Papa Francisco y la importancia de ser una buena persona

Papa Francisco y la importancia de ser una buena persona

Las personas amables son un «milagro», «una estrella en medio de la oscuridad». Son ellas las que cambian el mundo (Encíclica ‘Fratelli Tutti’)

 

Un punto original de la nueva encíclica social del papa Francisco, ‘Fratelli Tutti’, publicada en la fiesta de San Francisco de Asís, 4 de octubre 2020, está en su reflexión sobre el “milagro de la bondad” y de la “amabilidad” como llave de la fraternidad.

 

Con su nueva encíclica, el Papa invita a buscar relaciones cotidianas, con “sabor a Evangelio” (1). Por ello se inspira por segunda vez (2015 – Laudato Sí) en la figura de San Francisco que “fue un padre fecundo que despertó el sueño de una sociedad fraterna”.

Durante la pandemia, hemos visto aumentar fenómenos sociales como la violencia doméstica, el mal trato de la mujer o constatar la fragilidad de las relaciones interpersonales en familia, y en el peligro de los padres de familia de delegar la educación de los niños y de los jóvenes únicamente a las instituciones educativas tradicionales como la escuela; si importantes, pero en complemento con la familia y la amistad social.

Del capítulo sexto, “Diálogo y amistad social”, surge también el concepto de la vida como “el arte del encuentro” con todos, porque “de todos se puede aprender algo, nadie es inservible” (215). El verdadero diálogo, en efecto, es el que permite respetar el punto de vista del otro, sus intereses legítimos y, sobre todo, la verdad de la dignidad humana.

La amabilidad como antivirus al relativismo (205) también contra el cinismo en las relaciones. En particular, el Papa hace un llamamiento al “milagro de una persona amable”, una actitud que debe ser recuperada porque es “una estrella en medio de la oscuridad”.

Se trata de “una liberación de la crueldad que a veces penetra las relaciones humanas, de la ansiedad que no nos deja pensar en los demás, de la urgencia distraída” que prevalecen en los tiempos contemporáneos. Una persona amable, escribe Francisco, crea una sana convivencia y abre el camino donde la exasperación destruye los puentes (222-224)

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En este sentido, la amabilidad no se constituye a partir de los aspectos comunes o colectivos (pienso, comparto contigo, por lo tanto estoy contigo), no, mas bien se trata de aceptar la diferencia en el otro. El conflicto hace emerger simetrías, diferencias y puntos de vista divergentes. Sin embargo, estamos de frente a un nuevo significado de la amabilidad.

Esto es, que la amabilidad se transforme en un principio que rompa muros en cuánto reconocemos al otro, como es y no como quisiéramos que fuera, portador de principios y valores distintos a los míos, sin considerarlo más como un enemigo, y que el otro sea una extensión de mi humanidad. La amabilidad también nos ayuda a expresar el perdón.

El ‘otro’ entonces es un universo que se abre con su infinitud delante de nosotros. Lo importante en las relaciones es ser conscientes de lo que sucede dentro de nosotros, siendo trasparentes, auténticos; por el hecho de que la mayor parte de nuestras decisiones dependen de nuestros sentimientos y nuestros afectos.

No se trata de mostrarse ‘héroes infalibles’ como demuestra el Papa, sino tomar nota de las consecuencias de cada acción y de corregir nuestra manera de comunicar y actuar paso a paso, ser amables no es una etiqueta social, es el antivirus contra el mal de creernos superiores a los demás, de hecho tratando con indiferencia a quien es diverso.

Solo en virtud del diálogo la persona abandona la pretensión de imponerse sobre los demás, aprende a servirse de la opinión del otro para reconocer los propios límites y así crecer, como invita Francisco en esta nueva encíclica que dará de qué hablar, reflexionar, pero sobre todo a actuar.

Por ello, el Papa al final pone también como ejemplo al beato Carlos de Foucauld, “el hermano universal”. La Encíclica precisamente concluye con la memoria de Martin Luther King, Desmond Tutu, Mahatma Gandhi y sobre todo, el Beato Carlos de Foucauld, modelo para todos de amabilidad sin resignación, lo que significa también identificarse con los últimos para convertirse en “el hermano universal” (286-287).

Las últimas líneas del documento están confiadas a dos oraciones: una “al Creador” y la otra “cristiana ecuménica”, para que en el corazón de los hombres haya “un espíritu de hermanos” y crezca “el milagro de la bondad”.

Oración al Creador

Señor y Padre de la humanidad,

que creaste a todos los seres humanos con la misma dignidad, infunde en nuestros corazones un espíritu fraternal.

Inspíranos un sueño de reencuentro, de diálogo, de justicia y de paz. Impúlsanos a crear sociedades más sanas

y un mundo más digno,

sin hambre, sin pobreza, sin violencia, sin guerras.

Que nuestro corazón se abra

a todos los pueblos y naciones de la tierra,

para reconocer el bien y la belleza

que sembraste en cada uno,

para estrechar lazos de unidad, de proyectos comunes, de esperanzas compartidas. Amén.

Oración cristiana ecuménica

Dios nuestro, Trinidad de amor,

desde la fuerza comunitaria de tu intimidad divina

derrama en nosotros el río del amor fraterno.

Danos ese amor que se reflejaba en los gestos de Jesús,

en su familia de Nazaret y en la primera comunidad cristiana.

Concede a los cristianos que vivamos el Evangelio

y podamos reconocer a Cristo en cada ser humano,

para verlo crucificado en las angustias de los abandonados y olvidados de este mundo

y resucitado en cada hermano que se levanta.

Ven, Espíritu Santo, muéstranos tu hermosura reflejada en todos los pueblos de la tierra,

para descubrir que todos son importantes,

que todos son necesarios, que son rostros diferentes de la misma humanidad que amas. Amén.

Francisco

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