes musulmanes ya nacidos o educados en España a romper con muchas de las estructuras culturales y arabizadas que sus padres intentaron inculcarles. Esos jóvenes ya resignifican aquella versión dogmática del islam rural de sus abuelos en otra lectura más espiritual, despolitizada, racional y acorde con nuestros principios de tolerancia, aconfesionalidad y separación religión-estado. Hemos visto que los partidos que se hacen llamar musulmanes fracasan. Los nuevos musulmanes de este país hacen ciclos formativos o cursan grados en la Universidad y opositan; conjugan fe y razón y comparten con la sociedad que los acoge los mismos anhelos de convivencia, paz y prosperidad.
El islam que crece en España nada tiene que ver con esa versión politizada e instrumentalizada de ciertos regímenes de nuestro entorno. Y no: a los españoles de siempre les podrán gustar más o menos sus nuevos vecinos que rezan orientados al Este o que (como dicen algunos con sarcasmo) no comen jamón, pero España, académicamente y estadísticamente hablando, crece en número de musulmanes pero no se islamiza.
 
                                		
Comentá la nota