El Papa recuerda a don Santoro y a los demás mártires contemporáneos

El Papa recuerda a don Santoro y a los demás mártires contemporáneos

La Audiencia dedicada al tridúo pascual. A diez años de su muerte, también recordó a Juan Pablo II, «testimonio del Cristo que sufre, muerto y resucitado»

Papa Francisco recordó a don Andrea Santoro, sacerdote asesinado en Turquía en circunstancias poco claras el cinco de febrero de 2006, y a los demás «mártires» cristianos de nuestros días durante la audiencia general, que se llevó a cabo en la Plaza San Pedro. Hoy, la reflexión del Papa se concentró en el tridúo pascual, que comienza mañana por la noche, con la misa “In coena domini” del Jueves Santo, y termina el domingo con la Pascua.

Después de la misa del Jueves Santo por la tarde, que Bergoglio celebrará en la cárcel de Rebbibia, el Viernes Santo «meditamos sobre el misterio de la muerte de Cristo y adoramos la Cruz», recordó Francisco. «En los últimos instantes de vida, antes de entregar el espíritu al Padre, Jesús dijo: “¡Está cumplido!”. ¿Qué significa esta palabra que Jesús dice: “¡Está cumplido!”? Significa que la obra de salvación se ha cumplido, que todas las Escrituras encuentran su pleno cumplimiento en el amor de Cristo, Cordero sacrificado. Jesús, con su Sacrificio, transformó la mayor iniquidad en un acto supremo de amor. En el curso de los siglos –dijo el Papa– hay hombres y mujeres que con el testimonio de su existencia reflejan un rayo de este amor perfecto, lleno e incontaminado. Me gusta recordar un heroico testimonio de nuestros días, don Andrea Santoro, sacerdote de la diócesis de Roma y misionero en Turquía. Pocos días antes de ser asesinado en Trebisonda, escribió: “Estoy aquí para habitar en medio de esta gente y permitir que lo haga Jesús prestándole mi carne... Sólo nos volvemos capaces de salvación ofreciendo la propia carne. El mal del mundo debe ser llevado y debe ser compartido el dolor, absorbiéndolo en la propia carne hasta el fondo, como hizo Jesús”. Que este ejemplo de un hombre de nuestro tiempo, y muchos otros, nos apoyen a la hora de ofrecer nuestra vida como don de amor a los hermanos, imitando a Jesús. Y también hoy –prosiguió– hay muchos hombres y mujeres, verdaderos mártires, que ofrecen sus vidas con Jesús para confesar la fe, solo por ese motivo. Es un servicio, servicio del testimonio cristiano hasta la sangre, servicio que nos hizo Cristo: nos redimió hasta el final. Y este es el significado de esa palabra: “¡Está cumplido!”. Qué hermoso será cuando todos nosotros, al final de nuestras vidas, con nuestros errores, nuestros pecados, también con nuestras buenas obras, con nuestro amor por el prójimo, podamos decir al Padre como Jesús: “¡Está cumplido!”, pero no con la perfección con la que lo dijo Él, sino diciendo: “Pero, Señor, yo hice lo que pude”, “¡Está cumplido!”. Adorando la Cruz, viendo a Jesús, pensemos en el amor, en el servicio, en nuestra vida, en los mártires cristianos, y también nos hará bien pensar en el fin de nuestra vida. Nadie sabe cuándo llegará esto, pero podemos pedir la gracia de poder decir: “Pero, Padre, hice lo que pude”, “¡Está cumplido!”».

En la vigilia pascual, recordó el Pontífice argentino, «celebramos a Cristo Resucitado, centro y fin del cosmos y de la historia, velamos llenos de esperanza esperando su regreso, cuando la Pascua tenga su plena manifestación. A veces, la oscuridad de la noche parece penetrar en nuestras almas; a veces pensamos: “Ya no hay nada que hacer”, y el corazón ya no encuentra la fuerza para amar… Pero justamente en esa oscuridad Cristo enciende el fuego del amor de Dios: un resplandor que rompe la oscuridad y anuncia un nuevo inicio, algo comienza en la oscuridad más profunda. Nosotros sabemos que la noche es más noche y más oscura antes de que comience el día. Pero justamente en esa oscuridad es Cristo quien vence y enciende el fuego del amor. La piedra del dolor cae dejando espacio a la esperanza. ¡Este es el gran misterio de la Pascua! En esta santa noche la Iglesia nos entrega la luz del Resucitado, para que en nosotros no tenga espacio ese lamento de los que dicen: “ya no hay nada que hacer…”, sino la esperanza de los que se abren a un presente lleno de futuro: Cristo venció a la muerte, y nosotros con Él. Nuestra vida no acaba ante la piedra de un Sepulcro, nuestra vida va más allá con la esperanza hcia el Cristo que resucitó justamente de ese Sepulcro. Como cristianos, somos llamados a ser centinelas de la mañana, que sepan ver los signos del resucitado, como hicieron las mujeres y los discípulos que acudieron al Sepulcro al alba del primer día de la semana». 

Al final de la audiencia, el Papa recordó a Juan Pablo II, que murió hace diez años, el dos de abril de 2005: «Lo recordamos como gran testimonio del Cristo que sufre, muerto y resucitado –dijo dirigiéndose a los peregrinos polacos. Y le pedimos que interceda por nosotros, por las familias, por la Iglesia, para que la luz de la resurrección resplandezca por encima de todas las sombras de nuestra vida y nos llene de alegría y de paz». Después, a los jóvenes y a los enfermos, a los recién casados, dijo: «Mañana se cumple el décimo aniversario de la muerte de San Juan Pablo II: que su ejemplo y testimonio estén siempre vivos entre nosotros. Queridos jóvenes, aprendan a afrontar la vida con su ardor y su entusiasmo; queridos enfermos, lleven con alegría cruz del sufrimiento como nos enseñó; y ustedes, queridos recién casados, pongan siempre a Dios en el centro, para que su historia conyugal tenga más amor y fidelidad».

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