No todo es malo en la justamente cuestionada teología de la prosperidad, aunque siempre acaba mal.
Debemos detenernos en un asunto muy sensible y particular. La condición económica de un buen número de pastores al frente de las megaiglesias, en especial del ámbito pentecostal.
Porque la vocación y el llamado pastoral no compaginan mucho con la riqueza material. O como lo dice Caio Fabio en su libro: “No hay nada malo en que algunos hombres ricos se transformen en hombres de Dios. Pero está mal que algunos hombres de Dios se transformen en ricos”.
El contentamiento es una virtud cristiana de la cual los pastores en particular deberían dar ejemplo. Así se expresó al respecto Pablo en su primera epístola pastoral dirigida al joven Timoteo: “Es cierto que con la verdadera religión se obtienen grandes ganancias, pero sólo si uno está satisfecho con lo que tiene. Porque nada trajimos a este mundo, y nada podemos llevarnos. Así que, si tenemos ropa y comida, contentémonos con eso” (1 Timoteo 6:6-8).
Pero tampoco es conveniente convertir el contentamiento en resignación y conformismo. Caio Fabio dice en su libro otra cosa con la que debemos estar de acuerdo: “Yo no quiero predicar un modelo pastoral sufriente. ¡Para nada!… vivo, y me gusta vivir, confortablemente… no abogo por nada que evoque un sufrimiento voluntario y medieval. Sería hipocresía”, añadiendo luego: “Pero lo que quiero señalar es que todo ese confort de vida no puede constituir la motivación ni la marca de un ministerio fructífero”.
No todo es, pues, malo en la justamente cuestionada teología de la prosperidad. Hay algunas cosas rescatables en ella. En palabras de Caio Fabio: “… tiene… cosas positivas… de modo que la existencia humana rompa el círculo de la mediocridad inmediata… produce un efecto positivo cuando se la incluye dentro del contexto total de la palabra de Dios”.
Algo que lamentablemente no sucede con frecuencia, por lo cual es necesaria la siguiente salvedad por cuenta del mismo autor: “Pero también… puede resultar desastrosa cuando el énfasis se coloca por encima de todo en el tener y no en el ser”.
El problema con esta teología es, entonces, que aunque comience bien y con las mejores intenciones, siempre termina mal, puesto que: “La teología de la prosperidad resulta muy interesante en un comienzo, pero luego se la descubre llena de atropellos y chocantes demostraciones de fe. En el proceso, a causa de su triunfalismo, se vuelve agresiva y pierde la sinceridad que le debe a Cristo… nunca ha sido capaz de generar una iglesia rica y solidaria. Siempre produjo una iglesia triunfalista, obsesionada por el poder y alienada de la infelicidad del resto del planeta”.
A la sombra de esta teología cada vez hay más pastores que son estrellas rutilantes del evangelio. Miembros del jet set y la farándula eclesiástica a los que sus fieles miran de lejos, pues viven en mansiones, andan en carros ostentosos y con toda una cohorte de guardaespaldas que impiden el acceso a ellos de los miembros comunes de su iglesia.
Por cuenta de esta teología el modelo pastoral está en crisis y ha trastocado las expectativas bíblicas del pastorado auténtico.
Ya hace más de 20 años que Caio Fabio anunció proféticamente que si estas tendencias continuaban: “… Tendremos templos llenos de gente y una sociedad vacía de Dios, repleta de miseria, maldad y muerte. Los templos estarán atestados, pero el país vacío de Dios y lleno de iniquidad… Tendremos una generación de cristianos absolutamente irresponsables, que no asumirán su responsabilidad frente a nada, porque para ellos la culpa de todos y de todo la tiene el diablo… Tendremos una iglesia que llevará la Biblia, pero no será conducida por la palabra de Dios… Tendremos una iglesia inmadura, que intentará tomar el poder político de la nación pero perderá el poder de ministrar a la nación… Tendremos una iglesia sin ética, que enseñará acerca de los medios para ser bendecida y prosperada materialmente, sin que eso implique una conversión moral amplia y profunda”.
El diagnóstico hecho por Max Lucado sobre las causas de las quejas de muchos de los creyentes actuales en la iglesia es bien revelador de la crisis que nos ocupa: “Tus quejas no son por la falta de cosas necesarias, sino por la abundancia de beneficios… por los lujos, no por lo básico; por los beneficios, y no por lo esencial. La fuente de tus problemas son tus bendiciones”.
Y es que, en realidad, nada de lo que consideramos nuestro es realmente nuestro, por lo que la misma idea de propiedad no deja de ser engañosa y constituye una estrategia del diablo para desviarnos de la verdad, como lo señalaba C. S. Lewis en sus Cartas del diablo a su sobrino, en donde leemos en boca de un demonio: “Los humanos siempre están reclamando propiedades que resultan igualmente ridículas en el Cielo y en el Infierno, y debemos conseguir que lo sigan haciendo… hemos enseñado a los hombres a decir «mi Dios» en un sentido realmente no muy diferente del de «mis botas», significando «el Dios a quien tengo algo que exigir a cambio de mis distinguidos servicios y a quien exploto desde el púlpito»”, o dicho de otro modo, el Dios de mi propiedad. El dios de quienes sirven a Mammón y enfocan la fe en el tener y no en el ser.
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