Cristo resucitó porque es Dios

Cristo resucitó porque es Dios

 Nunca nadie profetizó su propio retorno a la vida terrena. Menos todavía, ocurrió que alguien obrase por su propio poder ese milagro tan encima de la naturaleza creada.

Nuestro Señor Jesucristo resucitó, porque no era apenas hombre, sino también Dios.

La muerte de Cristo consistió en la separación del alma y el cuerpo, como ocurre en la muerte de los otros seres humanos. Pero la divinidad estaba de tal modo ligada al hombre Cristo, que, a pesar del alma y el cuerpo haberse separado, la propia divinidad siempre estuvo unida al cuerpo y al alma de un modo perfectísimo. Es necesario, pues, que creamos no apenas que Él se hizo hombre y que murió para nuestra Redención, así como que resurgió de los muertos.

Santo Tomás de Aquino completa: …y la divinidad del Verbo jamás se separó ni de su alma, ni de su cuerpo. ¡Por eso, el cuerpo reasumía el alma y el cuerpo, cuando quería!

Cuando profesamos nuestra fe, rezando en el Credo, resucitó… y no, fue resucitado, como si lo fuese por otro, es porque Jesucristo por su propia fuerza entregó el alma, reasumiéndola también, ¡por fuerza propia! Entonces, podemos leer en el Salmo 3, 6:

«adormecí, y estuve sepultado en el sueño y me levanté.»

Otra diferencia todavía entre la Resurrección de Cristo y la de los otros, es debido al tipo de vida para la cual el muerto resucitó.

Cuando Lázaro, por ejemplo, fue resucitado, retornó para la misma vida de antes – vida terrena y corruptible-, al paso que Cristo resucitó para vida gloriosa e incorruptible. (1)

Al contemplar con júbilo el triunfo de Jesucristo resucitado, juntémonos a Nuestra Señora, los Apóstoles, los Ángeles, con toda la Iglesia transbordando de alegría Pascual…

Oración:

Oh Señor Jesús que en verdad resucitasteis; es ciertísimo que sois el Dios todopoderoso, pues un hombre muerto no puede resucitarse; y que solo Dios, que dispone de la vida y la muerte, es capaz de semejante prodigio.

Vuestra Resurrección gloriosa garantiza nuestra fe, porque si Jesús es Dios, divina es su Religión, divino es el Evangelio, divina es la Iglesia que fundó sobre la roca de San Pedro.

Siguiendo la luz de mi fe, guía infalible, haciendo los sacrificios que ella me pide, sé que nada de eso es en vano, porque «¡Jesucristo, mi esperanza, resucitó! ¡Aleluya!» (2)

¡Oh Corazón de María, restituido a la alegría por la Resurrección de Jesús! ¡Rogad por nosotros!

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