Las situaciones sociales que la Iglesia denunció y puso en evidencia la pandemia

Las situaciones sociales que la Iglesia denunció y puso en evidencia la pandemia

La crisis sanitaria expuso esta realidad dramática de la Argentina, en particular en las villas de emergencia y las cárceles. Los sucesivos gobiernos no escucharon la advertencia que hace años viene haciendo la Iglesia. El análisis de Sergio Rubin.

Sergio Rubin

No sabemos qué habrá cambiado o cambiará en nuestro país cuando pase la pandemia, si es que algo cambia. Pero hay algunas cosas que empiezan a quedar en claro. Por ejemplo, que la crisis sanitaria está poniendo en evidencia nuestra dramática situación social, en particular la situación en las villas de emergencia y en las cárceles. Por no hablar de muchos jubilados.

Es cierto – como hemos dicho en esta columna – que de la pobreza se habla mucho en la Argentina. Pero una cosa es teorizar sobre porcentajes y otra es ver la desesperación – por ahora contenida – de la gente que ya antes tenía problemas para comer y ahora, con la imposibilidad de hacer changas, directamente está pasando hambre.

Resulta que ahora descubrimos el hacinamiento en las villas porque ante esa situación se teme una propagación feroz del virus -contagios que ya empezaron – que provoque una verdadera masacre. Pero, en rigor, esa realidad no solo existe hace rato, sino que cada vez se extiende más, sobre todo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires.

Algo parecido sucede con las cárceles. Por el reclamo de los presos - más allá del garantismo o del interés del kirchnerismo más rancio – se ponen sobre la mesa las malas condiciones en las penitenciarias. También aquí las carencias son de larga data como la Iglesia lo viene denunciando sin el menor éxito.

Para ser justos, la denuncia eclesiástica no es formulada desde un púlpito, sin contacto con la realidad de las penitenciarias. Desde siempre capellanes y voluntarios carcelarios recorren las unidades y procuran brindar una asistencia espiritual a quienes la requieran, al igual que muchos pastores.

Más allá de las oscilaciones, la cantidad de pobres se disparó en el último medio siglo, del 4% a comienzos de los ‘70, al 45% que rondaría actualmente, mientras que en los últimos años también aumentó fuerte el número de presos, pero no la cantidad de cárceles.

Es cierto que desde la crisis de 2001 comenzaron a multiplicarse los planes sociales que, si bien se pueden entender para una emergencia, cuando llevan casi 20 años garantizan la perpetuación del clientelismo y conspiran contra la cultura del trabajo.

Acerca de la situación carcelaria habría mucho para decir. Pero nos quedamos con la contracara: iniciativas como 'Los Espartanos' que mediante la práctica del rugby en las cárceles lograron bajar sensiblemente la reincidencia.

El presidente Alberto Fernández dijo que el Poder Ejecutivo no tiene nada que ver con las excarcelaciones indiscriminadas - que, con razón, indignan a la sociedad - porque se trata de "una cuestión del Poder Judicial".

Más allá de que cuesta creer que un sector del oficialismo no tuvo nada que ver, la política tiene mucho que ver en la resolución del problema de fondo de las cárceles, como en revertir la lacerante pobreza.

Y no nos olvidemos de la situación de tantos jubilados que ahora descubrimos (¿recién ahora?) que son sometidos a largas colas para cobrar un misero retiro que no les alcanza ni para los remedios.

El problema es que pase la pandemia y no pase nada en materia de pobreza y política penitenciaria. O con los jubilados. El coronavirus visualizó estos dramas. Esperemos que los dirigentes actúen en consecuencia.

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