Católicos, electorado clave de las elecciones presidenciales de Estados Unidos

Católicos, electorado clave de las elecciones presidenciales de Estados Unidos

Ahora que los grandes electores estadounidenses deberán elegir al siguiente presidente de los Estados Unidos el 3 de noviembre próximo, la cuestión religiosa se invita en los debates. Tanto el candidato republicano Donald Trump como el demócrata Joe Biden están determinados a seducir al electorado católico y no dudan en adherirse a una de sus grandes figuras: Juan Pablo II.

 

Los grandes electores o compromisarios escogerán al próximo presidente de los Estados Unidos entre el saliente republicano Donald Trump y el candidato demócrata Joe Biden el 3 de noviembre de 2020.

 

En esta Nation under God, la cuestión religiosa es fundamental. Desde hace algunos meses, ambos candidatos parecen especialmente determinados en acaparar al importante electorado católico. Para ello, recientemente han hecho todo lo posible para adherirse a una de las figuras más relevantes del catolicismo en Estados Unidos: el papa Juan Pablo II (1978-2005).

El 2 de junio de 2020, Estados Unidos se sumergió en un notable marasmo tras la difusión de un vídeo que mostraba la muerte por asfixia de un ciudadano afroamericano, George Floyd, durante un arresto de la policía sucedido el 25 de mayo en Mineápolis.

En Washington D.C., numerosas manifestaciones ligadas al movimiento Black Lives Matter estallaron en las proximidades de la Casa Blanca. El presidente, a pesar de la tensión ambiental, decidió en pleno día abandonar su domicilio para visitar el santuario nacional de san Juan Pablo II, un edificio de la capital gestionado por los Caballeros de Colón.

El día anterior, había blandido una biblia delante de una iglesia episcopal. Junto con su mujer Melania, esta vez posó ante una enorme estatua en bronce del santo polaco, erigiéndose como defensor de la libertad religiosa.

AFP PHOTO / OSSERVATORE ROMANOEl Papa Francisco saluda a Jill, esposa de Joe Biden, vicepresidente de Estados Unidos, el 19 de marzo de 2013, después de la Misa de inauguración del Pontificado

El 31 de agosto, Joe Biden, que se declara oficialmente católico, se dirigió a sus seguidores en Pittsburgh (Pensilvania), su Estado de origen, donde la población católica es claramente superior a la media nacional (en 2015, 24 % en el Estado frente al 20 % en el país entero).

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La referencia escogida esa tarde por el candidato demócrata fue límpida: “Creo que nos guiarán las palabras del papa Juan Pablo II, palabras extraídas de las Escrituras: no tengan miedo, no tengan miedo”.

Una referencia a la célebre disertación del pontífice durante su misa de entronización el 22 de octubre de 1978 en la plaza de San Pedro: “¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo! Abrid a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura, de la civilización y del desarrollo. ¡No tengáis miedo!”.

El voto católico, ¿decisivo?

Tras este entusiasmo transpartisano por la figura de Juan Pablo II se gesta una estrategia en los dos campos. El futuro presidente de la primera potencia mundial tiene el deber, si aspira a ser elegido, de seducir al electorado católico. La influencia de este voto ha progresado estos últimos años, principalmente dado el declive importante de la esfera protestante tradicional, que ha pasado del 70 % en 1964 al 35 % en 2019, según un estudio reciente del instituto de sondeos Gallup, en beneficio del ateísmo y de los movimientos evangelistas.

Aunque ahora un estadounidense de cada tres es protestante, uno de cada cinco es todavía católico (22 % en 2019, frente al 23 % en 1964), y el argumentario religioso tradicional es hoy insuficiente para garantizar una mayoría al vencedor. Otro elemento que juega en favor del voto católico: desde los años 1960, a excepción de la elección de 2000, de la que George W. Bush salió victorioso, cada vez que un candidato recibe el apoyo del electorado católico, vence en el escrutinio, como atestigua el 52 % cosechado por el candidato Trump en 2016.

¿Francisco demócrata, Benedicto XVI republicano?

Tradicionalmente demócrata hasta la Segunda Guerra Mundial, el voto católico en Estados Unidos se ha vuelto más determinante en las campañas recientes, como lo muestra además la presencia de un católico por “equipo” en cada elección desde 2004.

«El papa Francisco recibe hoy el apoyo mayoritario de los demócratas por sus llamamientos en favor de los migrantes y de la ecología.»

Por el momento, en septiembre de 2020, los sondeos no permiten determinar si los católicos romanos se inclinan por uno u otro candidato. Aunque por una dinámica de polarización extrema de las opiniones el papa Francisco recibe hoy el apoyo mayoritario de los demócratas por sus llamamientos en favor de los migrantes y de la ecología, mientras que su predecesor, el papa emérito Benedicto XVI, se ha convertido en el favorito de los católicos conservadores estadounidenses, mientras que el papa Juan Pablo II sigue siendo una figura que los dos partidos se disputan de forma más clara.

El primer Papa en la Casa Blanca

Poder convocar de su parte a la figura de san Juan Pablo II es importante. En la historia estadounidense, el polaco, que hablaba muy bien inglés, a menudo fue percibido como el primer Pontífice amigo de los Estados Unidos. El apodado “Papa peregrino” pisó en nueve ocasiones suelo estadounidense, lo cual hace de este país el más visitado de su pontificado, empatando con su Polonia natal.

AFPJean Paul II lors de son voyage à New York en octobre 1979.

