¿Cómo llegaron los etíopes a Israel? ¿Por qué denuncian discriminación y racismo? ¿Qué visión tiene de ellos la Policía? ¿Qué solución existe para este problema? Estas son algunas aristas que la Agencia Judía de Noticias (AJN) analizó junto al sociólogo de la Universidad Hebrea de Jerusalem Yosi Goldstein para comprender un tema candente en la estructura social israelí.
Por Lais Vázquez
En Israel existe una comunidad judía que no goza de los mismos derechos que cualquier ciudadano. Tienen problemas para acceder a la educación, no logran llegar a cargos de jerarquía en las Fuerzas Armadas y consiguen una representación política mínima. Se trata de los israelíes de origen etíope.
A raíz de un video que mostraba cómo un soldado de esta comunidad era golpeado por policías, el domingo 3 de mayo los israelíes-etíopes realizaron una multitudinaria manifestación en Tel Aviv en contra de la discriminación. La marcha terminó con represión policial, 43 personas detenidas y al menos 15 heridos. Al día siguiente, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el presidente del país, Reuven Rivlin, criticaron lo ocurrido y condenaron el racismo. Sin embargo, las manifestaciones continuaron con una en Haifa la semana pasada y otra nuevamente en Tel Aviv esta semana.
“Poseen marcas sociales muy claras, por ejemplo, se concentran en barrios pobres y marginales, con altos índices de violencia, lo que les creó un estigma policial de que son una población problemática. Por ello, automáticamente toda protesta tiende a derivar en una represión como ocurrió en la manifestación de enero de 1996, que dejó una herida abierta en esa comunidad”, explicó a la Agencia Judía de Noticias (AJN) el sociólogo e investigador de la Universidad Hebrea de Jerusalem Yosi Goldstein.
“La Policía realmente tiene un prejuicio que no se manifestó en las últimas marchas. El 3 de mayo la Policía se vio desbordada, porque fue muy tolerante durante horas. Los judíos etíopes se concentraron interrumpiendo una de las carreteras más importantes de acceso a Tel Aviv sin haber pedido permiso, lo que lo caracteriza como una manifestación ilegal en Israel. La Policía no intervino, pero luego en la plaza Isaac Rabin - frente a la municipalidad de Tel Aviv – se desencadenó una violencia y una represión bastante dura con imágenes a las cuales no estamos acostumbrados. Realmente las protestas en Israel son democráticas, legales, toleradas y muchas veces incluso comprendidas por amplios sectores de la sociedad”, destacó Goldstein.
El origen
Los israelíes de origen etíope representan en la actualidad el 1,6 por ciento de la población de Israel. Su estratificación social se conformó en función de olas migratorias. La primera fue la “Operación Moisés”, llevada a cabo a fines del ’84 y principios del ’85, con la que esta comunidad fue llevada a Israel en forma sistemática y oficial a través de contactos directos con el régimen etíope. Hasta ese entonces, 5 mil judíos oriundos de Etiopía habían llegado con caminatas letales que aún están en la memoria de esta comunidad, porque unos 4 mil de ellos murieron.
“En su carácter de judíos fueron reconocidos por el rabino máximo sefaradí, Ovadia Yosef, en 1963 y de a poco también el establishment rabínico de Israel, incluyendo el ashkenazí, los fueron reconociendo. Pero siempre hubo dudas con respecto a su condición judía, si tenían que hacer una conversión rigurosa o no. No obstante, los desafíos de hoy no provienen de su condición religiosa, sino más bien de la inserción de todo este conglomerado de judíos etíopes en los estratos socioeconómicos más bajos de la sociedad israelí”, especificó Goldstein, quien también integra el museo Yad Vashem para la recordación e investigación del Holocausto.
La segunda ola oficial fue hacia fines de los ’90 y hasta mayo de 1991 en el marco de la “Operación Salomón”, que llevó más de 14 mil judíos etíopes a Israel. Hubo otro componente de 12 mil personas que llegó más tarde, entre 2003 y 2007, conformado por aquellos que se habían históricamente convertido al cristianismo y tenían dificultades para ser reconocidos. Pero la mayoría judía, amparada por la Ley de Retorno al Estado de Israel de 1950, tenía un perfil más religioso, aunque no ortodoxo en el sentido moderno de la palabra. En la actualidad, son una colectividad de más de 133 mil personas.
Al respecto, el sociólogo de la Universidad Hebrea de Jerusalem subrayó que “hay un estereotipo de los inmigrantes foráneos debido a su condición religiosa especial, su pigmentación de piel y sus aspectos culturales, con una mala situación socioeconómica, viviendo originalmente en un contexto de una sociedad más rural y tradicionalista. Esta es la situación histórica de la que deriva la imagen tan problemática de estas comunidades y la discriminación racial existente en Israel, que sin dudas se refleja en hechos históricos de corte sociológico”.
Discriminación y estereotipos
Las brechas sociales se manifiestan en varios ámbitos. En la educación, la posibilidad que tienen de acceder al bachillerato para finalizar bien la escuela secundaria es limitada. Las universidades e institutos académicos terciarios poseen una mínima representación de la población judía etíope. Dado a que en la educación formal había una tendencia al fracaso, buscaron integrarse a través de los mecanismos de las Fuerzas Armadas. Pero allí, un 50 por ciento de los reclutados termina en una cárcel militar por problemas disciplinarios, por abandonar sus puestos o no regresar, para ayudar a sus familias que están en la indigencia. Además, se denota una baja representación en los estratos más altos, como son los oficiales de las Fuerzas Armadas.
