Cómo el Imam Abu Hanifa demostró la existencia de Dios

Cómo el Imam Abu Hanifa demostró la existencia de Dios

En todos tiempos ha habido personas que no reconocen la existencia de Dios, el Creador del Universo. Y, por supuesto, los sabios hicieron añicos estas falsas conjeturas contra el Señor de los Mundos. Uno de los representantes más brillantes de la teología islámica, el Imam Abu Hanifa, también tuvo la oportunidad de discutir con los ateos.

Una vez, un hombre que no creía en Dios se acercó al gobernante de los musulmanes y le propuso una disputa sobre este tema con cualquier teólogo. Siguiendo el consejo de los visires, se decidió invitar al Imam Abu Hanifa. Llegó el momento acordado para la discusión, pero el imam no estaba allí. Pasó un tiempo, lo que no pudo sino alegrar al ateo, quien decidió que Abu Hanifa simplemente no tenía nada que decir y tenía miedo de debatir con él. Pero finalmente y con mucho retraso el imam llegó, se disculpó y explicó lo siguiente:

“Hay un río en el camino de mi casa al lugar de nuestra reunión. Sin embargo, cuando me acerqué al río, no encontré un bote en el que pudiera cruzar al otro lado. Mientras esperaba algún transporte, se levantó un fuerte viento, que compezó a romper ramas en los árboles. Estas ramas comenzaron a caer al río y se juntaron, formando una balsa. Me subí a esta balsa y el viento me llevó junto con la balsa al otro lado del río. Por eso llegué tarde.”

Después de escuchar la historia del imam, el incrédulo se rió en voz alta y dijo: “Miren qué cosas absurdas está diciendo su sabio. Debe haberse vuelto loco. ¿Puede una balsa construirse sola? ¿Quién le creerá?”

El Imam Abu Hanifa respondió: “No crees que una balsa podría haberse formado por sí sola, es decir, un objeto pequeño e insignificante en comparación con el Universo, pero al mismo tiempo afirmas que el Universo y todo lo que hay en él apareció por sí solo y se creó a sí mismo. ¿No eso extraño y ridículo?” Así, Abu Hanifa, usando un ejemplo simple, demostró lo absurdo de los puntos de vista del incrédulo.

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