Los ortodoxos rusos, contra las "pretensiones" de Constantinopla

Los ortodoxos rusos, contra las

Kirill denunció que "algunos se empeñan en destruir las tradiciones de la Ortodoxia, sembrando la división y la hostilidad entre los pueblos y las Iglesias". Acusa al Patriarcado Ecuménico de crear una brecha entre las iglesias griegas y las eslavas.

El Patriarca ortodoxo ruso Kirill denunció que “en el mundo, hay quienes se empeñan en destruir las tradiciones de la Ortodoxia, sembrando la división y la hostilidad entre los pueblos y las Iglesias”. El alto prelado lo dijo al inaugurar una importante conferencia sobre el destino universal del cristianismo ortodoxo: "Ortodoxia mundial: primacía y comunión a la luz del magisterio ortodoxo".

El evento se celebró del 16 al 19 de septiembre en el Aula Sinodal de la Catedral de Cristo Salvador de Moscú. Contó con la participación de los miembros de la Comisión Teológico-Bíblica del Sínodo de los Obispos, representantes de instituciones teológicas y escuelas diocesanas, varios obispos y sacerdotes, e invitados de otras Iglesias autocéfalas que mantienen buenas relaciones con el Patriarcado de Moscú.

Antes de dirigirse a la conferencia, Kirill votó para las elecciones parlamentarias. Lo hizo desde su residencia: las autoridades pusieron a disposición una urna portátil que fue trasladada hasta su domicilio. Posteriormente hizo un llamamiento a los participantes para que aborden con valentía una cuestión tan importante, dado que "la situación en el mundo ortodoxo puede definirse como crítica", tras los acontecimientos de los últimos años que han llevado a la ruptura con los patriarcados de Constantinopla, Alejandría, Atenas y Kiev.

No es casual que en todas las asambleas ecuménicas de los últimos veinte años, el Patriarcado de Moscú se haya negado a discutir la cuestión del primado la Iglesia, por temor a que se trate de un intento de "papalizar" a los orientales exaltando el papel del Patriarcado Ecuménico (Constantinopla) en detrimento de las autonomías locales, y sobre todo de la Iglesia rusa.

Kirill dijo que hay "una franca tendencia a crear una fractura, un 'mediastino' que separe a la Iglesia Ortodoxa griega y mediterránea de la balcánica y eslava, contraponiendo a Constantinopla y Moscú". Esto debilita a la Iglesia Ortodoxa en el mundo "que hoy, junto con otras pocas denominaciones cristianas, es la única capaz de realizar el servicio profético necesario para iluminar lo que sucede en la civilización humana contemporánea".

Tras los saludos del patriarca, la ponencia inicial no podía tener un tema más provocador: "Las pretensiones de poder de Constantinopla como amenaza a la unidad de la Iglesia". Estuvo a cargo del principal colaborador de Kirill, el metropolitano Hilarión. El obispo serbio Irinej y el obispo de Belgorod, en Ucrania, Silvestr, perteneciente al Patriarcado ruso, también hablaron sobre el tema del primado y la autocefalia. El metropolitano Andrej de Georgia y el metropolitano Nikifor de Chipre, en representación de la única Iglesia griega que es pro-rusa, también se pronunciaron sobre los mismos temas.

Los oradores se refirieron a las acusaciones de "neopapismo" formuladas por el propio Kirill contra el Patriarca Ecuménico, Bartolomé. Además, atacaron la aprobación del Tomo de autocefalia de la Iglesia ucraniana "cismática", dirigida por el metropolita Epifanyj y opuesta a los ortodoxos ucranianos fieles a Moscú.

Hilarion recordó que el "primado constantinopolitano" no es de origen patrístico, sino que "fue adquirido a raíz de dolorosas circunstancias históricas, tras el cisma con el Papa de Roma". Constantinopla fue sólo "la segunda Roma, un título de honor, pero no de poder". Recién en el siglo XX, adoptando una función anti-rusa (tras la revolución de 1917), los patriarcas ecuménicos empezarían a pretender inmiscuirse en los asuntos de las demás Iglesias nacionales y sus "territorios canónicos", llegando hasta los "excesos" de Bartolomé.

Las conclusiones de la conferencia servirán como documento de base para el próximo sínodo de obispos ortodoxos rusos, que debería celebrarse a finales de año. Este definirá solemnemente la condena de las "innovaciones canónicas" introducidas por los griegos en la cuestión de la autocefalia y la doctrina sobre la Iglesia en general.

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