Además, se trata del primer Papa en dirigirse a Washington D.C. en 1979 para visitar la Casa Blanca –Pablo VI había ido a Nueva York en 1965 para un discurso en las Naciones Unidas–, una señal de atención valorada en este país en el que la identidad nacional está históricamente ligada al puritanismo protestante y, por tanto, a una forma de desconfianza cultural frente a la monarquía pontificia romana y su influencia sobre las minorías de origen italiano, irlandés y, sobre todo, latinoamericano.

El encuentro del Papa polaco con el senador Biden

La influyente revista jesuita America, que apoya activamente al candidato demócrata, recuerda que, en la primavera de 1980, el papa Juan Pablo II dedicó 45 minutos –un tiempo anormalmente largo– para conversar con un joven senador estadounidense de 37 años: Joe Biden.

Según la crónica de la época, el Pontífice habría echado en varias ocasiones a los funcionarios de la Santa Sede que intentaban acortar la entrevista y habría sacado su silla de detrás de su escritorio para sentarse más cerca del responsable político. Una proximidad de la que no puede jactarse Donald Trump, que solamente se ha reunido con el papa Francisco… sobre un fondo de desacuerdos. Sin embargo, Joe Biden afirma no haber besado el anillo de San Pedro al final de la entrevista –John F. Kennedy le negó también este signo de deferencia al papa Pablo VI en 1963– por petición de su madre.

AFPLe pape Jean Paul II et le président des États-Unis, Jimmy Carter répondent aux journalistes, le 6 octobre 1979 à la Maison Blanche à Washington.

Biden, que se declara “aún católico gracias a las monjas y a los jesuitas”, manifestó en 2015 a America haber sido criado en el espíritu de la Doctrina social de la Iglesia. Si ha escogido hacer de la palabra de Juan Pablo II uno de los lemas de su campaña es, probablemente, para presentarse, a la manera del Pontífice, como figura de esperanza serena frente a un contexto de caos notable resultado de la crisis sanitaria y también social que azota a Estados Unidos actualmente.

La herencia reivindicada por Biden es también la de los encuentros interreligiosos de Asís o incluso la del perdón pedido a los indios y a los negros durante el 500.º aniversario del descubrimiento de Brasil en 1992. Y esto aunque sea difícil para Joe Biden asumir la sustancia de un pontificado percibido por algunos de sus aliados como excesivamente conservador.

Trump, presidente provida

Para su adversario, el presidente Trump, Juan Pablo II es igualmente una figura estratégica y, sobre todo, le permite posicionarse como heraldo de los católicos en dos cuestiones.

Para empezar, y, sin duda, el punto más importante, desde un prisma social: como adversario declarado de los movimientos LGTB, pero también de la IVE, el actual ocupante de la Casa Blanca sabe que su participación en la Marcha por la vida en enero de 2020 hizo de él el primer presidente abiertamente “provida”. Una cuestión decisiva para muchos católicos estadounidenses muy movilizados por esta causa.

Jeffrey Bruno

Sobre esta cuestión, muchos católicos reprochan a Joe Biden no apoyar la faceta social de Juan Pablo II. El periódico conservador National Catholic Register, cuya línea se opone firmemente al candidato demócrata, subraya el mensaje sin ambigüedad del santo polaco en su encíclica Evangelium Vitae (1995), y remite al antiguo vicepresidente Barack Obama a sus contradicciones: “Las leyes que legitiman el asesinato directo de seres humanos inocentes a través del aborto o la eutanasia están en total oposición frente al derecho inviolable a la vida propio de cada individuo; por lo tanto, niegan la igualdad de todos ante la ley”.

Además, con su eslogan Make America Great Again, Donald Trump reivindica abiertamente otra herencia, la de su predecesor Ronald Reagan. Sobre este aspecto, hay que poner en valor la excelente relación que mantenían el presidente republicano y el Papa, ambos vencedores de la Guerra Fría.

Las raíces de un catolicismo estadounidense

En 2018, The Ronald Reagan Institute, con la participación de la embajadora estadounidense ante la Santa Sede Callista Gingrich, organizó en Roma una conferencia sobre esta “asociación que cambió el mundo”, una conferencia durante la cual la diplomática subrayó especialmente la oposición feroz y decisiva de EE.UU. al sueño socialista.

Al posar ante la estatua del Papa polaco, el presidente actual se pone tras los pasos de dos grandes adversarios históricos del socialismo, y esto cuando presenta a Joe Biden como uno de los funestos proveedores de la ideología de izquierdas.

Pero esto no es todo: con ello, Donald Trump destaca también el fuerte vínculo que existe entre el patriotismo estadounidense y el catolicismo.

Al honrar la figura de Juan Pablo II, insiste en la herencia católica de la nación estadounidense, una causa que los Knights of Columbus –los Caballeros de Colón, una organización que posee el Centro Cultural Juan Pablo II al cual se dirigió el presidente Trump en junio– defienden desde su creación.

Esta organización no política –aunque económica y culturalmente muy influyente en Estados Unidos y en Roma– hace del católico Cristóbal Colón uno de los fundadores espirituales de Estados Unidos, junto a los Padres peregrinos puritanos del Mayflower.

Por tanto, en torno a la figura de Juan Pablo II está la cuestión de una herencia, la del catolicismo estadounidense, que aquí está en juego.

Entre un revival de la tradición católica demócrata, por un lado y, por otro, la defensa de una ortodoxia social republicana y de las raíces católicas de Estados Unidos, el debate de esta elección presidencial polariza, quizás como nunca antes, al electorado católico estadounidense.

A expensas de la complejidad de su verdadero legado, san Juan Pablo II es hoy el desafortunado símbolo en los Estados Unidos de este desmembramiento.

 

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