Y un buen día de 2001 los argentinos amanecieron con dos monedas circulando en el país. Eran tiempos de crisis, insolvencia fiscal, feroz desempleo y protesta social. Ante esa demanda coyuntural, se respondió con una salida ingeniosa, innovadora y accesible.
Por Juan Relmucao
“Emprendedurismo”, bromea Federico Seineldín, uno de los fundadores de Njambre, compañía que desde 2007 se dedica a apadrinar pequeñas empresas y monitorear el crecimiento del sector. “El argentino tiene condiciones innatas”, afirma el especialista que no vacila a la hora de destacar el handicap de los emprendedores criollos: “El Global Entrepreneurship and Development Institute (GEDI) ubica a Argentina en su top ten de países con mayor cantidad de emprendedores a nivel mundial, y es algo que viene sucediendo desde hace unos años.”.
Para empezar, ¿qué se entiende por emprendedor? Es común ver al exitoso joven del momento sentarse detrás de luces y cámaras de TV y de unos buenos lentes negros de marco grueso, claro- a explicar sus devaneos con la crème de Silicon Valley y ambientes similares, pero para Seineldín “esa es apenas una parte de la gran gama de los emprendedores”. “Emprendedor puede ser aquel que desarrolle una innovación tecnológica de alcance internacional, pero también el que se pone una parrilla o el que, como sucedía en la década del 90’ en Argentina, vendía el auto para ponerse un videoclub o una cancha de paddle”. Gente que encara su pequeño, mediano, o gran proyecto personal para abandonar el yugo de la relación de dependencia y abrirse paso en un camino que, en muchos casos, también es el de otras cuentapropistas.
Emprendedor argentino
Seineldín, quien lleva diez años asesorando e impulsando a decenas de entrepreneurs argentinos, boceta un panorama inclusivo del multifacético rubro. “Por lo general es en la clase media o media alta donde hace ruido el emprendedurismo; cuando se habla del mundo emprendedor se le lo hace desde una mirada cool, sofisticada y hasta sexy a un tema que no es ni mas ni menos que romperse el alma trabajando”.
La periodista especializada, directora del portal emprenderhoy.com.ar, responsable de Quásar Comunicación y editora del sitio Pilar Noticias, María Fernanda Ipata, suma otras condiciones inherentes o que al menos no deberían faltarle- a estos creadores del fin del mundo: “El emprendedor siempre debe buscar las condiciones macroeconómicas y microeconómicas favorables para el desarrollo de sus proyectos”.
La agencia publicitaria La Machi es un cabal ejemplo de las condiciones grabadas en el ADN de los emprendedores criollos. Encabezada por su director, el joven publicitario Juan Della Torre, el equipo creativo de La Machi maneja la cuenta más grande del universo: la de Dios, al menos, la de sus representantes terrenales: el equipo comandado por Della Torre trabaja para el Vaticano, una firma con miles de millones de clientes en todo el planeta, con casi 3.000 años de trayectoria y con presencia en la Tierra como en el Cielo. “Y con la mejor marca del mundo remarca Della Torre-: el Papa Francisco”.
El trabajo celestial de la Machi, cuyo lema es “publicidad para las buenas causas” combina tecnología, tradición y una lucidez arrrolladora: la firma desarrolló una app para el Apostolado de la Oración de la Santa Sede. Todos los días la institución religiosa sugería una oración a sus fieles, pero,¿cómo hacer que la difusión del rezo aconsejado por la matriz episcopal sea masiva, segura y sencilla? “A través de una aplicación para los smartphones que día a día envíe a todos los suscriptores la oración indicada por el Apostolado de la Oración. Un rezo acompañado por una ilustración, algo rápido y al alcance de cualquiera”, explica Della Torre. Apenas meses después de ser lanzada, la app de La Machi tuvo 250.000 descargas.
Volver a empezar
Hugo “Pachi” Tamer (45) es un emprendedor argentino que tuvo que dejar el país en 2001 debido a la crisis económica.
“Pachi”, nominado en 2001 a emprendedor del año en Estados Unidos, creó una ONG que se dedica a emplear a personas en situación de calle. A intentar ofrecerles un horizonte mejor. El mismo horizonte que se le aparecía nebuloso a Tamer, oculto por la pila de platos que debía lavar cuando trabajaba sin su documentación en regla como lavacopas en bares londinenses. “Me fui a Inglaterra con una bicicleta y mil dólares y tuve que ingeniármelas para ganarme la vida durante el tiempo que estuve en la Isla: trabajé ilegalmente y cuando me descubrieron, dos años después de haber llegado, me deportaron” cuenta Tamer.
