Recuerdan la figura de monseñor Angelelli en catacumbas romanas

Recuerdan la figura de monseñor Angelelli en catacumbas romanas

El cardenal Maradiaga leyó el texto del Pacto de las Catacumbas de 1965 y llamó a no olvidar "a quienes aquí tomaron ese compromiso al final del Vaticano II”, haciendo memoria no solo de Angelelli sino también de Helder Cámara y de Eduardo Pironio.

Un nuevo encuentro en las Catacumbas de Santa Domitila ha hecho memoria de los vivido en 1965, cuando pocos días antes del Concilio Vaticano II un grupo de obispos firmó el Pacto de las Catacumbas, y monseñor Enrique Angelelli, el obispo mártir argentino, hoy beato, que estaba presente en el pacto y fue asesinado por asumir aquello que había firmado: hacer realidad una Iglesia pobre y vivir de forma pobre.

La celebración, presidida por el cardenal Maradiaga, contó con la presencia de monseñor Dante Braida, actual obispo de La Rioja, la diócesis de Angelelli, y algunos de los miembros de la Asamblea Sinodal, entre ellos la Hermana Nathalie Becquart, subsecretaria del Sínodo. Entre los presentes también estuvo Emilce Cuda, secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina.

Monseñor Braida hizo una reseña de la figura de Angelelli, destacando su sensibilidad con el mundo de los pobres, que manifestó sobre todo en el acompañamiento a los obreros, buscando unir el mundo universitario con el mundo obrero. El beato Angelelli asumió la diócesis de La Rioja después de haber vivido con mucha intensidad el Concilio Vaticano II y comienza a hacer asambleas donde la presencia de todo el pueblo de Dios era importante, estableciendo unas fuertes líneas pastorales desde una perspectiva misionera y búsqueda de la justicia, donde el laico viviese su vocación en el mundo, ordenando lo que no estaba bien y buscando su crecimiento.

Según recordó el actual obispo, su predecesor promovió la creación de cooperativas y sindicatos para reclamar un salario justo para los trabajadores. En una provincia con una gran piedad popular buscó que se eso se conectase con la justicia social, con la construcción de un mundo mejor.

En su actuación pastoral abrirá la Iglesia a una mayor participación, lo que trajo alegría y esperanza a muchas personas, especialmente a quienes se sentían postergadas o sin un lugar en la Iglesia, pero también trajo resistencias, que intentó gestionar en su pastoreo. Tensiones internas como consecuencia de la renovación conciliar que se comprometió en llevar adelante.

Monseñor Braida destacó que en este mismo lugar en que ha tenido lugar la celebración eucarística, el beato Angelelli asumió el compromiso de que la Iglesia se renueve y sea la casa de todos, buscando incluir a aquellos que pensaban distinto. Por su manera de obrar fue identificado con el comunismo o el apoyo a la guerrilla, siendo presos muchos de sus más estrechos colaboradores, una persecución que se hizo más dura con la llegada de la dictadura.

Nunca perdió el horizonte evangélico, lo que llevó a intentar hablar con quienes gobernaban, buscando un cambio. El asesinato de dos religiosos y un laico fue el preludio de su muerte, señaló el obispo. La beatificación de Angelelli fue “un signo de esperanza para la Iglesia argentina, agradecemos su testimonio porque en él tenemos una fuente para beber”, concluyó el obispo de La Rioja.

El cardenal Maradiaga, que leyó el texto del Pacto de las Catacumbas de 1965, recordó que no podemos olvidar, pues “olvidar sería olvidar a todos los mártires y olvidar a quienes aquí tomaron ese compromiso al final del Vaticano II”, haciendo memoria de Angelelli y de Helder Cámara y de Eduardo Pironio. Algo que hoy en día no aparenta tanto, pero que en ese tiempo en que los obispos tenían una capa larga y los cardenales usaban armiño, ese compromiso, ese Pacto de las Catacumbas fue un signo que sacudió muchísimo, según el arzobispo emérito de Tegucigalpa.

Lo importante, según el purpurado, es recordar a tantos que derramaron su sangre por ser testigos de Cristo, lo que se sigue repitiendo en la Iglesia de hoy. De ahí la importancia de recordar a Angelelli, “que derramó su sangre por amor a Cristo y a los pobres”, lo que ve como la consigna a seguir. No olvidando que Angelelli fue considerado un mártir del Concilio, el purpurado afirmó que “aun ahora el Concilio Vaticano II no ha entrado en algunos y hay otros que lo rechazan”. Por eso concluyó que “la sangre de los mártires nos recuerda el Espíritu Santo no tiene retroceso en la caja de cambios, el Espíritu Santo siempre nos hace mirar hacia adelante y recordar para tomar impulso con la sangre de los mártires”.

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