Veinte misioneros fueron asesinados este año dando testimonio de su fe

América es el continente donde se derramó más sangre en 2020, según el informe de la Agencia Fides publicado hoy.

 

En el 2020, según los datos que publica anualmente la Agencia Fides, de las Obras Misionales Pontificias, la lista de agentes pastorales muertos en este año muestra un total de veinte misioneros muertos, entre ellos seis laicos comprometidos en el servicio pastoral: un porcentaje que ha aumentado considerablemente en los últimos años. 

Junto a ellos, hay ocho sacerdotes que perdieron la vida violentamente, tres monjas, dos seminaristas, una religiosa. 

Respecto a las áreas geográficas, la "primacía" del martirio va, aunque levemente, a América, con ocho en la lista. 

Le sigue África con siete víctimas, Asia con tres, Europa con dos sacerdotes asesinados, ambos -esta también es una cifra relevante- en Italia.

En los últimos 20 años, del 2000 al 2020, fueron asesinados en el mundo 535 agentes pastorales, de los cuales 5 eran obispos.

Continuando con su servicio de recopilación de información relativa a los misioneros asesinados durante el año, la Agencia Fides destacó que también muchos agentes pastorales fueron asesinados durante intentos de robo, realizados con gran ferocidad, o fueron objeto de secuestro o se vieron envueltos en tiroteos o en actos de violencia en los contextos en los que trabajaban marcados por la pobreza económica y cultural, de degrado moral y ambiental, donde la violencia y el desprecio por la vida y por cada derecho humano son casi lo habitual. 

Testimonio evangélico

A menudo, explica Fides, se trata de ámbitos donde la violencia y la opresión son reglas de conducta, en total falta de respeto a la vida y a todos los derechos humanos. En esas zonas, los misioneros y los agentes pastorales no tienen miedo de quedarse, en el nombre de Jesucristo. Ninguno de ellos realizó hazañas o acciones llamativas, sino que simplemente compartieron la misma vida cotidiana que la mayoría de la población, dando su testimonio evangélico como signo de esperanza cristiana.

Junto a ellos, hay religiosos comprometidos con la educación de las generaciones más jóvenes, atacados mientras estaban ocupados desempeñando su cargo o se sacrificaron para salvar a los niños a su cuidado. 

 

Luego -señala el informe- hay cada vez más catequistas y laicos comprometidos como pacificadores y testigos de la fe, en comunidades dispersas en las zonas más inaccesibles, como es el caso de Philippe Yarga, en Burkina Faso, o de Rufinus Tigau, en Indonesia.

Fides dedica una mención especial al luminoso testimonio del seminarista Michael Nnadi, de dieciocho años, secuestrado en Nigeria, donde los secuestros están a la orden del día. El joven fue asesinado porque, según su asesino, "seguía predicando el evangelio de Jesucristo" a sus captores. Todos estos testigos de Cristo vivieron con generosidad y dedicación, en silencio, sin mirar los riesgos y menos aún las "horas de trabajo" del trabajo apostólico. 

Las víctimas del Covid

En la época de la pandemia del coronavirus, además, apunta Fides, "hay que recordar a cientos de sacerdotes y religiosos, capellanes de hospitales, enfermeras que fallecieron durante su servicio, haciendo todo lo posible para ayudar a los afectados por esta enfermedad en los lugares de atención".

Como prueba de esto, de hecho, los sacerdotes y los religiosos son la segunda categoría, después de los médicos, que pagaron con sus vidas por el Covid-19 en Europa. 

Según un informe parcial del Consejo de Conferencias Episcopales Europeas, en 2020 más de cuatrocientos sacerdotes, dedicados a la atención médica o pastoral de los fieles, murieron de Covid. 

La situación no es diferente en otras partes del mundo: en los cinco continentes un rasgo característico de la misión de la Iglesia es la atención al sufrimiento y el compromiso con la salud, especialmente en los países en desarrollo. 

Esta presencia consoladora supuso un elevado coste de vidas humanas.

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