Cuidado con “charlatanes” y “falsos profetas”, desencadenan la violencia contra débiles y extranjeros

Cuidado con “charlatanes” y “falsos profetas”, desencadenan la violencia contra débiles y extranjeros

Mensaje del Papa por la Cuaresma 2018: hay como «encantadores de serpientes» que «se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas». Oración, ayuno y limosna: «nos libera de la avidez»

«Encantadores de serpientes», «charlatanes». El mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de 2018 es una advertencia contra esos «falsos profetas» de hoy que ofrecen la felicidad a bajo coste, ganancias fáciles y falsas liberaciones, es decir «soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios que sin embargo resultan ser completamente inútiles» y que dañan lo que es más precioso, «como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar». 

 

El documento del Papa, dado a conocer hoy, 6 de febrero, pero firmado el primero de noviembre de 2017, Solemnidad de Todos los Santos, es también una advertencia en contra de esa «violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras “certezas”: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas».  

 

De la difusión de esta iniquidad «se enfriará el corazón en la mayoría», como dice el título del mensaje, del Evangelio de Mateo; y las primeras víctimas son los jóvenes: a cuántos de ellos, denuncia Bergoglio se les ofrece «el falso remedio de la droga, de unas relaciones de “usar y tirar”, de ganancias fáciles pero deshonestas. Cuántos se dejan cautivar por una vida completamente virtual, en que las relaciones parecen más sencillas y rápidas pero que después resultan dramáticamente sin sentido. Estos estafadores no sólo ofrecen cosas sin valor sino que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar. Es el engaño de la vanidad, que nos lleva a pavonearnos... haciéndonos caer en el ridículo». Y el ridículo, recordó, «no tiene vuelta atrás».  

  

Jesús había anunciado «una gran tribulación» en el Monte de los Olivos, allí donde comienza su pasión, «describe la situación en la que podría encontrarse la comunidad de los fieles: frente a acontecimientos dolorosos, algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio». 

 

Por otra parte, este es el objetivo del demonio, «que es «mentiroso y padre de la mentira»: «confundir el corazón del hombre», presentar «el mal como bien y lo falso como verdadero», hacer que las personas caigan en la soledad, en la cerrazón, en la desesperación. Apagar la caridad. Porque él habita en «el hielo del amor extinguido», afirma el Pontífice argentino citando la imagen que utilizó Dante para el Infierno de Satanás, sentado en un trono de hielo. 

 

Y en las filas del demonio están todos esos «encantadores de serpientes» que se aprovechan «de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren. Cuántos hijos de Dios se dejan fascinar por las lisonjas de un placer momentáneo, al que se le confunde con la felicidad. Cuántos hombres y mujeres –denunció– viven como encantados por la ilusión del dinero, que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos. Cuántos viven pensando que se bastan a sí mismos y caen presa de la soledad». 

 

Por ello es necesario que cada uno discierna y examine «en su corazón si se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas». «Tenemos que aprender –exhorta el Papa– a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien». 

  

Francisco también advierte frente a la «avidez» por el dinero, que es «raíz de todos los males» y después se convierte en «rechazo de Dios», en violencia «que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras “certezas”: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas». Y también se pone en riesgo la Creación, que es «testigo silencioso de este enfriamiento de la caridad: la tierra está envenenada a causa de los desechos arrojados por negligencia e interés; los mares, también contaminados, tienen que recubrir por desgracia los restos de tantos náufragos de las migraciones forzadas; los cielos —que en el designio de Dios cantan su gloria— se ven surcados por máquinas que hacen llover instrumentos de muerte». 

  

El Pontífice también indica en su mensaje cuáles son los signos más evidentes de esta falta de amor, y son los que ya había indicado en la “Evangelii gaudium”: «la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de lo aparente, disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero». 

 

Como remedio a estos males, el obispo de Roma indica las tres «armas» propuestas por la Iglesia en la Cuaresma: oración, ayuno y caridad. Rezando, de hecho, permitimos que nuestro corazón «descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos». La limosna, en cambio, «nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. ¡Cuánto desearía –subraya Bergoglio– que la limosna se convirtiera para todos en un auténtico estilo de vida!». «Y cuánto querría –añade– que también en nuestras relaciones cotidianas, ante cada hermano que nos pide ayuda, pensáramos que se trata de una llamada de la divina Providencia». 

   

Para concluir, el ayuno, que, garantiza el Papa, «debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer». Por una parte, «nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre»; por otra, «expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre».  

 

El Papa invita, más allá de «las fronteras de la Iglesia católica», a todos los hombres y mujeres «de voluntad, dispuestos a escuchar a Dios». «Si se sienten afligidos como nosotros, porque en el mundo se extiende la iniquidad, si les preocupa la frialdad que paraliza el corazón y las obras, si ven que se debilita el sentido de una misma humanidad, únanse a nosotros para invocar juntos a Dios, ¡para ayunar juntos y entregar juntos lo que podamos como ayuda para nuestros hermanos!», escribió el Papa. 

 

Y también recordó la tradicional iniciativa “24 horas para el Señor”, que se llevará a del 9 al 10 de marzo, inspirada en el Salmo 130: «Pero en ti se encuentra el perdón». En cada diócesis habrá una iglesia abierta durante 24 horas, ofreciendo la posibilidad de la adoración y de la confesión. 

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