Paglia: “Las sociedades aún no plantearon cómo acompañar afectiva y sanitariamente a los adultos mayores”

Paglia: “Las sociedades aún no plantearon cómo acompañar afectiva y sanitariamente a los adultos mayores”

El presidente de la Pontificia Academia para la Vida advierte que “es la primera vez en la historia de la humanidad que existe una vejez masiva” y considera que se perdió una gran oportunidad de promover la relación entre los abuelos y los nietos.

Por Sergio Rubin

La expectativa de vida creció sensiblemente en el último siglo. Cada vez más personas viven más años. Pero el presidente de la Pontificia Academia para la Vida del Vaticano, el arzobispo Vincenzo Paglia, considera que las sociedades aún no plantearon cómo desarrollar el potencial de los adultos mayores y, además, acompañarlos afectiva y sanitariamente.

Autor en Italia de una ley sobre la atención a los adultos mayores aprobada por unanimidad en el Congreso el año pasado, Paglia estuvo recientemente en la Argentina exponiendo su visión en el Senado, la Legislatura porteña, la UCA y la Universidad Del Salvador. Y suscribió con judíos y musulmanes un compromiso de protección a los mayores.

-¿Las sociedades se están planteando cómo responder adecuadamente a crecimiento de la cantidad de adultos mayores?

-El problema es, precisamente, que no se sabe bien qué hacer. Podríamos decir que es la primera vez en la historia de la humanidad que existe una vejez masiva, pero no hay una acabada visión política, económica, cultural, social y religiosa ante esta nueva situación. Pensemos que la gente vive 30 años más. Que el jardín maternal, la escuela primaria y la secundaria, la universidad y la especialización insumen los primeros 27, 30 años de vida. Luego vienen los 30 años de trabajo y, finalmente, llega la jubilación y 30 años más de vida… ¿para hacer qué? Hace falta una reflexión sobre esta etapa para que no prime una visión de final de la existencia y no sea un tiempo desaprovechado, ni mucho menos de abandono, de descarte.

-¿Por dónde debe ir esa reflexión? ¿Qué debería hacerse?

-Por un lado hay que ayudar a los adultos mayores a descubrir o redescubrir sus responsabilidades. Hay muchos ancianos que están en buenas condiciones. Pueden continuar trabajando o pueden ejercer un voluntariado, que es una riqueza enorme. Estamos hablando de de personas que todavía pueden servir en sus países. Al mismo tiempo, debemos promover en la sociedad la responsabilidad del cuidado de los adultos mayores. El gobierno, las provincias, los municipios, las iglesias, el voluntariado, la sociedad en su conjunto deben hacerse cargo. En Italia el gobierno me encomendó una comisión para reorganizar la ayuda para los 14 millones de adultos mayores. Muchos están bien, otros no son autosuficientes.

-¿A qué conclusiones arribaron? ¿Qué pudieron hacer?

-Elaboramos una ley que las dos cámaras del Congreso aprobaron sin ningún voto en contra y que prevé que ningún adulto mayor sea dejado solo. El criterio central es que, en la medida de lo posible, deben quedarse en su casa siendo ayudados a medida que se presentan las dificultades. Porque desgraciadamente existe la tendencia a ponerlo rápidamente en un asilo de ancianos, en un geriátrico. Un amigo mío sacerdote muy sabio que se ocupaba de los adultos mayores decía que Dios creó la familia y los hombres, los geriátricos. Nosotros tenemos que estar del lado de Dios. Pero ayudando a las familias para que ellos puedan seguir en el hogar. Por eso, la ley prevé la asistencia domiciliaria integral y continua.

-Ocurre que a veces su permanencia en el hogar se torna muy difícil por su patología y la asistencia es insuficiente…

-La ley también prevé un centro de día con varias disciplinas asistenciales y actividades donde los adultos mayores son llevados a la mañana y a la noche vuelven a su casa. Esto implica un cambio de cultura en la sociedad para que los adultos mayores no sean descartados por los propios ciudadanos y el Estado asuma el sostenimiento. En definitiva, no queremos que los enfermos de Alzheimer sean puestos, sin más, en un geriátrico. O que ante una dolencia determinada rápidamente sean internados cuando, en realidad, podrían ser atendidos adecuadamente en la casa.

-¿Pero esto implica recursos del Estado?

-De acuerdo con los cálculos que hicimos en Italia, el cuidado en el hogar le permite al Estado ahorrar mucha plata. Cuesta mucho menos que en lugares sustitutos o en los hospitales. En Italia una jornada de internación para asistencia inmediata cuesta 730 euros. En cambio, en la casa, unos 30 o 40 euros. Por eso, es necesario que la medicina vuelva al hogar y no se quede únicamente en el hospital. Obviamente esto requiere una reorganización del sistema hospitalario con la consiguiente redistribución de los recursos.

-El otro dilema es qué hacer cuando una vida se apaga irremediablemente. ¿Cuál es su posición?

-Creo que debemos evitar dos excesos. La eutanasia y el ensañamiento terapéutico. El equilibrio es el acompañamiento a través de los cuidados paliativos. Porque estoy seguro que la gente no quiere morirse, ni sufrir, ni estar sola. Los cuidados paliativos son, además, una oportunidad enorme también para la medicina de descubrir su vocación, que es curar cuando sea posible. Y cuando no es más posible hay que brindar una atención paleativa que requiere un acompañamiento.

-No suele ser una decisión fácil…

-El verdadero problema de la sociedad actual, lo que está en el fondo de esta problemática, es un individualismo exasperante. Sólo pensamos en nosotros mismos. Es una cuestión cultural. También en este aspecto propusimos en Italia cuidados paliativos domiciliarios gratuitas. El criterio es que no podemos descartar a aquellos que por años sirvieron a nuestro país y que, al final de la vida, porque constituyen un gasto, los eliminamos.

-En tanto, se ahonda la brecha entre los jóvenes y los mayores…

-Perdimos una gran oportunidad de promover la relación entre los abuelos y los nietos, que es una relación riquísima de afectividad y de sabiduría. Una relación que contribuye a que los chicos no vivan eventualmente en una familia sin afecto por ausencia de los padres y que pasen menos horas solos con la computadora. Debemos generar una concepción intergeneracional virtuosa, teniendo en cuenta que en el cuidado de los adultos mayores se descubre cuál será el futuro para los hijo.

Señas particulares

Arzobispo, licenciado en Teología, Filosofía y Pedagogía , Vincenzo Paglia es desde 2016 presidente de la Pontificia Academia para la Vida y Gran Canciller del Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia. Consejero espiritual de la Comunidad San Egidio, recibió los premios Gandhi de la Unesco, Madre Teresa del gobierno de Albania e Ibrahim Rugova del de Kosovo. Periodista y escritor con ensayos traducidos a varios idiomas.

Comentá la nota