América Latina y las alternativas de Trump

América Latina y las alternativas de Trump

Las posibles políticas entre Washington y los países latinoamericanos. La cautela y las preocupaciones de los líderes políticos y religiosos de la región.

LUIS BADILLA – FRANCESCO GAGLIANO

Aunque desde el día de su elección, con los nombramientos de su equipo de gobierno, Donald Trump haya aclarado muchas cosas, sigue siendo un verdadero enigma para la comunidad internacional y mucho más (teniendo en cuenta todas las declaraciones que hizo durante la campaña electoral sobre la frontera entre los Estados Unidos y México) para los pueblos y gobiernos de América Latina, pero también para la Iglesia católica. Ahora que solo faltan casi dos semanas para que tome el poder, el próximo 20 de enero, está aumentando una preocupación regional que se ha ido transmitiendo de capital en capital. Entre los diplomáticos de la región es frecuente la frase: «Un enigma envuelto en un misterio».

Trump, México y Cuba

Se sabe poco o nada sobre lo que piensa Trump de las relaciones entre Washington y las naciones latinoamericanas, un articulado mosaico de pueblos, políticas, programas, gobiernos y partidos políticos tan complejo que no se puede hacer ninguna generalización. Zonas como México, Centroamérica, el Caribe y Sudamérica a menudo presentan semejanzas aparentes y en el pasado algunos inquilinos de la Casa Blanca erraron en sus políticas porque fueron incapaces de distinguir tales diferencias.

Donald Trump nunca ha hablado sobre este conjunto complejo de culturas latinoamericanas, menos en el caso de México y casi siempre para afrontar la cuestión del muro anti-migración que le gustaría construir entre ambos países, haciendo pagar al gobierno mexicano. El otro argumento que a afrontado ha sido Cuba, pero ha dicho cosas muy diferentes e incluso contradictorias: primero le pareció positivo que llegaran los acuerdos para el acercamiento entre los Estados Unidos y la isla caribeña, después cedió a las presiones de los cubanos que viven en Florida, y cambió de tono pronunciando algunas amenazas ambiguas sobre el futuro de los acuerdos. Estos dos pasajes, México y Cuba, son de fundamental importancia para delinear, parcialmente, algunas características de la relación bilateral que podría definir el futuro de los principales protagonistas del continente americano. Y son también relevantes y elocuentes otros silencios en los que Trump se ha atrincherado desde siempre: Colombia, Brasil y Venezuela.

México no parece estar preocupado particularmente por la amenaza del muro a lo largo de la frontera (más de 3.150 kms.), sino por lo que Trump ha dicho sobre la renegociación del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), para imponer impuestos de hasta el 35% a los productos que provengan de México. Este tratado de 1992 (que entró en vigor en 1994) también lleva la firma de Canadá y no parece que el primer ministro Justin Trudeau esté considerando un endurecimiento aduanal como el planteado, por lo que no pocos analistas prevén diferencias entre Ottawa y Washington. En La Habana, por el contrario, lo que más interesa no es la retórica anti-cubana de Trump y de sus consejeros, casi todos en contra del acuerdo anunciado en diciembre de 2014, sino la cancelación o menos del embargo económico, línea discriminante de toda la política internacional de la isla. En 2015 México exportó bienes y servicios a los Estados Unidos por 316.400 millones de dólares, obteniendo un crecimiento comercial de 49.200 millones de dólares. Además del daño que podría sufrir México con estas posibles medidas de Trump, también hay que tener presente la cuestión de la ayuda económica que los latinos residentes envían a sus familiares que viven en sus países de origen. En 2015 las llamadas remesas superaron los 65.000 millones de dólares. Si la amenaza de la expulsión, masiva o gradual, de 11 millones de indocumentados, principalmente latinoamericanos, se concretara en políticas reales, las vidas de millones de familias latinoamericanas perderían un vital apoyo económico, con evidentes e inmediatas consecuencias nefastas.

La Habana y la Ciudad de México, pues, están esperando los hechos, y no «brabuconadas» primero dichas y luego desmentidas, contradichas, negadas… Se podría decir que esta es la actitud de todos los países y gobiernos de América Latina, desde el Río Grande hasta la Patagonia, por lo que los políticos de la región han evitado con mucho cuidado expresar opiniones o hacer análisis sobre el futuro de las relaciones con Washington.

