Francisco en la Audiencia pide oraciones por el Sínodo y habla sobre el viaje a Cuba y Estados Unidos: «¡Dios siempre quiere construir puentes, somos nosotros los que construimos muros! ¡Los muros caen, siempre!»
Por IACOPO SCARAMUZZI
CIUDAD DEL VATICANO
Hay que «empezar por la familia para replantear y cambiar el modelo de desarrollo, por el bien de toda la familia humana». Lo dijo el Papa durante la primera Audiencia general después del Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia. Pidió a los presentes en la Plaza San Pedro oraciones por el Sínodo ordinario sobre la familia que comienza el próximo domingo. Hablando sobre el viaje a Cuba y Estados Unidos (del 19 al 28 de septiembre), Francisco subrayó que en el siglo XX Estados Unidos alcanzaron «el máximo desarrollo económico y tecnológico sin renegar las raíces religiosas». Recordó también la figura de Junípero Serra, a quien canonizó en Washington, además de las raíces cristianas del pueblo cubano. También indicó que entre Cuba y Estados Unidos, «gracias a Dios», se está reconstruyendo «un puente»: «¡Dios siempre quiere construir puentes, somos nosotros los que construimos muros! ¡Los muros caen siempre!».
«Misionero de la misericordia: así me presenté en Cuba, una tierra rica de belleza natural, de cultura y de fe», dijo Papa Francisco. «La misericordia de Dios es más grande que cualquier herida, que cualquier conflicto, que cualquier ideología; y con esta mirada de misericordia pude abrazar a todo el pueblo cubano, en la patria y fuera, más allá de cualquier división». Después de haber recordado el peregrinaje al Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, Francisco subrayó: «Pude compartir con el pueblo cubano la esperanza del cumplimiento de la profecía de san Juan Pablo II: que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba. Ya no cerrazones, explotación de la pobreza, sino libertad en la dignidad. Este es el camino que hace vibrar el corazón de muchos jóvenes cubanos: no es un camino de evasión, de fáciles ganancias, sino de responsabilidad, de servicio al prójimo, de cuidado de las fragilidades. Un camino que saca su fuerza de las raíces cristianas de ese pueblo, que ha sufrido tanto», dijo Francisco, quien espera que el «Espíritu Santo, con a intercesión de María Santísima, haga crecer las semillas que hemos echado».
De Cuba a Estados Unidos, prosiguió el Papa, «fue un paso emblemático, un puente que gracias a Dios se está reconstruyendo. ¡Dios siempre quiere construir puentes! ¡Somos nosotros los que construimos muros! ¡Los muros caen, siempre!».
En Washington, continuó el Papa leyendo casi integralmente el texto preparado, «recordé que la gran riqueza de ese país y de su gente está en el patrimonio espiritual y ético», y «así pude animar a sacar adelante la construcción social en la fidelidad a su principio fundamental, es decir que todos los hombres son creados por Dios iguales y dotados de inalienables derechos, como la vida, la libertad y la persecución de la felicidad». Valores que encuentran un ejemplo en san Junípero Serra, evangelizador de California: «San Junípero demuestra la vía de la alegría: ir y compartir con los demás el amor de Cristo. Esta es la vía del cristiano, pero también de cualquier hombre que haya conocido el amor: no guardarlo para sí, sino compartirlo con los demás. Con esta base religiosa y moral nacieron y crecieron los Estados Unidos de América, y sobre esta base pueden seguir siendo tierra de libertad y de acogida, y cooperar para un mundo más fraterno y justo».
El Papa recordó que en Nueva York animó el papel de la ONU «en la promoción del desarrollo y de la paz, llamando en particular a la necesidad del compromiso acordado y fáctico para el cuidado de la Creación». Insistió también en su llamado a «detener y prevenir la violencia contra las minorías étnicas y religiosas, y contra las poblaciones civiles». Tanto en Washington como en Nueva York, «pude encontrarme con algunas realidades caritativas y educativas, emblemáticas del enorme servicio que las comunidades católicas (sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos) ofrecen en este campo».
La parte más importante del viaje, recordó el Papa, fue el Encuentro de las Familias en Filadelfia, «en donde el horizonte se extendió a todo el mundo, mediante el ‘prisma’, por decirlo así, de la familia. La familia, es decir la alianza fecunda entre el hombre y la mujer, es la respuesta al gran desafío de nuestro mundo, que es un doble desafío: la fragmentación y la masificación, dos extremos que conviven y se apoyan mutuamente, y que juntos sostienen el modelo económico consumista. La familia es la respuesta porque es la célula de una sociedad que equilibra la dimensión personal y la dimensión comunitaria, y que, al mismo tiempo, puede ser el modelo de una gestión sostenible de los bienes y de los recursos de la Creación. La familia es el sujeto protagonista de una ecología integral, porque es el sujeto social primario, que contiene en su interior los dos principios-base de la civilización humana en la tierra: el principio de comunión y el principio de fecundidad».
Después de haber expresado un «fraterno y caluroso agradecimiento» a mons. Chaput, arzobispo de Filadelfia, «por su compromiso, su piedad, su entusiasmo y su gran amor hacia la familia en la organización de este evento», Francisco concluyó: «Viéndolo bien, no es una casualidad, sino providencial, que el mensaje, es más el testimonio del Encuentro Mundial de las Familias haya venido en este momento de los Estados Unidos de América, es decir el país que en el siglo pasado alcanzó el máximo desarrollo económico y tecnológico sin renegar sus raíces religiosas. Ahora estas mismas raíces exigen empezar por la familia para replantear y cambiar el modelo de desarrollo, por el bien de toda la familia humana».
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