Venezuela: La oscuridad en el fondo del túnel

Venezuela: La oscuridad en el fondo del túnel

El “ministro de Exteriores” del Vaticano, Mons. Gallagher, anula el viaje que debía comenzar el martes 24. No están dadas las condiciones

Por Luis Badilla y Francesco Gagliano

Hace pocas horas el obispo venezolano de San Cristóbal,  monseñor Mario Moronta, comunicó a la prensa que había recibido una nota de la Nunciatura de Caracas para informar que “Monseñor Gallagher se ha visto obligado a anular su viaje (…) por motivos que no dependen de la Santa Sede”. En otra palabras, el Secretario para las Relaciones con los Estados, monseñor Paul Gallagher, no visitará el país sudamericano como se había anunciado. La visita estaba prevista entre el 24 y el 29 de mayo y el propósito del viaje era la consagración episcopal de un nuevo Nuncio, monseñor Escalante, pero al mismo tiempo se declaraba la disponibilidad de la Santa Sede para contribuir –si era necesario y posible- a la apertura de un diálogo entre el gobierno y los partidos de la oposición.

Eran muchos, dentro y fuera de Venezuela, los que esperaban con confianza esta gestión de Gallagher quien, aunque no estuviera cumpliendo una misión diplomática ni hubiera sido enviado por el Santo Padre, podría haber llegado en el momento más oportuno y delicado. En efecto, cada día se reduce más en el país el margen para tender un puente de diálogo entre las partes políticas, cada vez más involucradas en una lucha que no intenta evitar los golpes. La anulación del viaje del “ministro de Exteriores” del Vaticano es una decisión extrema y por lo tanto gravísima. No se conocen los motivos de la misma y lo más probable es que nunca se conozcan. Por ahora sabemos que las razones no dependen de la Santa Sede y también que se trató de una medida obligada, impuesta por la situación. ¿Qué pudo haber ocurrido cuando solo faltaban cinco días para que llegara Gallagher?

Algunas respuestas plausibles se pueden rastrear leyendo los diarios de Venezuela y analizando los hechos recientes de esta crisis. Sin entrar en detalles sobre los eventos que se suceden prácticamente hora a hora, la cuestión parece bastante clara: mientras crecen rápidamente la violencia y la emergencia en casi todas las ciudades, las decisiones, los gestos y los movimientos, tanto del gobierno de Maduro como de las oposiciones –reunidas en la Mesa de Unidad Democrática-, no demuestran hasta el momento la más mínima voluntad de diálogo.

Varios dirigentes de las oposiciones insisten desde hace dos días en arrastrar a Gallangher de su parte, básicamente afirmando que el prelado ayudaría a fijar la fecha de “salida” del presidente Maduro. Este tipo de declaraciones resultan sencillamente insensatas. Primero, porque no se había fijado ningún encuentro entre Gallagher y los opositores de Maduro y segundo porque,  obviamente, estas personas no son las que deciden las posiciones de la Santa Sede en una situación tan delicada. El intento de las oposiciones de instrumentalizar la disponibilidad del Vaticano para favorecer el diálogo y la negociación entre las partes es demasiado grosero. Al mismo tiempo, es igualmente insensato el comportamiento de Maduro, quien aumenta la represión interna llegando incluso a atacar y obstaculizar la obra de Caritas venezolana, intensamente comprometida en las ayudas humanitarias y sanitarias cada vez más urgentes en todo el país, donde faltan incluso los artículos de primera necesidad.

Ninguna disponibilidad para el diálogo. Ningún gesto de distensión. Ninguna apertura, aunque sea tímida. Desde hace una semana el gobierno y la oposición no hacen más que usar con torpeza la presencia de Gallagher, presentando una eventual gestión para facilitar el diálogo como si fuera una victoria propia. Estaba muy claro que el Secretario vaticano para las Relaciones con los Estados no viajaba a Venezuela en misión diplomática y, como se ha insistido en reiteradas oportunidades, tampoco había sido enviado por el Santo Padre con ese propósito. Se había explicado con claridad, de manera sencilla y honesta, que Gallagher visitaba Venezuela por motivos religiosos, con disponibilidad para posibles encuentros con todas las partes para escuchar sus respectivas posiciones y razones. Solo después, llegado el caso, hubiera sido posible plantear y delinear un rol de la Santa Sede. Que de todos modos no estaba definido todavía.

Ahora la situación venezolana, sin esta visita, parece cada vez más oscura. Otras posibles instancias para favorecer el diálogo ya fueron descartadas por ambas partes. Gobiernos de la región, OEA (Organización de Estados Americanos) y personalidades destacadas a nivel internacional. En el contexto actual, tales propuestas externas eran las únicas que podían destrabar la situación. Estas consideraciones son las que hacen pensar en un agravamiento irreversible de la crisis y en consecuencia en un aumento de la violencia generalizada, o incluso consecuencias peores, de caracter autoritario.

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