Historias de convivencia entre los que creen en Cristo y los seguidores de Mahoma. Viaje al país africano, al Consolata Hospital de Ikonda, en donde, todos juntos, cuidan a las personas heridas
Por CRISTINA UGUCCIONI
Hay recién nacidos que comienzan su existencia en un ambiente seguro, rodeados de premuras y atenciones, y enfermos de las localidades remotas que encuentran los medicamentos necesarios y las caricias del consuelo. Hay niños desnutridos que vuelven a la vida y que vuelven a sonreír gracias a la leche y a las papillas nutrientes. Hay personas debilitadas por el Sida que, además de medicinas, reciben la comida necesaria para sustentar a sus familias. Hay aquí una humanidad golpeada por enfermedades y envilecida por la pobreza, pero vuelve a tener esperanza y a levantar la cabeza, gracias a los gestos de cuidado, de protección y de apoyo que reciben. Quienes ayudan a estas personas son cristianos y musulmanes, juntos.
Nos encontramos en el Consolata Hospital de Ikonda, una gran localidad (de mayoría cristiana) que se encuentra a 2000 metros sobre el nivel del mar, entre bosques y caminos de terracería, en el suroeste de Tanzania. Este país africano tiene 46 millones de habitantes: una tercera parte es cristiana (católicos y luteranos), una tercera parte es animista y el resto de la población es musulmán. Casi todos viven en las ciudades de la costa y a lo largo de los antiguos caminos de las caravanas.
Los autobuses llenos de pacientes
Fundado por los misioneros de la Consolata en 1961, siguiendo la petición de un líder local que necesitaba un médico para luchar contra la mortandad infantil, el hospital (que sobrevive principalmente gracias a las donaciones de benefactores privados) se ha transformado profundamente en las últimas décadas, pues ahora cuenta con nuevas secciones y equipo. Cuenta en la actualidad con 332 camas: en promedio, cada año, nacen aquí 1800 niños, las hospitalizaciones son alrededor de 14.000 y las operaciones más de 5000. Es considerado un polo de excelencia y acoge a pacientes (cristianos y musulmanes) que provienen de las localidades cercanas, pero también desde las que están mucho más lejos: todos los días llegan 13 o 14 autobuses llenos de personas que necesitan asistencia y que han afrontado viajes de hasta 800 o 1000 kilómetros. Los que se encargan de cuidar a todas estas personas son 280 cristianos (principalmente) y musulmanes.
La oración del Padre nuestro en boca de todos
«Con el personal de fe islámica las relaciones son serenas», cuenta el responsable del hospital, el padre Antonio Nava, de 66 años (y 39 los ha pasado justamente en Tanzania), misionero de la Consolata. «Hay una gran colaboración entre nosotros: nos une el deseo de garantizar a todos los mejores cuidados. Los médicos, enfermeros y pacientes musulmanes a menudo recitan con los católicos y con los luteranos la oración del Padre nuestro, y hace poco participaron también en el rito de la imposición de la ceniza. El personal musulmán está bajo la dirección de Yusuph Ramadhan, un médico a quien estimo mucho, un hombre confiable, siempre disponible a prestar ayuda cuando hay emergencias».
El médico musulmán
En la misma sintonía del padre Alessandro, el doctor Yusuph, casado y padre de un hijo, observó: «Las relaciones con los cristianos, en el hospital, son óptimas: trabajamos juntos y nos ayudamos recíprocamente. Estoy muy contento de prestar servicios aquí, tanto porque puedo cuidar a muchos pacientes como porque tengo la oportunidad de aprender y mejorar». Al Consolata Hospital, efectivamente, llegan cada mes especialistas italianos que ayudan a los médicos locales en la cotidiana obra de asistencia y los instruyen. «Creo que este hospital está ofreciendo un gran apoyo a la población de Tanzania», prosiguió el doctor. «Garantizamos curas de alto nivel a precios más bajos de los que hay en otros hospitales; algunas categorías de pacientes recibe asistencia gratis. Por ejemplo las personas que son seropositivas y los niños de menos de diez años».
