La última vez de Cristina

La última vez de Cristina

Dos horas de audiencia con el Papa son mucho más que un encuentro de rutina. “Iluminada por dentro”, comentó la presidente argentina. El forfait de Maduro

por Nello Scavo

Para Cristina era la última vez que se encontraba en el Vaticano con Bergoglio como presidente. Cada etapa, en estos dos años, marcó un progresivo acercamiento, y al terminar la visita Cristina Kirchner dijo que se sentía “iluminada por dentro”. Algunos observadores consideran que se trató de un típico cálculo político. Pero otras fuentes, bien de adentro de la diplomacia vaticana y argentina, reconocen en cambio que Cristina Kirchner en los últimos tiempos pareció “transformada” por los encuentros con Francisco. La historia revelará cuáles fueron los detalles verdaderamente importantes y juzgará los hechos. Pero entre tanto, en Argentina habrá elecciones en octubre, y cualquiera sea el resultado Cristina no se retirará de la escena pública. Por el contrario, recientemente confirmó su convicción de que el gobierno que resulte de los comicios del 25 de octubre “ratificará las políticas aplicadas en los últimos 12 años”. Una manera de decir que sea quien sea el elegido, no podrá eliminar la dinastía kirchnerista.

La visita al Papa se debe interpretar también desde este punto de vista. Casi dos horas de coloquio son mucho más que un encuentro de rutina. Bergoglio la recibió estrechándole la mano, pero mientras se dirigían a la pequeña sala para la conversación privada, Kirchner se detuvo para que le tomaran una foto junto con el Papa. “La manito, la manito”, le dijo a Francisco, pidiéndole que le diera la mano delante de las cámaras.

La escena hizo recordar un episodio ocurrido hace pocas semanas. El pasado 15 de abril Bergoglio en persona llamó por teléfono a Alfredo Leuco, famoso y respetado periodista, quien había opinado sobre algunas decisiones recientes del pontífice. El mismo Leuco relató el episodio, confiando que casi “se había desmayado” cuando escuchó la voz de Francisco en el contestador de su teléfono. El periodista había enviado una carta abierta al Papa en la cual decía que “una gran porción de los argentinos está molesta, disgustada o desilusionada con la nueva cita que le dio a Cristina para el 7 de junio”. Más aún: “Usted dijo que no iba a recibir a ningún político más hasta después de las elecciones y que se había sentido usado por la política argentina”, y “Por eso no se entiende el motivo que usted tiene para… abrirle las puertas de su casa  por quinta vez a la candidata Cristina”. Quizás para despejar dudas y confirmar su neutralidad, Francisco respondió directamente al incrédulo Leuco. Dirigiéndose al famoso periodista radial, Jorge Mario Bergoglio reconoce que ha utilizado “un tono sereno que manifiesta la voluntad de comunicarse frontalmente y las disidencias se dicen con paz, fluidamente. No hay allí una sola agresión o alguna expresión altisonante. Y esta actitud edifica, une, es constructiva. Gracias, muchas gracias”, dice Francisco en un mail de respuesta a Leuco.

Con la misma franqueza el Papa recibió a una Cristina que está terminando su mandato. “La señora presidente quiso una vez más manifestar el afecto y la cercanía del pueblo argentino al Papa y pedir la bendición para todos sus compatriotas”, declaró el director de la sala de prensa del Vaticano, el padre Federico Lombardi, y luego como de costumbre habló de diálogo “muy cordial”.

El Secretario de Culto, Guillermo Oliveri, explicó que el encuentro tuvo un “orden del día abierto, sobre temas comunes”, y que cualquiera que haya seguido con atención las referencias recientes del pontífice a su amado país (tráfico de droga, trata, explotación de trabajadores, para citar algunas) puede imaginar que no se trataron temas secundarios.

La delegación argentina estaba formada por 53 personas aproximadamente, entre las cuales se encontraba el ministro de Relaciones Exteriores, Héctor Timerman y el embajador Eduardo Valdés.

Al concluir el prolongado coloquio privado, se llevó a cabo el intercambio de regalos. Kirchner ofreció al Papa un gran cuadro con un retrato de monseñor Óscar Romero realizado por el artista argentino Eugenio Cuttica. Luego un libro sobre el patrimonio arquitectónico de Argentina, editado para el bicentenario del país,  el libro de Alberto Methol Ferré, “Los Estados continentales del Mercosur”, y una copia del “Martín Fierro”, el poema épico nacional argentino. También dos bajorrelieves: uno con la Virgen de Luján, patrona de Argentina, y otro con un retrato del mismo Papa realizado por artistas ciegos y con leyendas en Brialle. Por último, una gran canasta con productos regionales de Argentina. El Papa devolvió la atención con un ícono de la “Virgen de la Ternura” de la catedral de Vladimir, en Rusia, copia del original del siglo XI.

Al salir del estudio del Aula Pablo VI, el Pontífice saludó uno por uno a todos los periodistas presentes, a quienes previamente había felicitado por el “Día del periodista” que hoy se celebra en Argentina y en otros países latinoamericanos. “Recen por mí –dijo el Pontífice en español- y si alguno no puede rezar porque no cree, que de todos modos me mande ‘una buena onda’”.

El viaje a Italia de Cristina Kirchner continuará con la Conferencia de la FAO y la visita a la Expo Milán. Pero ayer fue el día de una ausencia inesperada. La del presidente venezolano Maduro, quien debía encontrarse con el Papa durante la tarde. El delfín de Chávez habría sufrido problemas de salud que le impidieron afrontar el vuelo transoceánico. Estaban esperándolo numerosos disidentes que han llevado su huelga de hambre hasta la misma Plaza de San Pedro. Resulta curioso en cambio que el lunes Maduro, acusado de graves violaciones de derechos humanos fundamentales, fue premiado por la FAO por haber reducido el hambre en su país. Contradicciones, las latinoamericanas y las de algunas organizaciones internacionales, que la geopolítica de Bergoglio debe afrontar todos los días.

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