Paraguay: la larga primavera de los estudiantes

Paraguay: la larga primavera de los estudiantes

Los últimos meses del 2015 permanecerán en la historia de Paraguay como la época en la cual los jóvenes retomaron el protagonismo cívico, que continúa todavía hoy. El relato y el compromiso de los jóvenes de los Focolares.

Miles de estudiantes universitarios han denunciado el imperante sistema de corrupción de la universidad estatal más grande del país, la Universidad Nacional de Asunción (UNA). Una larga primavera austral que se concluyó con la renuncia en cadena de las autoridades académicas y la negociación de la reforma del estatuto concebido en los tiempos de la dictadura.

Los jóvenes universitarios sorprendieron a todos por su seriedad y organización. Durante más o menos un mes ocuparon el edificio de la Universidad y crearon un auténtico “Estado alternativo”. Turnos de guardia en las puertas, control de mochilas y maletines para que no introdujeran alcohol, eficientes equipos que se ocupaban de la alimentación y los servicios esenciales, la organización de un calendario de lecciones de reposición, con la ayuda de profesores y estudiantes de los últimos años; y ahora, con un calendario de exámenes para no hacer que nadie pierda el semestre. Además demostraron tener la inteligencia para no dejarse instrumentalizar por nadie. Muchos indicaron como figura inspiradora al Papa Francisco, quien se encontró con miles de jóvenes durante su visita al Paraguay. Su llamamiento a “hacer lío y después organizarlo”, fue acogido plenamente.

Entre los animadores de la rebelión pacífica #UNAnotecalles, estaban los jóvenes de los Focolares.

La palabra a Alejandra y Cecilia, estudiantes de Medicina e Ingeniería respectivamente: «Todo empezó con el sit-in delante del Rectorado, para demostrar nuestra indignación por las recientes denuncias de corrupción. Todos los días se hacía una manifestación pacífica con el micrófono abierto a los estudiantes, profesores y funcionarios. Después empezó una vigilia permanente alrededor del edificio, la huelga estudiantil y la petitoria de la renuncia del rector y sus colaboradores. El apoyo de la ciudadanía, que enviaba alimentos y otros insumos, nos dio la fuerza para no ceder en la lucha, haciéndonos entender que era una batalla de todos. Después de 40 días obtuvimos la renuncia del rector, de otros 5 funcionarios y la imputación de otros 38 y después, la renuncia de todos los decanos de las facultades. Para nosotros ha sido fundamental vivir esta etapa junto con los otros gen que estudian en la UNA, y también con otros, que nos hacían sentir su apoyo en distintas formas. Seguros de la promesa de Jesús que si nos unimos en Su nombre Él está con nosotros, tratamos de que fuera así. Él nos ha dado la luz para defender los valores evangélicos del amor, verdad y justicia y para superar los momentos difíciles que no han faltado. A veces no era fácil contener a la multitud que parecía dejarse llevar por las emociones. En esos momentos, cuando no era claro lo que era más justo qué teníamos que hacer, tratábamos de entender juntos cómo comportarnos y qué moción promover.

Leticia, estudiante de Trabajo Social, cuenta: «Al principio me sentía un poco confundida. Personalmente nunca había vivido una experiencia así, con tantos jóvenes, gritando consignas, reclamando derechos y ocupando la Universidad. Me preguntaba el porqué de estas injusticias, y qué podía hacer yo como cristiana. Entendí que tenía que estar con los estudiantes, al servicio, tratando de comprender las motivaciones de todos, también de los jóvenes llenos de resentimiento; y trabajar con todos y dar ánimo en los momentos de desaliento». Una intervención suya en la que invitaba a los estudiantes a “no tener miedo” de eventuales represiones, o de perder el año “porque aquí nos jugamos el todo por el todo”, fue difundida en las redes sociales.

Para José, estudiante de Física, «ir contra la corriente era una cosa de todos los días. Pero se sentía un gran amor concreto entre todos los jóvenes presentes en la Universidad. Creo que la rebelión que se vivía y se vive es sinónimo de juventud, y, para un cristiano, significa imitar a uno de los “rebeldes” más grandes de la Historia: Jesús de Nazaret. Era y es el momento de imitarlo, no sólo en la Universidad, sino también en otros ámbitos de la vida, para ser una generación fiel a Sus ideales».

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