'El único padrino del santuario de San Nicolás es el Pueblo de Dios'

'El único padrino del santuario de San Nicolás es el Pueblo de Dios'

Así lo aseguró Mons. Domingo Castagna en diálogo con AICA. Bajo su gestión pastoral en la diócesis, ente 1984 y 1994, nació la devoción a la Virgen del Rosario y se comenzó a construir el templo.

En el marco de los 40 años del acontecimiento mariano en San Nicolás, monseñor Domingo Castagna, arzobispo emérito de Corrientes y quien fue obispo de San Nicolás de los Arroyos entre 1984 y 1994, conversó con AICA sobre los inicios de la devoción a María del Rosario de San Nicolás.

Siendo la primera diócesis que le tocó regir como obispo diocesano, se encontró frente a una serie de acontecimientos extraordinarios (apariciones y mensajes) y a un creciente movimiento de devoción mariana. Inmediatamente, y con cautela, se dispuso a discernir pastoralmente los hechos y a conducir la devoción de los fieles.

“Me correspondió acompañar los primeros diez años del acontecimiento mariano. Constituyó una gracia especial para mi aún joven ministerio episcopal”, recordó el obispo, y añadió: “El 20 de octubre me encontré con el hecho recién iniciado, pero suficientemente destacado para que, como nuevo obispo, me ocupara de él con responsabilidad”.

El prelado destaca que “el Señor me concedió la gracia de ser asistido por excelentes asesores y fieles cooperadores”, siendo el principal de ellos el presbítero Carlos Pérez, original confidente de Gladys Motta y párroco de la catedral en ese momento.

En una entrevista con el cardenal Eduardo Pironio, recibió un consejo de enorme valor práctico: “Mantén la mente fría y el corazón abierto”. “Así procuré observarlo desde el primer momento”, indicó monseñor Castagna.

“Cuando me mostraron el campito, totalmente libre, no había nada, solamente el cuadro de la Virgen”, asegura el prelado, sobre el lugar donde la vidente Gladys Motta vio una especie de rayo luminoso que señalaba el lugar. “Yo lo único que hice fue dar una bendición y dije ‘Si es de Dios, que sea’”.

Desde que en 1986 iniciaron las procesiones, nunca dejó de presidirlas y celebrar la Eucaristía en el campito hasta que fue trasladado y promovido como arzobispo de Corrientes, en 1994.

De este modo, aprovechó las homilías de cada 25 para impartir una catequesis a los fieles que multitudinariamente acudían a San Nicolás. Sus sermones fueron publicados en dos volúmenes, y en ellos quedó documentado el largo y cuidadoso discernimiento que le correspondió como obispo. 

Todos los estudios realizados en torno a los acontecimientos de San Nicolás fueron oportunamente enviados a la Santa Sede. En la entrevista que monseñor Castagna mantuvo con san Juan Pablo II en noviembre de 1989 hablaron sobre el hecho mariano, su trascendencia, características y discernimiento.  El Santo Padre se mostró muy interesado al respecto.

Así narra el prelado la actitud del Papa en relación a los hechos de San Nicolás: “En el 87 me encontré con el Papa (en su visita a la Argentina). Fue la primera vez que me habló del tema, me preguntó en la comida que tuvimos en Rosario. Ahí estaban otros obispos, cuando me identificó, me dice ‘la Virgen’, entonces yo ahí le hablé del tema (...) En una audiencia privada, el mismo Sumo Pontífice me sometió a un minucioso interrogatorio sobre el acontecimiento y sus protagonistas”.

“Después de un primer encuentro con el papa Juan Pablo II, remití un informe completo a la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida entonces por el cardenal Joseph Ratzinger. La investigación fue muy, muy exhaustiva”, rememoró.

Pronto comenzó la construcción de un santuario para venerar a la Virgen del Rosario de San Nicolás. El bello y austero templo está concluido pero el mismo pueblo que lo construyó –constituido en su “único padrino”- es, simultáneamente, su verdadera e indestructible construcción.

“Recuerdo mi respuesta a quienes entonces criticaban la magnitud del proyecto arquitectónico: ‘No hacemos más que ponerle piso, paredes y techo a la gente’”, relató monseñor Castagna, quien recuerda vívidamente ese momento.

“Era agosto del año 1986. Es el mes que murió mi madre también, curiosamente. Pensé: ‘¿y por qué no el mes que viene, que era 25 de septiembre, no bendecir la piedra fundamental?’. Y así fue. En ese acto, según me dijeron, había 75.000 personas. Y ahí empezó la obra, y anuncié: ‘señores, el único padrino de este templo es el Pueblo de Dios’”, recordó.

"En la actualidad, el santuario es un espacio oxigenante de la vida cristiana del pueblo. Lo comprobamos a diario”.

Han pasado cuarenta años de los orígenes del acontecimiento de gracia. La obra de Dios y de la Virgen se ha afianzado sólidamente. “Se ha producido un piadoso equilibrio en la devoción del pueblo que, al amparo de María, necesitó orientarse –en la fe- de la mano de la Iglesia”, sostuvo el prelado, indicando que “han quedado atrás los sinsabores y dificultades que le han servido de providencial crisol”.

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