Un estudio resalta que participar en actividades de la parroquia, la sinagoga o la mezquita es más saludable que la política
Esa es la principal conclusión a la que han llegado los investigadores del Eramus MC y de la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, que realizaron el seguimiento durante cuatro años a 9.000 europeos mayores de 50 años.
Según el epidemiológico Muricio Avendaño, la única actividad asociada a una felicidad sostenida está relacionada con la asistencia regular a la iglesia, a la sinagoga o la mezquita. «La iglesia parece desempeñar un papel social muy importante para mantener a raya la depresión y también como un mecanismo de supervivencia durante los períodos de la enfermedad en la edad adulta», afirma el experto que añade que «no está claro para nosotros cuándo esto es debido a la misma religión en sí, o si puede ser motivado por el sentido de pertenencia y de no ser socialmente aislados».
El estudio mostró también que la adhesión a las organizaciones políticas y de la comunidad sólo proporciona beneficios a corto plazo en términos de salud mental y parece, de hecho, que dan lugar a un aumento de los síntomas depresivos a largo plazo. «Los participantes reciben un mayor sentido de la recompensa cuando por primera vez se unen a una organización, pero si se trata de un gran esfuerzo y no reciben nada a cambio, los beneficios pueden desaparecer después de un tiempo», apunta Avendaño.
Del mismo modo, el estudio tampoco encontró ningún beneficio para la salud mental de los mayores a corto plazo en la práctica de algún deporte o la participación en otras actividades sociales, incluido estudiar.
La investigación también averiguó que los países del sur de Europa, como Italia y España, tienen las tasas más altas de depresión en personas mayores que los países escandinavos -Suecia y Dinamarca- o los de oeste del continente -Austria, Bélgica, Francia, Alemania, Suiza y Holanda-. Asimismo, los expertos encontraron que la depresión puede tener menos que ver con el clima y más con otros determinantes como el bienestar económico o las relaciones sociales.
Mauricio Avendaño destaca que uno de los hallazgos más «intrigantes» es que aunque las personas más saludables tienen más posibilidades de ser voluntarios, «no se encontraron pruebas de que el voluntariado en realidad conduzca a una mejor salud mental».
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