El método Francisco
por Nello Scavo
Una vez más el imprevisible Dionisio, viejo zorro de la diplomacia, proporciona la clave para descifrar el mensaje: “El rol que desempeñó el Papa Francisco en el deshielo entre Estados Unidos y Cuba no es muy distinto al que jugó Juan XXIII -que él hizo santo-, quien consiguió que los presidentes de USA John Kennedy y la Unión Soviética Nikita Chruščëv, frenaran la cuenta regresiva de la crisis de los misiles en Cuba”. Se refiere, obviamente, a la instalación de rampas para misiles soviéticos en Cuba y el endurecimiento del bloqueo naval estadounidense, que en 1962 llevaron al mundo al borde de la tercera guerra mundial.
Ningún historiador podría afirmar que en esa oportunidad Juan XXIII detuvo las armas, y sin embargo, -explica Dionisio, que en esa época no estaba lejos de Cuba- “él fue decisivo, porque su intervención interrumpió la cuenta regresiva. Es como parar una pelea antes de que los contendientes saquen las armas. Un stop que permite bajar la temperatura y los tonos”.
Ahora la incógnita se plantea sobre el futuro. “Terminar con la hipocresía estadounidense –insiste Dionisio- tendrá efectos imprevisibles a corto y largo plazo. De cualquier manera Estados Unidos no va a salir perdiendo, porque a Fidel le está llegando su hora y sin él las cosas serán mucho más fáciles. El problema será que no “anexe” La Habana a Washington y la convierta en lo que hoy es Panamá o las Islas Cayman para los inversores estadounidenses”.
No solo los políticos tienen que superar rencores personales. La Iglesia también vivió sometida a un régimen despiadado. En los años ’70 las persecusiones religiosas eran feroces y Castro llegó al punto de eliminar la Navidad porque era una fiesta imperialista. El acercamiento del castrismo a la Iglesia también se debe encuadrar dentro de la “reestructuración general” que siguió a la disgregación de la URSS. Cuba, aislada en el plano internacional, buscaba nuevos aliados aún a costa de recurrir a los viejos enemigos. Juan Pablo II acogió la apertura, pero de manera crítica. Durante su visita habló de la necesidad de “garantizar la libertad” –no solo religiosa- y al mismo tiempo denunció la injusticia del embargo, que afecta sobre todo al pueblo.
La primera señal concreta del reciente deshielo fue la liberación, el mismo 17 de diciembre de 2014, del ingeniero estadounidense Alan Gross de la cárcel cubana donde estuvo detenido cinco años. Gross fue arrestado en 2009 en La Habana acusado de espionaje. Las condiciones físicas y psicológicas de Gross, judío estadounidense de 65 años, se habían deteriorado en los últimos tiempos y en abril de 2014 había iniciado una huelga de hambre.
Su liberación forma parte de un intercambio de prisioneros. Las autoridades de La Habana también dejaron en libertad a un agente secreto estadounidense detenido en Cuba desde hace más de veinte años, cuya identidad no se hizo pública. Esta decisión fue igualmente interpretada como expresión de buena voluntad. Los estadounidenses, por su parte, liberaron tres espías cubanos arrestados en 2001 por espionaje. Los tres eran miembros de los “Cuban Five”, un grupo de cinco oficiales del servicio secreto pertenecientes al “Wasp Network”, que transmitía información reservada sobre importantes líderes cubano-estadounidenses en el exilio y sobre las bases militares de USA.
Una opinión especialmente autorizada sobre el acuerdo USA-Cuba y los “entretelones vaticanos” es el cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino, arzobispo de La Habana. “Si en Cuba hubo este acuerdo diplomático muy bien hecho, muy bien logrado -explicó Ortega en ocasión de la misa que celebró por los 47 años de la Comunidad de Sant’Egidio-, fue porque todos tuvieron la voluntad de diálogo superando todas las dificultades, las críticas, las resistencias. Así diría que el milagro no ocurre de por sí sino que el milagro es la posibilidad de hacer un camino y lograr conducirlo hacia un buen resultado. El milagro está en el camino”.
Aunque todos estaban al corriente de la intervención directa del Papa Francisco, lo que reflejan las palabras de Ortega va mucho más allá de una simple participación: “Él intervino en un modo propio del Papa, como el pastor universal que pide la paz en el mundo, que pide la cercanía de los que están de frente pero no tienen amistad, están en guerra. El intervino en un modo muy directo pero el modo por último no es esencial, lo es el resultado que tuvo, él tuvo un papel fuerte en lograr tener este diálogo y este resultado diplomático, un papel diría fundamental”.
Eduardo Valdés, embajador argentino ante la Santa Sede, es un funcionario que generalmente está bien informado. Refiriéndose al Papa dijo: “Sus posiciones geopolíticas, su visión de las problemáticas, hace que sea un hombre de permanente consulta para muchos estadistas. Francisco destruye muros y construye puentes”.
Hay una pregunta que durante los dos primeros años de pontificado no encontraba respuesta: ¿A dónde quiere llegar el Papa Francisco? Al final la respuesta llegó a través del mismo interesado, el 10 de abril de 2015, en un mensaje a la VII Cumbre de las Américas que confirmó oficialmente el deshielo entre Estados Unidos y Cuba, anunciado pocos meses antes.
Más que objetivos a corto plazo, Bergoglio en su mensaje señala un método al que está decidido a no renunciar: “Me gustaría manifestarles mi cercanía y aliento para que el diálogo sincero logre esa mutua colaboración que suma esfuerzos y supera diferencias en el camino hacia el bien común”. Y cuestionando una vez más la teoría capitalista del derrame, agregó: “No es suficiente esperar que los pobres recojan las migajas que caen de la mesa de los ricos. Son necesarias acciones directas en pro de los más desfavorecidos,
Lo que equivale a decir que el cambio de las relaciones entre Washington y La Habana pasará a ser un modelo para la diplomacia vaticana, que deberá estar siempre orientada a obtener resultados “a favor de los más desfavorecidos”. Una iglesia “de los pobres” y una diplomacia “para los pobres”.
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