El Papa citó la tragedia en Austria durante el Ángelus y rezó en silencio por los que, migrando, “sufren y han perdido la vida”. Llamado por los cristianos perseguidos: “Hay que poner fin a las violencias"
Por DOMENICO AGASSO JR
CIUDAD DEL VATICANO
Un llamado particularmente duro después de las últimas tragedias: impedir los dramas de los migrantes. Papa Francisco, durante el Ángelus de hoy en la Plaza San Pedro, afirmó que estas masacres “son crímenes que ofenden a toda la familia humana”. “Por todos estos hermanos y hermanas yo rezo e invito a rezar. En particular, me uno al Cardenal Schönborn –que hoy está aquí presente– y toda la Iglesia en Austria en la oración por las 71 víctimas, entre las que había cuatro niños, encontradas en un camión en la autopista Budapest-Viena. Encomendamos a cada una de ellas a la misericordia de Dios; y a Él pedimos que nos ayude a cooperar con eficacia” para detener estos “crímenes”.
El Pontífice invitó a rezar “en silencio por todos los migrantes que sufren y por los que han perdido la vida”.Después de la oración mariana, Francisco recordó que “ayer, en Harissa, en Líbano, fue proclamado Beato el Obispo siro-católico Flaviano Michele Melki, mártir. En el contexto de una tremenda persecución contra los cristianos, él fue defensor infatigable de los derechos de su pueblo, exhortando a todos a permanecer firmes en la fe”. Y “también hoy -subrayó- en el Medio Oriente y en muchas otras partes del mundo, los cristianos son perseguidos. Que la beatificación de este Obispo mártir infunda en ellos consuelo, valentía y esperanza. Pero que sea también de estímulo a los legisladores y a los gobernantes, para que sea asegurada en todas partes la libertad religiosa; y a la comunidad internacional, para que se ponga fin a las violencias y a los abusos”. Hoy “hay más cristianos perseguidos que en cualquier otra época de la historia”.
Antes del Ángelus, el Pontífice argentino había explicado que “El cumplimiento literal de los preceptos es estéril si no cambia el corazón y no se traduce en actos concretos”. El Obispo Roma, comentando el Evangelio de San Marcos, que la liturgia presenta este último domingo de agosto, destacó «la discusión entre Jesús y algunos fariseos sobre el valor de la tradición de los ancianos. Jesús definía estas normas como preceptos de los hombres (Cfr. Mc 7,7) y que no deben ocupar jamás el lugar de los mandamientos de Dios». El Pontífice dijo, que la respuesta de Jesús a aquellos que lo cuestionaban sobre la actitud de sus discípulos de trasgredir las normas, en especial, los preceptos de la purificación exterior del cuerpo; tiene la fuerza de un pronunciamiento profético: “Porque dejando el mandamiento de Dios, ustedes se aferran a la tradición de los hombres”. Son palabras que nos llenan de admiración por nuestro Maestro, señalo el Santo Padre, porque en Él sentimos que está la verdad y que su sabiduría nos libera de los prejuicios. En este sentido, el Sucesor de Pedro invitó a estar atentos a considerar “que el cumplimiento exterior de la ley sea suficiente para ser buenos cristianos”. Existe el peligro dijo el Papa, “de considerarnos mejores de los demás por el solo hecho de seguir las reglas, las costumbres, incluso sino amamos al prójimo, somos duros de corazón y orgullosos. El cumplimiento literal de los preceptos, añadió Francisco, es algo estéril sino cambia el corazón y no se traduce en actitudes concretas: abrirse al encuentro con Dios y a su Palabra, buscar la justicia y la paz, socorrer a los pobres, los débiles, los oprimidos”.
Prosiguiendo su exhortación, el Pontífice señaló que “Jesús concentra la atención en un aspecto más profundo y afirma que son las cosas que salen del corazón del hombre lo que lo hace impuro”. Con esto dijo el Papa, se subraya la primacía de la interioridad, del corazón. Las actitudes exteriores son la consecuencia de cuanto hemos decidido en el corazón. La frontera entre el bien y el mal, agregó el Obispo de Roma, no pasa fuera de nosotros, sino dentro de nosotros, en nuestra conciencia. Por lo tanto, dijo el Papa, nuestro corazón debe ser purificado y convertirse. “Sin un corazón purificado, no se pueden tener manos verdaderamente limpias y labios que pronuncien palabras sinceras de amor, de misericordia, de perdón”. Al final, como es costumbre, “a todos – dijo Francisco – les deseo un feliz domingo. Y por favor, ¡no se olviden de rezar por mí! ¡Buen almuerzo y hasta la vista!”.
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