«Dios perdona, pero las heridas de una corrupción difícilmente se curan»

«Dios perdona, pero las heridas de una corrupción difícilmente se curan»

Papa Francisco en Santa Marta: el camino para la santidad es la humildad, a la que se llega mediante la «humillación»

Por DOMENICO AGASSO JR. - CIUDAD DEL VATICANO

El camino para la santidad es uno: la humildad. Y se puede recorrer solo pasando por la humillación. El Señor perdona el pecado, «pero las heridas de una corrupción difícilmente se curan». Son los puntos más importantes de la homilía que pronunció hoy Papa Francisco durante la misa matutina en la Capilla de la Casa Santa Marta, según indicó la Radio Vaticana.

Papa Francisco basó su reflexión de hoy en la figura del rey David, «pecador, pero santo», que «se encuentra a un paso de entrar en la corrupción», pero el profeta Natán, enviado por Dios, le hace comprender el mal que había hecho.

Por ello, señaló el Papa, David es pecador, pero no corrupto, porque «un corrupto no se da cuenta de esto»:

«Se necesita una gracia especial para cambiar el corazón de un corrupto. Y David, que tenía el corazón noble, dice: ‘¡Ah, es verdad: he pecado!’, y reconoce su culpa. ¿Y qué cosa dice Natán? ‘El Señor perdona tu pecado, pero la corrupción que tú has sembrado crecerá. Tú has matado a un inocente para cubrir un adulterio. La espada jamás se alejará de tu Casa’. Dios perdona el pecado, David se convierte, pero las heridas de una corrupción difícilmente se curan. Lo vemos en muchas partes del mundo».

David, recordó el Pontífice argentino, se encuentra con que debe afrontar al hijo Absalón, un corrupto, que le hace la guerra. Pero el rey reúne a los suyos y decide dejar la ciudad sin usar a Dios para defenderse. Se va de allí «para salvar a su pueblo». «Y éste —reveló Francisco— es el camino de la santidad que David, después de aquel momento en que había entrado en la corrupción, comienza a poner en práctica».

Llorando y con la cabeza cubierta, David deja la ciudad e incluso algunos lo siguen para insultarlo. Entre estos, Simei que lo llama «sanguinario» y lo maldice. David lo acepta porque, «si maldice, es porque el Señor se lo ha dicho», afirmó el Papa.

«Después David dijo a sus siervos: ‘He aquí, el hijo que salió de mis vísceras y trata de quitarme la vida’. Absalón. ‘Y entonces, a este benjamín déjenlo que maldiga, puesto que esto se lo ha ordenado el Señor’. David sabe ver los signos: es el momento de su humillación, es el momento en el que él está pagando su culpa. ‘Quizás el Señor mire mi aflicción y me devuelva el bien a cambio de la maldición de hoy’, y se encomienda en las manos del Señor. Este es el recorrido de David, desde el momento de la corrupción hasta esta entrega en las manos del Señor. Y esto es santidad. Esto es humildad».

«Yo pienso —continuó Francisco— en cada uno de nosotros, si alguien nos dice algo, una cosa fea, inmediatamente tratamos de decir que no es verdad”. O hacemos como Simei: ‘Damos una respuesta aún peor’».

«La humildad —subrayó el Papa— sólo puede llegar a un corazón a través de las humillaciones. No hay humildad sin humillaciones, y, si tú no eres capaz de aceptar algunas humillaciones en tu vida, no eres humilde». Es simple, es «matemático», reafirmó .

«El único camino para la humildad —explicó Francisco— es la humillación. La finalidad de David, que es la santidad, viene a través de la humillación. El fin de la santidad que Dios regala a sus hijos, que regala a la Iglesia, viene a través de la humillación de su Hijo, que se deja insultar, que se deja llevar sobre la Cruz, injustamente… Y este Hijo de Dios que se humilla, es el camino de la santidad. Y David, con su actitud, profetiza esta humillación de Jesús. Pidamos al Señor la gracia, para cada uno de nosotros, para toda la Iglesia, la gracia de la humildad, pero también la gracia de comprender que no es posible ser humildes sin humillación».

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