En paralelo al retorno de Tamer, Argentina también estaba volviendo a componer su vapuleada estructura productiva. “Pachi” consiguió empleo en una agencia de publicidad, su vida volvió a tener cierto equilibrio y pudo desarrollarse en el rubro en base a años de trabajo sostenido. Tiempo después creó One Dollar Dreams, una herramienta que sirve para conseguido empleos, costear tratamientos de rehabilitación y salvado vidas.
“A diferencia de los Estados Unidos, donde el sistema ofrece más ventajas y más facilidades para que los emprendedores accedan al crédito, Argentina a veces se la puede hacer difícil a los que tienen un proyecto independiente lamenta Tamer-, pero la contrapartida de eso es que los argentinos estamos mucho más entrenados para hacer frente a la adversidad que nuestros pares norteamericanos y Europeos”.
Para el creativo, que recientemente disertó en la Universidad Nacional de Córdoba y dio una célebre charla TED en el que se hizo pasar por una persona en situación de calle, “quienes quieran llevar adelante un proyecto en Argentina, además de tener una buena idea, no tienen que tener vergüenza de ir a golpear puertas, conseguir contactos, buscar mentores y perserverar”.
Hay que aceitar el sistema
Si bien especialistas y emprendedores destacan la genética a prueba de obstáculos que parece definir a los entrepreneurs argentinos, también remarcan que las condiciones en las que se desenvuelven estos agentes productivos no es la más favorable. “El Estado a veces es laberíntico y confunde a cualquier que desee empezar su proyecto: uno quiere registrar una S.R.L o una S.A. y es todo un desafío. Eso sin mencionar lo difícil que es hacer frente a los costos impositivos durante los primeros años en los que los jóvenes emprendedores tienen que garantizar la supervivencia del proyecto”, advierte Seineldín. A su juicio “las universidades no sólo deberían tener espacios pedagógicos para que los futuros emprendedores sepan como trascender con sus proyectos, sino también brindar los conocimientos legales y técnicos necesarios para armar una SRL o una cooperativa, o cómo hacer un balance”. “El sistema obliga a que muchas veces las cosas se empiecen por izquierda; en Medellín, que muchas veces se la relaciona de manera sensacionalista con el narcotráfico y la falta de control, uno tarda sólo una semana en organizar legalmente su empresa y el costo de ese trámite, que es sencillo, es de apenas 200 dólares”, comparó el experto. Para él “debería haber reglas claras para poder establecer las empresas o las cooperativas y un primer período de tres años, que es por lo general lo que tarda en afianzarse un emprendimiento, en el que los emprendedores tengan mayor flexibilidad impositiva porque, a fin de cuentas, ellos también generan muchísimo empleo”.
Los jóvenes son los verdaderos protagonistas del cambio
“Se ve un cambio en la cultura laboral: ya no morís en la empresa que comenzamos a trabajar, ahora la rotación del empleo es mucha y no está mal vista como antes. Las condiciones socioeconómicas hicieron que muchas personas que perdieron sus trabajos y se les hace difícil la reinserción se animen a emprender proyectos propios. Y también la idiosincrasia de los jóvenes que prefieren un trabajo independiente y ‘libre’ antes que trabajar en relación de dependencia. El éxito del emprendedurismo se debe a todos estos factores culturales, económicos y sociales que coinciden temporal y espacialmente”, asegura Ipata.
Seineldín suscribe a esta visión optimista sobre el protagonismo de los jóvenes en la vanguardia profesional del futuro y va más allá: “Hay un fenómeno mundial que también se replica en Argentina y que muestra que las nuevas generaciones están desencantadas de las promesas del mundo empresarios y se interesan más por las vetas sociales de su profesionalización. Esto hace que se creen proyectos híbridos que buscan reparar ciertas cuestiones en vez de abrir un nuevo mercado, pero que en ese camino crean empleos y mueven capital. En Njambre trabajamos con varias de estas empresas híbridas que rechazan la lógica de la acumulación de las corporaciones y toman lo mejor del modelo cooperativista el interés por el bien común y el conocimiento de los problemas que aquejan a un territorio y las estrategias para solucionarlo”.
Comentá la nota