Cumbre sobre abusos; obispos conmovidos por los testimonios. “Me dejó embarazada tres veces mi sacerdote”

Cumbre sobre abusos; obispos conmovidos por los testimonios. “Me dejó embarazada tres veces mi sacerdote”

Historias de molestias y manipulaciones. Una mujer africana: «Me vi obligada a abortar»

«Ustedes son los médicos del alma, pero en algunos casos se han transformado en asesinos del alma». Los líderes de la Iglesia reunidos en la cumbre anti-pederastia recibieron, entre el silencio y las lágrimas, esta desesperada y dura acusación. La hizo una persona que sufrió los abusos de un sacerdote y después fue tildada de «mentirosa».

 

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El Papa Francisco invitó a los líderes religiosos a escuchar «el grito de los pequeños que piden justicia», para «sanar las graves heridas del escándalo de la pederastia». Ayer, los cardenales y obispos recibieron estos «bofetones morales», sin lograr frenar la conmoción ante los testimonios (proyectados en video) de cinco víctimas, hombres y mujeres que sufrieron el abuso de sacerdotes.

 

El primero fue un chileno, que quiso hablar sobre sí «en cuanto católico. Una vez que me armé de valor, lo primero que pensé fue: voy a contarle todo a la Santa Madre Iglesia, en donde me escucharán». Por el contrario, «me trataron como a un mentiroso».

 

Después una africana, que contó: «Desde la edad de 15 años tuve relaciones sexuales con un sacerdote. Esto duró 13 años. Quedé embarazada tres veces y me obligó a abortar tres veces, porque no quería usar métodos anticonceptivos». Tenía miedo «de él y, cada vez que me negaba a tener relaciones, me pegaba».

 

El tercero, un sacerdote del este de Europa, reveló que «cuando era adolescente iba ver al cura para que me enseñara a leer la Escritura durante la Misa; y él me tocaba las partes íntimas. También pasé una noche en su cama».

 

Un estadounidense todavía siente «dolor por la disfunción, la traición, la manipulación que ese hombre malvado, que entonces era nuestro cura, infligió a mi familia y a mí». Un asiático sufrió abusos sexuales «por mucho tiempo, y más de cien veces, y estas molestias me han provocado traumas y “flashbacks” durante toda la vida».

 

La angustia se notaba evidentemente ayer en el rostro del cardenal filipino Luis Antonio Tagle, que pronunció su intervención con un evidente nudo en la garganta. Afirmó: «Encubrir el escándalo para proteger a los abusadores y la institución ha lacerado a nuestra gente». El tormento de los prelados lo confirmó el arzobispo de Malta, monseñor Charles Scicluna, secretario adjunto de la Congregación para la Doctrina de la Fe: «Todos hemos sido golpeados por estas voces poderosas».

 

Después de la proyección de los testimonios hubo dos minutos de silencio, durante los cuales, explicó el padre jesuita Hans Zollner (artífice de la cumbre) «podías sentir que las personas estaban en sintonía con lo que acababan de escuchar». También el moderador del encuentro, el padre Federico Lombardi, se dijo «muy conmovido» por estas historias dramáticas. Así como monseñor Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxembrugo.

 

Otros religiosos afirmaron que la experiencia había sido «cruda», «inquietante», que llegó «hasta lo profundo del corazón», que fue capaz de «hacer reflexionar». «Ya me había encontrado con supervivientes, pero tengo que decir que me turbó mucho más de lo normal», refirió el arzobispo de Brisbane (Australia), Marc Coleridge.

 

Los prelados indican que el clima del primer día de la cumbre fue «bueno y productivo»: se reflexionó y se debatió de manera «práctica y concreta», afirmaron al salir del Aula del Sínodo, sobre diferentes aspectos relacionados con la responsabilidad de las figuras eclesiásticas. Entre los diálogos hubo uno particular sobre la eventualidad (que ya se ha presentado) de que un sacerdote abusador desobedezca las indicaciones de su obispo, acaso huyendo o, como sea, sin respetar las sanciones que ha recibido. Es decir, según explicó el portavoz “ad interim” del Vaticano, Alessandro Gisotti, se dio el «primer paso de un doloroso Vía Crucis, durante el cual la palabra transparencia debe entrar en el DNA de la Iglesia».

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