«Cultivemos el hambre de eternidad que solo Cristo puede saciar»

«Cultivemos el hambre de eternidad que solo Cristo puede saciar»

Lo dijo el Papa durante el Ángelus, durante el que añadió que nos avergonzamos de confesarnos, pero esa vergüenza es una gracia que nos prepara al abrazo de un padre misericordioso

«Si es justo preocuparnos del pan», lo es mucho más cultivar el «hambre de vida, hambre de eternidad» que hay en el corazón de cada hombre y que «solo Cristo puede saciar». En cuanto a la «vergüenza» que todos sienten al momento de confesarse, se trata, en realidad, de una «gracia que nos prepara para el abrazo de un Padre misericordioso» y no al veredicto de «un juez severo».

Son algunas de las palabras que pronunció hoy en San Pedro Papa Francisco, antes y después de la oración mariana del Ángelus.

Bergoglio, que en agosto retomará algunas de sus actividades públicas (como la audiencias generales de los miércoles), lo dijo reflexionando sobre el capítulo sexto del Evangelio de Juan, que narra lo que hizo la multitud después de la multiplicación de los panes y los peces. Siguen a Jesús, explicó el Pontífice, «por el pan material que el día anterior, cuando Jesús había hecho la multiplicación, había aplacado su hambre, no comprendieron que aquel pan dividido para tantos, para muchos, era la expresión del amor de Jesús mismo». Se trata, observó el Pontífice, de una forma de «ceguera espiritual» frente a la que Jesús pone en evidencia «la necesidad de ir más allá del don, y descubrir al donador». Jesús invita «a abrirse a una perspectiva que no es solo la de las preocupaciones cotidianas de comer, vestir, del éxito, de la carrera; Jesús habla de otra comida, de una comida que no es corruptible y que es bueno buscar y acoger». «Busquen la salvación, el encuentro con Dios», fue la exhortación de Jesús, explicó el Papa.

«Además del hambre física -subrayó Bergoglio-, el hombre lleva en sí otra hambre más importante, que no puede ser saciada con una comida ordinaria; se trata de hambre de vida, de hambre de eternidad», que solo Cristo «puede saciar»: «no elimina la preocupación ni la búsqueda de la comida cotidiana, no elimina la preocupación ni todo lo que puede hace la vida más llevadera. Pero la vida pasa fatalmente. Jesús nos recuerda que el verdadero significado de nuestra existencia terrena está en la eternidad, y que la historia humana, con sus sufrimientos y sus alegrías debe ser vivida en un horizonte de eternidad». «Jesús -prosiguió Francisco- nos recuerda que el significado radica en el encuentro con Él, que es don, nos recuerda que la historia humana debe ser vista en un horizonte de eternidad, de encuentro con Él, encuentro que ilumina todos los días de nuestra vida. Si pensamos en este encuentro, todos los pequeños dones de la vida cotidiana, y también los sufrimientos, serán iluminados por la perspectiva del encuentro».

 

El «pan de vida» que es Jesús mismo, afirmó el Papa, nos «es dado con una tarea, es decir nos es dado para que podamos a nuestra vez saciar el hambre espiritual y material de los hermanos».«Hoy -añadió el Papa después del Ángelus- se recuerda el perdón de Asís, es un fuerte llamado a acercarse al Señor en el Sacramento de la misericordia y también a recibir la comunión. Hay gente que tiene miedo de acercarse a la confesión, olvidando que allí encontramos no a un juez severo, sino al Padre inmensamente misericordioso. Es cierto que cuando vamos al confesional sentimos un poco de vergüenza, esto nos sucede a todos, pero debemos recordar que también esta vergüenza es una gracia que nos prepara para el abrazo del Padre, que siempre persona y siempre perdona todo».

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