Pensando en el futuro, Yusuph y el padre Alessandro expresan un sueño común: «Lograr abrir una unidad de cardiocirugía, indispensable porque solo existe una en todo Tanzania».
El Sida y la clínica móvil
Desgraciadamente en este país, el Sida (con todas las patologías que derivan de él) cobra muchas vidas, dice el padre Alessandro: «En Ikonda y en las localidades que están cerca es la primera causa de muerte: centenares de hombres van a trabajar en las grandes plantaciones de la llanura y contraen la infección: al volver contagian a las mujeres. En conjunto damos asistencia a más de 5000 adultos y niños afectados por la enfermedad. También hemos creado una clínica móvil especial: cada mes, enfermeras cristianas y musulmanas van por las aldeas para visitar a los pacientes y entregarles los antirretrovirales. Tratamos de mejorar la calidad de vida de estas personas de cualquier manera y (como la mayor parte de los adultos se encuentran postrados y no pueden trabajar para mantener a las familias) entregamos también paquetes con víveres esenciales para su sustento. También las familias más necesitadas cuentan con este programa de ayuda alimenticia gratis.
La desnutrición y la asistencia a las madres
En esta zona de montañas, en donde la pobreza se extiende sin barreras, todavía hay muchos niños desnutridos. «Para ayudarlos —dice el padre Alessandro— hemos creado un plan de asistencia en las aldeas y lo llevan a cabo las enfermeras de la clínica móvil: se hace un chequeo a los pequeños regularmente, las madres reciben la leche Fórmula 75 y Fórmula 100 (que producimos nosotros) y una harina especial muy nutritiva compuesta por diferentes ingredientes».
Este hospital que nació para cuidar la vida que acababa de nacer dedica una atención particular a las mujeres cristianas y musulmanas embarazadas; la asistencia es gratis y se construyó una residencia para alojar a las madres que viven lejos mientras llega el parto. Cuando nacen los niños, las madres en puerperio también tienen la posibilidad de aprender algunas nociones básicas para alimentar correctamente a sus pequeños. Diferentes familias del personal del hospital, además, cuidan a muchos niños que han quedado huérfanos debido al Sida».
La convivencia en el resto del país
En el pasado, Tanzania vivió el terrorismo, recuerda el padre Alessandro: en 1981 hubo un grave atentado contra la embajada estadounidense de Dar es Salaam, reivindicado por Osama Bin Laden. Hace algunos meses se han verificado también algunos episodios de intolerancia. «Sin embargo, las relaciones entre cristianos y musulmanes son generalmente serenas y se caracterizan por la colaboración y el respeto recíprocos, la situación es tranquila. A nivel político, la alternancia de un presidente de la república cristiano y uno musulmán se ha convertido en una práctica consolidada. Se garantiza la libertad religiosa y no hay obstáculos para las conversiones».
La Ujamaa, el espíritu de fraternidad
También en Ikonda la convivencia entre cristianos y musulmanes es buena, observan al unísono el padre Alessandro y Yusuph, quien añade: «Tengo relaciones verdaderamente cordiales con todos los cristianos, muchos de ellos se han convertido en mis amigos. Vivimos juntos como hermanos y hermanas, apoyándonos los unos a los otros. En Tanzania las relaciones entre fieles de diferentes religiones se basan en el principio guía de nuestra nación: el espíritu de fraternidad, la “Ujamaa” (término swahili que se puede traducir como “familia extendida”), cuyo intérprete fue el primer presidente de la República, Julius Nyerere. Creo que los líderes religiosos de todo el mundo deberían enseñar a sus fieles a vivir en paz».
Concluye el padre Alessandro: «Las personas auténticamente religiosas (de religiones diferentes) que viven y trabajan juntas en armonía contribuyen a construir un mundo más justo y ofrecen testimonio, al mundo, de que la convivencia pacífica es posible».
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