Papa Francisco: el camino es el servicio al prójimo

Papa Francisco: el camino es el servicio al prójimo

Durante la primera Misa del año en la capilla de la Casa Santa Marta, el Pontífice dijo que el corazón de la fe en Dios son las obras de misericordia, porque «cada hermano nuestro, a quien debemos amar, es carne de Cristo»

Por DOMENICO AGASSO JR. - CIUDAD DEL VATICANO

La vía que hay que seguir es una sola: el servicio al prójimo. Las obras de misericordia son el corazón de la fe en Dios. Hay que tener cuidado con la mundanidad y los espíritus «anticristo» que nos alejan del Señor. Lo afirmó Papa Francisco en la primera homilía matutina en la capilla de la Casa Santa Marta después de la pausa navideña.

El Pontífice, según indicó la Radio Vaticana, reflexionó sobre la Primera Lectura de la liturgia de hoy, de la Primera Carta de San Juan el Apóstol, basándose en el concepto de «Permanecer en Dios», que es «un poco el respiro de la vida cristiana, y el estilo». Un cristiano «es aquel que permanece en Dios», que «tiene el Espíritu Santo y se deja guiar por Él».

Al mismo tiempo, San Juan el Apóstol advierte que no hay que prestar «fe a cualquier espíritu»: hay que poner «a la prueba los espíritus para constatar si verdaderamente provienen de Dios. Y esta es la regla cotidiana de vida que nos enseña Juan».

Pero, ¿qué significa? No se trata de «fantasmas», precisó el Papa, sino de «constatar», observar «qué sucede en mi corazón», cuál es el origen «de lo que estoy sintiendo ahora, ¿de donde viene? Esto es poner a la prueba para constatar». En otras palabras, interrogarse si lo que «siento viene de Dios» o de otro lado, «del anticristo».

Por lo tanto, hay que discernir bien qué sucede en el alma. El Papa se detuvo, como en otras ocasiones, a reflexionar sobre la mundanidad, es decir, «el espíritu que nos aleja del Espíritu de Dios que nos hace permanecer en el Señor». 

¿Y cuál es el criterio «para hacer un buen discernimiento de lo que sucede en mi alma»; hay uno solo, que nos lo ofrece el Apóstol Juan: «Cada espíritu que reconoce a Jesucristo que vino en la carne, es de Dios; cada espíritu que no reconoce a Jesús no es de Dios».

«El criterio es la encarnación —explicó Francisco—; puedo sentir muchas cosas dentro, incluso cosas buenas, ideas buenas. Pero si estas ideas buenas, estos sentimientos, no me llevan a Dios que se hizo carne, no me llevan al prójimo, al hermano, no soy de Dios. Por ello, Juan comienza este pasaje de su carta diciendo: ‘Este es el mandamiento de Dios: que creamos en el nombre de Su Hijo Jesucristo y que nos amemos los unos a los otros’».

Entonces, como es lógico, en el centro de la fe están la obras de misericordia. Se pueden pensar «muchos planes pastorales», idear nuevos «métodos para acercar a la gente», pero no servirían, afirmó Francisco, porque «si no seguimos el camino de Dios que vino en la carne, del Hijo de Dios que se hizo hombre para caminar con nosotros, no estamos en el camino del buen espíritu: es el anticristo, la mundanidad, es el espíritu del mundo».

Y el Papa subrayó: «¡Cuánta gente encontramos, en la vida, que parece espiritual: ‘Pero, ¡qué persona espiritual es esta!’; pero que no se hable de hacer obras de misericordia. ¿Por qué? Porque las obras de misericordia son justamente el concepto de nuestra confesión de que el Hijo de Dios se hizo carne: visitar a los enfermos, dar de comer a quien no tiene comida, cuidar a los descartados… Obras de misericordia. ¿Por qué? Porque cada hermano nuestro, a quien debemos amar, es carne de Cristo, Dios se hizo carne para identificarse con nosotros».

Entonces, si el espíritu llega desde el Señor nos conduce al servicio a los demás: «El servicio al prójimo —indicó Francisco—, al hermano, a la hermana que lo necesita», que «necesita incluso un consejo, que necesita de mi oreja para ser escuchado, estos son los signos de que vamos por la vía del buen espíritu, es decir por la vía del Verbo de Dios que se hizo carne».

Para concluir, el Papa invitó a los fieles a invocar «al Señor, hoy, la gracia de conocer bien qué sucede en nuestro corazón, qué nos gusta hacer, es decir lo que me toca más: si el espíritu de Dios, que me lleva al servicio a los demás, o el espíritu del mundo que gira alrededor de mí mismo, de mis cerrazones, de mis egoísmos, y de tantas otras cosas… Pidamos la gracia de conocer qué sucede en nuestro corazón».

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