Cualquiera que sea la razón por la cual se elige emprender un camino, durante el recorrido uno se abre a nuevas consideraciones y descubrimientos, alimentado por las condiciones de vida a las que la peregrinación misma obliga.

El Camino de Santiago es el más famoso, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985. Se extiende a lo largo de más de 800 kilómetros y está formado por una serie de itinerarios de diferentes lugares de España, Francia y Portugal, realizados cada año por miles de personas. Un camino recorrido desde la Edad Media, que conduce al santuario de Santiago de Compostela, en Galicia, donde se encuentran las reliquias del Apóstol Santiago el Mayor.

Las primeras peregrinaciones se remontan al siglo IX, cuando se descubrieron los restos del santo. Es una ruta que puede realizarse a pie, en bicicleta o incluso a caballo, con una red de albergues que hoy en día cuenta con unos 70 alojamientos con más de tres mil camas.

El cierre ha fortalecido el sentido del Camino

"Nunca antes se había cerrado el camino, aunque elementos como guerras o plagas han limitado su uso a lo largo del tiempo", explica a Vatican News Monseñor Paolo Giulietti, Arzobispo de Lucca, quien fue hasta el 2019 guía espiritual de la Cofradía de Santiago de Compostela en Perugia, Italia. Para Giulietti, sin embargo, este cierre total podría también sentar las bases para "una fuerte recuperación, en el sentido más profundo del viaje, entendido como un lugar de búsqueda y respuestas a las preguntas que la vida plantea".

El obispo Giulietti cuenta cómo él mismo descubrió la peregrinación gracias al Camino de Santiago, y luego la vivió en muchos otros caminos.

“Santiago, sin embargo, sigue siendo una especie de universidad del peregrinaje porque así es como se entiende lo que significa un viaje de fe”