Adviento: tiempo de preparación para la Navidad

Adviento: tiempo de preparación para la Navidad

El adviento cristiano es un tiempo de preparación a las solemnidades de Navidad en el que conmemoramos la primera venida del Hijo de Dios entre los hombres, y un tiempo donde esperamos con fe la segunda venida de nuestro Salvador al final de los tiempos. 

Por Fabricio Pons

Párroco Santa Bárbara de Pocito

El término "adviento" viene del sustantivo latino, masculino singular, "adventus" que significa: "arribo, llegada, venida, advenimiento". Adventus es el nombre de efecto o resultado derivado de "adventum" del verbo "advenire" (llegar), compuesto de "ad" (a, hacia) y el verbo "venire" (venir). Ese verbo se usa con muchos prefijos y ha dado al castellano numerosas palabras como "venir", "ventura", "buenaventura", "avenida", "aventura", "advenimiento", "convenir", "convento", "evento" y otros.

Es una palabra de origen profano que designaba el paso anual de la divinidad pagana por el templo para visitar a sus adoradores. Se creía que el dios, cuyo culto recibía la estatua, permanecía con ellos durante la solemnidad. En lenguaje corriente se denominaba también así a la primera visita oficial de un personaje importante cuando asumía un alto cargo. Así, unas monedas de Corinto perpetúan el recuerdo del "adventus augustii", y un cronista llama "adventus divi" al día en que llegó el emperador Constantino. 

LA CELEBRACIÓN DE ADVIENTO

No se sabe desde cuándo se comienza a celebrar. En los antiguos leccionarios de Capua y Wursemburgo hacen referencia al Adventu Domini. En los leccionarios gregoriano y gelasiano se encuentran algunas plegarias con el título de Orationes de Adventu. Más tarde comienzan a aparecer las domínicas ante Adventum Domini, en las cuales al término adventus se le asocia con la preparación a la Navidad.

A pesar de que esta temporada es muy peculiar en las Iglesias de Occidente, su impulso original probablemente vino de las Iglesias Orientales, donde era común, después del Concilio ecuménico de Éfeso en 431, dedicar sermones en los domingos previos a la Navidad al tema de la Anunciación. En Ravena, Italia -un canal de influencia oriental a la iglesia de Occidente-, San Pedro Crisóstomo (muerto en 450) daba estas homilías o sermones. La primera referencia que se tiene a esta temporada es cuando el obispo Perpetuo de Tours (461-490) estableció un ayuno antes de Navidad que comenzaba el 11 de noviembre (Día de San Martín). El Concilio de Tours (567) hace mención a la temporada de Adviento. Esta costumbre, a la cual se le conocía como la Cuaresma de San Martín, se extendió por varias iglesias de Francia por el Concilio de Macon en 581.

TIEMPO DE ESPERA

El adviento cristiano tiene dos características: a) es un tiempo de preparación a las solemnidades de Navidad en el que conmemoramos la primera venida del Hijo de Dios entre los hombres, y b) un tiempo donde esperamos con fe la segunda venida de nuestro Salvador al final de los tiempos. 

Debemos tener en cuenta que todo el calendario litúrgico anual nos orienta a una preparación constante en la vida cristiana, pero el tiempo de adviento nos propone, cada año, "una dulce espera", prepararnos de una manera especial, reaccionar, estar expectantes, en el camino cristiano de Dios que se nos da en la temporalidad y en la sucesión de los días y los años. La carne del Hijo de Dios que tocó el tiempo lo santificó y ese tiempo dado en el devenir de la historia porta la gracia de Dios, y apropiándonos de esta por la fe, llegamos al destino final: el encuentro con Dios. 

Nuestra vida cristiana es una "espiritualidad adventista", vivir en la fe es vivir mirando hacia adelante, en vigilancia y expectación. La fe y la esperanza son términos convertibles, ya que la fe es un acto de la espera, en el sentido de alcanzar el bien supremo de nuestra vida que es el Señor.

Toda la Sagrada Escritura, podríamos decir, es una expectativa de la cuestión de Dios que viene a los hombres. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis se muestra la revelación de Dios que continuamente, como olas del mar, llega al hombre y se hace conocer. Los personajes de la historia sagrada son verdaderos expectantes, hombres santos que esperan a Dios, que confían en su llegada. Todo el Antiguo Testamento es una preparación en la espera de la llegada del Mesías. Cumplido el tiempo del nacimiento del Señor, los relatos de la infancia de los evangelios de Mateo y Lucas muestran los actores sagrados que esperan el nacimiento del Niño, el Bautista espera a Jesús preparando su camino y todo el "auto reino de Jesús" (Orígenes) es una proclamación del Reino presente en su persona y del Reino final que instaurará al terminar la historia.

Juan Bautista y la espera del Mesías

En estos días del llamado tiempo de adviento, que hemos empezado, es bueno ir reconcentrando, de manera paulatina, la atención en la escena del pesebre, mirando a Jesús, José y María. Pero también no olvidar y dialogar en la oración con un personaje de gran envergadura y nos enseña mucho como es "Juan el Bautista". Fundamental para la llegada del Hijo de Dios.

Cuando abrimos los evangelios, "corazón de la Sagrada Escritura", abren sus narraciones presentando al Bautista como un "personaje gozne": es el último actor sagrado del Antiguo Testamento y al mismo tiempo es quien abre el Nuevo. Aparece mencionado 46 veces en los escritos del Nuevo Testamento de dos maneras, con el nombre "Juan" y con el calificativo precedido por el artículo griego "o" (él) referido a su tarea: "bautista", es decir, "Juan el bautista". El evangelista que más lo cita es Mateo (16 veces) y en segundo lugar Juan (12 veces). En estas líneas sólo diremos algo del Bautista como "precursor del Señor".

Los evangelios lo presentan como aquel que antecede a la manifestación pública de Jesús preparando al pueblo espiritualmente. Su predicación se mueve en torno a dos ejes: la auténtica conversión interior y la llegada inminente del Reino de los Cielos en la persona de Jesús. Los evangelios sinópticos resumen su actividad "precursora" respaldándola en una cita del profeta Isaías, 40,3: "una voz grita en el desierto: preparen el camino del Señor, allanen sus senderos".

¿Por qué predica en el desierto?

La expresión "desierto" tiene una doble connotación: a) geográficamente el Bautista habría habitado en la zona del valle inferior del río Jordán, cerca de Jericó, en la desembocadura del Mar Muerto; b) simbólicamente: el desierto siempre fue para Israel el lugar del encuentro con Dios: la liberación de Egipto hacia la tierra prometida se da caminado por el desierto. El Bautista al esperar la aparición de Jesús en el desierto se ubica en la misma línea de los profetas y de la llamada apocalíptica judía esperando la manifestación de Dios. El desierto dicen los rabinos judíos, es el lugar de la Palabra. El bautista se alimentaba con los productos que le ofrecía aquella región semidesértica. La "miel silvestre" la producían las abejas en los huecos de los árboles y en las hendiduras de las piedras. Las "langostas" eran asadas al fuego o cocidas con agua y sal. Vestido con una "piel de camello y un cinturón de cuero en sus lomos" describe el ascetismo del Bautista acompañado de su cruda predicación. Este modo de vestir recuerda al profeta Elías mencionado en el libro de los Reyes (1,8). El Bautista nos enseña un camino de esperanza, humildad, sobriedad y reencuentro sincero de nuestro corazón con Jesús que se acerca.

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