El Papa abre su corazón a las victimas del terremoto en centro de Italia

El Papa abre su corazón a las victimas del terremoto en centro de Italia

El Pontífice confió sus sentimientos al recibir la noticia del terremoto que golpeó a miles y miles de familias italianas: “Tengo que ir…”

Por ARY WALDIR RAMOS DÍAZ

“Llorar solo hace bien, pero llorar juntos es mejor, nos reencontramos llorando juntos. Estas son las cosas que me vinieron del corazón cuando he sentido estos testimonios”, dijo el Papa Francisco a las personas del centro de Italia, damnificados por los terremotos del 24 de agosto, del 26 y del 30 de octubre 2016, en el aula Pablo VI del Vaticano.

El encuentro ha sido dedicado especialmente a las personas que han perdido sus familiares, la casa, el trabajo. Una cita querida por el Papa para dar esperanza y consuelo a los desplazados y las familias que viven en albergues o en tiendas de campaña tras el seísmo.

El Pontífice ha hecho una confidencia sobre sus sentimientos y cómo recibió la noticia la mañana siguiente del terremoto. “He recibido una nota de papel donde se hablaba de los dos temblores. Dos cosas he sentido: Tengo que ir y después he sentido dolor, mucho dolor. Con este dolor he ido a celebrar la misa del día”.

“Gracias por venir hoy y en las audiencias de estos meses. Gracias por todo lo que ustedes han hecho por ayudarnos a reconstruir el corazón, las casas, el tejido social, también por reconstruir con su ejemplo nuestro corazón lleno de egoísmo. Nosotros que no hemos sufrido esto. Gracias a ustedes. Estoy cerca de ustedes”, dijo emocionado.

Reconstruir

Después de oír a las víctimas del terremoto, Francisco hizo hincapié en la palabra “reconstruir”. “Lo que Rafael Festa (un padre de familia que perdió su casa y algunos parientes) ha dicho con determinación, ‘reconstruir los corazones aún antes que las casas’. ¡Reconstruir! – Lo ha dicho el padre Luciano –  el tejido social y humano, la comunidad eclesial. ¡Reconstruir!”.

Francisco contó una anécdota personal cuando encontró a un hombre en unos de sus viajes. Le dijo: “Por tercera vez, comenzaré a construir mi casa, recomenzar, no dejarse. Recomenzar. ‘He perdido todo’, se dice con dolor. ¡El dolor es grande, eh! Las heridas del corazón están ahí.

La memoria de Giulia

Los escombros aún pesan en la memoria de los muertos. “Aquí hace varias semanas he encontrado la familia de Giulia”.

Era el 26 de octubre 2016 cuando abrazó y consoló a Michela Sirianni Massaro, la mamá de Giulia de 11 años, que murió bajo los escombros de su casa devastada por el terremoto de agosto en Pescara del Tronto. Francisco acarició de manera especial a Georgia de 4 años que le ha mostrado la foto de su hermanita sonriente, mientras sus padres sin resignación hablaban al presente de la hija perdida.

Después recordó al matrimonio que perdió a sus hijos gemelos. Rostros en la memoria del Pontífice y reflejo de los semblantes reunidos en el aula Pablo VI.

“Ustedes han perdido gente de su familia”. El Pontífice en un tono de voz bajo, pausado y cercano habló de esperanza y repudió el optimismo fácil cuando la muerte ha tocado la puerta de las familias.

“Los corazones están heridos. Pero está la palabra de Rafael: ‘Reconstruir el corazón’, que no es, se recomenzará mañana, no es optimismo ¡No, hay lugar para el optimismo aquí! No. Pero si para la esperanza. El optimismo es un sentimiento que sirve para algo en algún momento o te lleva hacia adelante; no tiene sustancia!”.

Esperanza, no optimismo 

“Hoy sirve la esperanza y esta sirve para reconstruir usando las manos. Rafael ha hablado de las manos, primer abrazo a su mujer, luego cuando toma los niños para sacarlos de la casa. ¡Las manos! Esas manos que ayudan a los familiares a liberarse de los escombros”.

