La Congregación javieriana decidió construir un oasis de espiritualidad en la casa en la que fueron asesinadas, en septiembre del año pasado, sor Lucía, sor Olga y sor Bernadetta
De escenario de muerte a lugar de oración. La sangre de los mártires, como dice Papa Francisco, riega a la Iglesia. Y en Bujumbura, en donde asesinaron a las tres monjas javierianas en septiembre del año pasado, surgirá una casa de espiritualidad, un oasis de paz. En la parroquia de Kamenge, sor Lucía, sor Bernadetta Boggian y sor Olga Raschietti se entregaron hasta la muerte. El proyecto para transformar la casa en lugar de oración, silencio y memoria de las monjas asesinadas y de todos los mártires que han dado la vida por la paz en los países de los Grandes Lagos todavía no comienza: los herederos espirituales de Guido Maria Conforti esperan la ayuda. Mientras tanto, la casa es escenario de visitas de monjas y religiosos que quieren demostrar su cercanía espiritual a los javierianos. Según las intenciones de los misioneros, que están presentes en Burundi desde los años sesenta, la Casa deberíaconvertirse en un lugar sencillo y bello al mismo tiempo: pretende ser un corazón que sigue latiendo y transmitiendo vida. Las hermanas de Lucía, Olga y Bernadetta no habrían aceptado, evidentemente, vivir en la casa del horror.
Las investigaciones oficiales sobre la muerte de las misioneras fueron cerradas y no convencieron a nadie. El inmediato arresto de Christian Claude Butoyi, que reivindicó el homicidio diciendo que lo había movido el resentimiento personal, no es suficiente para calmar la sed de verdad y justicia. La impresión que se tiene es que tras el homicidio haya situaciones más complejas, relacionadas incluso con personas vinculadas con los Servicios Secretos. Y tampoco se puede excluir, hsata prueba contraria, que la ejecución de las monjas esté relacionada con ritos satánicos. En un contexto de tonos tan oscuros, parece cada vez más difícil llegar a la verdad sobre las verdaderas razones del asesinato de las religiosas. Las últimas noticias aludirían al papel del ex-jefe del Servicio Secreto en la historia, el general Adolphe Nshimirimana, y al descubrimiento por parte de las religiosas de una red de tráfico de fármacos y de minerales preciosos.
La situación social en Burundi no es de las mejores del planeta. Los 10 javierianos (dos mexicanos, un congoleño, un burundés y seis italianos) que permanecieron en Bujumbura a pesar de lo sucedido siguen trabajando para sembrar la paz. Y ya no hay monjas en el país. La policía garantiza la protección, pero es difícil saber de quién proteger. Hasta ahora se desconocen las razones del asesinato de las religiosas, y parecería que no hay peligros inminentes para los religiosos, así como no había signos particulares que hicieran pensar en acciones en contra de religiosos antes del asesinato de las misioneras. Los agentes extranjeros viven en la mayor seguridad, porque en este periodo pre-electoral no ofrece garantías, pues el panorama, en vista de las próximas elecciones presidenciales de mayo-junio, se está tensando notablemente. La mayor parte de la población pide al actual presidente (Nkurunziza) que no se presente a un tercer mandato; muchos lo acusan de encubrir a los autores de diferentes masacres y otros delitos de carácter político.
La Conferencia Episcopal de Burundi fue muy clara cuando dijo que era inaceptable la candidatura de Nkurunziza. Además, según los observadores internacionales, la nueva presidencia podría aumentar el peligro de volver a las tensiones del pasado, a las guerras fratricidas entre los Hutu y los Tutsi. Los religiosos de Bujumbura tienen una sola opción: continuar rezando e invocando la paz.
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