Santiago Apóstol, el santo que introdujo el cristianismo en España

Santiago Apóstol, el santo que introdujo el cristianismo en España

La fiesta del Apóstol, el 25 de julio, es una de las celebraciones más importantes en toda España. Une actos religiosos y culturales que tienen lugar en diferentes rincones del país.

 

Lo que se sabe sobre Santiago es que era hijo de Zebedeo y de Salomé, y era pescador como su hermano Juan. Toda la familia vivía en Betsaida, en Galilea, a orillas del lago Tiberíades.

Antes de ser discípulo de Jesús, Santiago ya conocía a Pedro porque era socio de su padre. Tanto Santiago como su hermano Juan y Pedro se convirtieron en los tres discípulos predilectos de Jesús: estuvieron con Él cuando obró la mayoría de sus milagros, y le acompañaban en el Huerto de Getsemaní en la noche en la que fue arrestado. Debido a su fuerte temperamento, tanto Santiago como su hermano Juan fueron apodados por Cristo como «Hijos del Trueno».

Después de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo, Santiago viajó hasta lo que entonces se llamaba Hispania. Así pues, fue él quien introdujo el cristianismo en el actual territorio de España, reuniendo aquí algunos discípulos que continuarían con su labor.

Según la tradición, la Virgen se le apareció a Santiago sobre una columna de piedra, en la actual Zaragoza en el año 40, antes de la asunción de María. Es el origen de la actual advocación de la Virgen del Pilar que se venera en la Basílica de la capital aragonesa.

Después de esa aparición, Santiago regresó a Palestina en busca de María. Conocedor de su presencia allí y de que era uno de los más importantes apóstoles de Cristo, el rey Herodes Agripa I –nieto del rey Herodes que ordenó la matanza de inocentes en Belén– ordenó que le mataran, falleciendo decapitado en torno al año 44. Así pues, Santiago fue el primer Apóstol de Cristo que sufrió el martirio por razón de su fe.

Tras el martirio de Santiago, varios de sus discípulos trasladaron su cuerpo por vía marítima hasta la Gallaecia romana, la actual región española de Galicia. Allí los enterraron cerca de Iria Flavia (la actual localidad de Padrón), en el bosque de Libredón.

La sepultura quedó olvidada durante los siglos que transcurrieron desde la caída del Imperio Romano hasta la llegada de los Suevos a Galicia y la posterior llegada de los visigodos.

En el año 813, un ermitaño llamado Pelayo que vivía en el bosque de Libredón acudió al obispo de Iria Flavia para darle noticia de la aparición de una estrella señalando un lugar del bosque.

Una vez que acudieron allí hallaron tres sepulcros de piedra romanos. Uno de los sepulcros contenía un cadáver decapitado. Los tres cuerpos enterrados fueron identificados como los de Santiago y sus discípulos Teodoro y Atanasio.

La noticia se extendió por todo el Reino de Asturias, hasta el punto de que el rey Alfonso II el Casto visitó los sepulcros, ordenando erigir una iglesia en el lugar del hallazgo.

Alfonso II fue el primero de una larga lista de peregrinos que desde entonces acudirían la tumba del Apóstol, convertida en uno de los mayores centros de peregrinación de la cristiandad, en la ciudad que hoy lleva su nombre: Santiago de Compostela, un topónimo que algunos atribuyen a la forma latina «Campus Stellae», Campo de la Estrella.

Un himno litúrgico de finales del siglo VIII, «O Dei verbum», atribuido al beato de Liébana, fue el primero en citar al hijo de Zebedeo como patrón de España.

Tras el hallazgo de su tumba, el rey Alfonso II de Asturias (760-842) nombró a Santiago «patronus et dominus» de toda Hispania, siendo el primero en darle ese reconocimiento a nivel oficial.

Durante el reinado de Ordoño I de Asturias (821-866), Santiago es mencionado como «noster et tocius Hispanie patronus» (nuestro patrono y de toda España), según cita Adeline Rucquoi en «Adversus Elipandum. El reino de Oviedo y el culto a Santiago».

A finales del siglo XV, los Reyes Católicos reafirmaron ese patronazgo del «bien aventurado apostol señor Santiago luz e patron de las Españas cabdillo e guiador de los Reyes dellas e de los otros santos e sanctas de la corte celestial».

Otra tradición española remarca el patronazgo del Apóstol: el «Voto de Santiago», instaurado por Ramiro I de Asturias (790-850) en el siglo IX, que consistía en una ofrenda anual a Santiago en el templo donde está sepultado.

El voto perduró durante cientos de años, hasta que fue abolido por las Cortes de Cádiz en 1812, lo que causó un gran disgusto a nivel popular. El rey Fernando VII lo recuperó, pero volvió a ser anulado por la Revolución de 1869.

Ese voto fue recuperado en 1937 por Francisco Franco, que estableció el 25 de julio como fiesta nacional y la jornada en la que se llevaría a cabo esa ofrenda nacional, que durante el franquismo fue personalmente presentada por el Jefe del Estado o por los jefes de la VIII Región Militar y del Departamento Marítimo de Ferrol. Actualmente la lleva a cabo anualmente el Rey de España, ya en persona o –más habitualmente– a través de un delegado regio.

Además de la asociación entre Santiago y la peregrinación iniciada por el rey Alfonso II, el primo y sucesor de ese monarca inició una asociación aún más curiosa. Y es que durante el reinado de Ramiro I de Asturias tuvo lugar la Batalla de Clavijo (844).

Según la leyenda, Santiago se le apareció en sueños al monarca, animándole a negarse a ofrecer el tributo al Emirato de Córdoba que hasta entonces pagaba el Reino de Asturias como muestra de vasallaje, y animando a Ramiro I a invocar su nombre en batalla.

Los asturianos así lo hicieron, e invocando a Santiago lograron vencer a los moros en Clavijo. La leyenda acabó derivando en la aparición en plena batalla de Santiago montado en un caballo blanco y portando un estandarte blanco, contribuyendo así a la victoria de los cristianos contra los musulmanes.

Se inició así otra de las representaciones iconográficas más habituales del Apóstol: la de Santiago Matamoros. El lema de «Santiago y cierra España» (la orden de «cerrar», en caballería, significa trabar batalla, acometer al enemigo) se convirtió en el grito de guerra de los cristianos durante la Reconquista.

El hijo de Zebedeo se convirtió en un azicate para la lucha por la liberación para los cristianos de la Península Ibérica, que había sido conquistada en casi su totalidad por los musulmanes en el siglo VIII.

Así fue también como Santiago se convirtió en patrón del Arma de Caballería del Ejército español, un patronazgo que fue ratificado por la Real Orden de 20 de julio de 1892. De hecho, en la actualidad el himno de ese arma termina con el grito de guerra de «Santiago y cierra España» que los jinetes españoles exclamaron durante siglos.

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