Cinco puntos, mientras llegan las primeras medidas del gobierno

Detrás de muchas frases de circunstancia expresadas por las cancillerías latinoamericanas se ocultan preocupaciones, incertidumbres y también temores, y esto también es cierto en el caso de las iglesias católicas regionales y de las relativas 22 Conferencias Episcopales. Así como cualquier declaración por parte de los políticos latinoamericanos quedó suspendida, lo mismo ha sucedido con los principales exponentes católicos de la región. «Bocas cosidas», resume un periódico chileno. Y uno colombiano añade: «Es mejor esperar los hechos». Por ahora los Episcopados de la región han hecho propia la línea del cardenal Pietro Parolin, quien después de la victoria de Trump resumió en cinco puntos la conducta que había que tener hasta que llegaran las primeras medidas de gobierno del 45o presidente de los Estados Unidos de América.

1. Tomamos nota con respeto de la voluntad expresada por el pueblo estadounidense con este ejercicio democrático.

2. Felicitaciones al nuevo Presidente, para que su gobierno pueda ser verdaderamente fructuoso, y garantizar las oraciones para que el Señor lo ilumine y lo apoye en el servicio a su patria, naturalmente, pero también al servicio del bienestar y de la paz en el mundo.

3. En la actualidad se necesita que todos trabajen para cambiar la situación mundial, que es una situación de graves laceraciones, de graves conflictos.

4. Habrá que ver cómo se mueve el nuevo Presidente. Normalmente se dice: “Una cosa es ser candidato y otra es ser Presidente, tener una responsabilidad”.

5. Veremos cuáles serán las decisiones en relación con temas específicos, y, con base en ellas, se podrá dar también un juicio. Es prematuro dar juicios.

Las posibles decisiones de Trump

El Presidente Trump tiene en el horizonte diferentes alternativas en el frente de las relaciones con América Latina:

a) La política del bajo perfil, concentrada principalmente en la defensa de los intereses económicos que existen en la región, tal y como hicieron Bush padre y Bush hijo, y, por lo tanto, niveles inferiores de injerencia y condicionamientos, por lo menos directos y explícitos. Es decir, relaciones de buenos vecinos entre países. Los analistas estadounidenses más agudos creen que esta podría ser la decisión prioritaria para el nuevo Presidente que, como se sabe, nunca ha demostrado ninguna atención por la región latinoamericana. Se habla de «cauto interés de negocios».

b) La política del blanco ocasional, y, por lo tanto, una actitud en las relaciones bilaterales que se ocupe de vez en cuando de los focos de tensión del momento, empezando con Venezuela y, tal vez, Cuba. Algunos expertos creen que esta es la opción que mejor cuadra con la personalidad política de Trump, que tiene a privilegiar la voz fuerte y el anuncio perentorio. En este caso se habla de la llamada «voz del padrón».

c) La tercera alternativa, «ningún cambio radical», es la que por ahora cuenta con más consenso y la llaman el «consejo de Mark Feierstein», según el nombre del consejero de Obama en relación con América Latina. El analista, gran conocedor de la realidad latinoamericana, ha aconsejado en varias ocasiones a Donald Trump que estudie a fondo lo que ha sucedido en las relaciones bilaterales de los últimos años. «Verá —añadió Feierstein— que cualquier cambio en contra del progreso alcanzado será una vuelta a políticas que han fracasado».

Mucho de lo que pasará también dependerá del equipo que Trump elegirá para ocuparse de las relaciones con América Latina. Los candidatos en este momento son alrededor de 20 y todos ellos son personalidades de segundo nivel, personas opacas y poco preparadas, y esto representa una incógnita más que preocupa mucho a los países latinoamericanos. Entre ellos se habla de Luis Alvarado (California), Víctor Landa, (editor de News Taco), Mario Bramnick y Alberto Degado (pastores evangélicos cubano-estadounidenses), Mario Rodríguez (Orange County California), Javier Polit (ecuatoriano, Chief Information Officer para Coca Cola),  Eddie Aldrete (vicepresidente de IBC bank), y otros hispanos de Florida: José Felix Diaz, Carlos Trujillo.

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