En los años ‘80 y ‘90 hubo un rechazo a que la primera generación de inmigrantes done sangre al Maguen David Adom (cruz roja israelí). El escándalo continuó muchos años y generó una convocatoria de 10 mil judíos etíopes en enero de 1996, que terminó con represión policial.
“Yo hablaría de una discriminación estructural. El gobierno de Israel les abrió las puertas, pero el perfil de esta población, la primera generación de inmigrantes, era débil socioeconómicamente, con una dependencia absoluta del establishment político, social y cultural. Fueron marginados porque se los obligó a vivir en viviendas temporarias, no siempre en la periferia porque un gran porcentaje de ellos vive en el centro y en la franja costera, especialmente entre Natania y Haifa”, sostuvo Goldstein, quien es doctor en Filosofía, Historia Europea, Sociología y Judaísmo Contemporáneo.
También tienen una muy baja representación a nivel político. Hasta hace poco tiempo en la Knéset (Parlamento israelí) había una activista del partido Yesh Atid, pero como en las últimas elecciones de marzo pasó de tener 18 bancas a 11, no ingresó al Poder Legislativo. En la Knéset recientemente electa sólo se incorporó un parlamentario de origen etíope del partido oficialista Likud, que la semana pasada promovió una sesión de emergencia para impulsar la política nacional para insertar y otorgar mayores oportunidades a la colectividad judía etíope.
Desafíos compartidos
Los judíos de origen etíope, en su amplia mayoría, son ciudadanos nacidos en Israel, comúnmente llamados “segunda generación de inmigrantes”, que se encuentran legalmente en el país. Ellos se diferencian de la población de trabajadores africanos que también son discriminados, en este caso por ser indocumentados.
“Israel contuvo a los indocumentados a través de la construcción de un muro de separación en el Neguev, en el sur del país, en la frontera con la Península del Sinaí con Egipto. Este es también un tema candente, pero ahí la represión implica el intento de recluirlos y en lo posible de extraditarlos. Muchos de ellos alegan ser refugiados que piden asilo, amparados por la Ley internacional. Parte de la discriminación a los judíos etíopes es la confusión entre ambas poblaciones. Muchas veces la Policía los detiene y les exige lo que a nadie prácticamente se le exige en Israel: documento. Y eso por sospechar que quizás son indocumentados africanos que permanecen ilegalmente en Israel.”
Además, los desafíos son compartidos por otros sectores empobrecidos. La minoría árabe israelí está compuesta por ciudadanos que constituyen un 20 por ciento de los habitantes de Israel. “Se comparó mucho a los judíos etíopes con ellos por las reprimendas que sufrieron en las dos intifadas, a partir de fines de 1987, en la que estalló en 2000 y en las distintas manifestaciones de los últimos años. El otro sector marginado es el ultra-ortodoxo, los Haredim, que ahora tienen una representación en la nueva coalición de gobierno a la cual ingresaron los dos partidos judíos ultra-ortodoxos (Shas y Iahadut HaTorá). No así los árabes israelíes y menos aún los judíos etíopes, que no tienen representación en las elites intelectuales, académicas, socioeconómicas, no están en los directorios de los grandes bancos ni en los focos de poder. No tienen herramientas para tratar de afrontar las brechas sociales, que los perpetúa a ellos en los sectores más empobrecidos”, completó Goldstein.
Un modelo de bienestar social
“Rivlin y Netanyahu tuvieron un perfil secundario, bastante pasivo, frente a la protesta social de los judíos etíopes. El liderazgo político reaccionó tarde. El disparador de esto fue un video de un soldado de origen etíope violentamente golpeado por dos policías. Esto debemos analizarlo en función de lo que está ocurriendo en Estados Unidos, con los afroamericanos en la ciudad de Baltimore. Eso impactó en el tipo de reacción que se produjo en Israel”, opinó Goldstein.
Si la discriminación es estructural, este problema requeriría un cambio de políticas gubernamentales. Desde los ’90, Israel, como muchos países en el marco de las economías neoliberales, abandonó el modelo de bienestar social. Así, se perjudicó a los estratos sociales más bajos.
“El Estado de bienestar social no es un objetivo de Benjamin Netanyahu, es claro su perfil económico neoliberal, su identificación con los partidos más conservadores como los republicanos en Estados Unidos. Entonces, no creo que se implementen estas medidas, y menos aún con los sectores que componen la coalición de Netanyahu. La ortodoxia sionista de Naftali Bennett, que le permitió a Netanyahu formar gobierno con reclamos nuevos como ser el Ministerio de Justicia, representa al sector sionista ortodoxo, en especial a los colonos de los asentamientos en Cisjordania. Hay un tema de prioridades. Como estos sectores reclaman cuantiosas sumas de dinero para sus adeptos, esta sectorialización no creo que permita una compensación para la comunidad judía etíope.”
“El prejuicio del racismo en el contexto de la ideología sionista se podría superar, pero el Israel del siglo XXI abandonó el ethos colectivista y el crisol de colectividades y razas que lo caracterizó en la era de Ben Gurión.”
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