“Esa mano que deja a su hijo en brazos de no se sabe quien para luego ir a ayudar a otro”, ahondó con voz casi quebrantada.

Un discurso hecho de silencios, pausas para sacar las palabras de la profundidad. Asimismo, reiteró que se necesita para “reconstruir”, el “corazón” y las “manos” de todos.

“Esas manos, de cuando decimos que Dios, como un artesano, a creado el mundo. Las manos que curan”.

Recordó que le gusta mucho bendecir las manos de los enfermeros, de los médicos, porque sirven para curar.

Una alegoría del Papa a las manos como significado de la ayuda concreta para auxiliar, ayudar, consolar ante tanto dolor.  “Las manos de los bomberos, tan especiales. Las manos de todos aquellos que dijeron: Doy de lo mejor de mí”.

La herida 

“La herida” fue otra palabra clave del discurso a brazo del Papa a los damnificados del terremoto. “No herir más lo que está herido, con palabras vacías tantas veces, o con noticias que no tienen respeto o ternura delante al dolor. No herir”.

“Muchos han perdido la casa, los hijos, los padres, un cónyuge. Pero no herir, el silencio, las caricias, la ternura del corazón nos ayudan a no herir”.

Los milagros en el momento del dolor. “Existen reconciliaciones  – dijo el párroco (que brindó su testimonio) – se dejan atrás antiguas historias, nos encontramos juntos en otra situación. Reencontrarse con el beso, con el abrazo, con la ayuda reciproca, también con el llanto”.

“Llorar sólo hace bien, es una expresión ante nosotros mismos y ante Dios, pero llorar juntos es mejor, nos reencontramos llorando juntos. Estas son las cosas que me vinieron del corazón cuando he sentido estos testimonios”.

Francisco citando a Rafael, el padre de familia que perdió todo, repitió: “Hoy nuestra vida no es la misma. ¡Es verdad! Hemos salido salvos, pero hemos perdido, salvos pero derrotados. Es algo nuevo en este camino de vida”.

La “herida se cura”, pero las “cicatrices quedarán para toda la vida”. Lo dijo al rememorar el dolor de las familias presentes en Sala Nervi.  “Sí, está la suerte de haber quedado vivos, pero no es igual que antes”, añadió.

Virtudes 

Sucesivamente, rememoró a Don Luciano -el  párroco- que rindió testimonio sobre las virtudes de los damnificados: “la valentía, la tenacidad, la paciencia, la solidaridad de la ayuda reciproca de mi gente”.

“!Esto se llama ser bien nacidos!”, dijo, trayendo la expresión de su idioma materno, el español.

El Papa aseguró que se sentía orgulloso de los párrocos “que no abandonaron la tierra. Esto es bueno, tener pastores que cuando ven al lobo no se fugan”.

“Cercanía” fue otra de las palabras con las cuales el Papa confortó a las víctimas del terremoto en centro Italia. “La cercanía – prosiguió – nos hace más humanos, mas personas de bien, más valientes. Una cosa es ir sólo por el camino de la vida y otra cosa es andar de la mano cercano a alguien más”.

“Recomenzar, reconstruir, sin perder la capacidad de soñar”. “Tener la capacidad de soñar otra vez, estas son las cosas que más me han tocado el corazón de los dos testimonios”.

“Por eso he querido hacer mías sus palabras porque en su situación, lo peor que se puede hacer es hacer un sermón, lo peor…”, dijo entre el aplauso de los presentes.

“Solamente he tomado lo que está en sus corazones para hacerlo propio y decirlo junto a ustedes…Saben que estoy cerca de ustedes”, expresó.

El Papa al final les agradeció y rezó con las familias de los damnificados el Ave María.  “He agradecido tantos voluntarios, la autoridad, los alcaldes y a aquellos que se han involucrado en esta tragedia…A todos, sin excepción, les agradezco”.

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