«Transmití yo al Papa la petición de que en el lavatorio de pies se admitieran también las chicas»

«Transmití yo al Papa la petición de que en el lavatorio de pies se admitieran también las chicas»

El vocero vaticano, el padre Federico Lombardi, en un artículo suyo publicado por «Famiglia Cristiana» habla sobre los tres años del Pontificado de Francisco y revela un particular sobre la misa del Jueves Santo en la cárcel para menores de Casal de Marmo

Por ANDREA TORNIELLI - CIUDAD DEL VATICANO

El único cambio verdadero y significativo en ámbito litúrgico que Papa Francisco ha introducido durante estos tres años de Pontificado tiene que ver con el rito del lavatorio de pies en la misa «in Coena Domini», la misa del Jueves Santo por la tarde que inaugura el Tridúo pascual, recordando la institución de la eucaristía. Con un decreto específico de la Congregación para el Culto divino, efectivamente, en el rito, que se celebra durante la misa, han sido admitidas oficialmente también las mujeres.

Cuando era arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio lavó en varias ocasiones los pies a chicas y mujeres durante las celebraciones del Jueves Santo. Como Papa lo hizo por primera vez durante la misa que celebró en la cárcel para menores de Casal del Marmo. Un detalle particular sobre esta celebración es revelado por el padre Federico Lombardi, director de la Sala de prensa de la Santa Sede. En un artículo publicado en la revista «Famiglia Cristiana» que lleva su firma escribió:

«La libertad del gesto y la concreción física de las expresiones» de Francisco «conmovían inmediatamente, pero en lo profundo, los corazones de la gente. En este sentido, una de las primeras experiencias importantes que viví personalmente fue la de la Misa de la Cena del Señor en la cárcel para menores de Casal del Marmo. Según el uso litúrgico habitual se preveía que el lavatorio de los pies habría sido hecho solo con chicos».

«Me permití —añadió Lombardi— hacer llegar al Papa un discreto mensaje sobre el disgusto de los jóvenes y del capellán, y la respuesta fue prácticamente inmediata. Como todos sabemos, lavó los pies también de algunas chicas y a musulmanes, como ya había hecho en Buenos Aires…». Entonces, la petición de admitir a las chicas, y una de ellas era musulmana, fue del capellán de la cárcel, y llegó hasta el Papa mediante el padre Lombardi.

En su artículo, el director de la Sala de prensa de la Santa Sede cuenta también cuál fue su reacción cuando se anunció la elección de Bergoglio, el 13 de marzo de 2013. «Cuando escuché el anuncio del cardenal Tauran desde la logia de San Pedro me quedé sin palabras. Sabía que el anuncio del nombre del nuevo Papa me habría emocionado, pero no hasta ese punto. Era un jesuita, un hermano mío, pero no lo conocía directamente, a excepción de un encuentro brevísimo pocos días antes, por los corredores de las Congregaciones generales de los cardenales antes del Cónclave. Aunque si nombre había surgido entre los papales en algunas ocasiones, yo nunca lo había tenido en cuenta, porque para un jesuita está fuera de lo previsto que lo nombren obispo o cardenal, ¡imaginémonos Papa! Después del anuncio, los que aparecían por mi oficina se imaginaban que me habrían encontrado emocionado porque el Papa era uno de mis hermanos, pero se quedaban sorprendidos frente a i perplejidad. Pero yo no estaba ni feliz ni triste, estaba simplemente estupefacto».

«Estaba en mi oficina en la Sala de prensa, y en la sala de las conferencias los colegas me dijeron las dos cosas que inmediatamente me habían quedado claras y que sentía que debía resaltar como grandes novedades: el nombre Francisco, por primera vez, y el hecho de que era un latinoamericano. Elegir un nombre que nadie había elegido (¡y qué nombre!) indicaba una libertad, una valentía y una claridad formidables. Pobres, cuidado de la creación, paz, como habría explicado el mismo Papa pocos días después. Su origen del ‘fin del mundo’ llevaba consigo, naturalmente, una perspectiva nueva, un punto de vista diferente sobre situaciones y preguntas de la humanidad y de la Iglesia en el mundo de hoy, que no habría dejado de hacerse escuchar. Me parece que no me había equivocado».

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