Por Daniela Roitstein.
Hay un dicho que reza: “Si quieres verte feliz, ve a Instagram”. Pues claro, lo sabemos: en esa red social, o en Facebook para los más antiguos, todos somos felices, lindos, perfectos, comemos sano, hacemos ejercicio tres veces por semana y rejuvenecemos en lugar de envejecer. Cualquier filtro de zoom también hace maravillas. ¿Queremos vernos graciosos? ¡Un tik tok y listo! ¿Un poco más Intelectuales? Twitter. Allí no hay espacio para esos pequeños defectos que nos hacen, en realidad, tan humanos.
Y sin embargo: la Torá es casi la antítesis. Recién terminamos de celebrar Purim y estamos preparándonos para Pésaj. Analicemos a nuestros personajes. Tenemos a Mordejai y Esther que han llegado a las esferas del poder en base a cierto ocultamiento de la realidad. Una “mentira blanca”. Podríamos reprocharle a Esther cierta falta de sororidad, también, pues aceptó postularse a reina en reemplazo de la asesinada Vashti que solo intentó defender sus derechos mucho antes de que el feminismo fuera un hashtag. ¿Moshé? Primero intentó por todos los medios rehuir al mandato divino de sacar a su pueblo Israel de la esclavitud en Egipto (“no tengo el don de la palabra; no van a escucharme”, etc.). Segundo, se mostró violento al golpear la piedra para obtener agua, cuando Dios le había ordenado simplemente que le hablara ¿Aharón? Bajo su cuidado se construyó el becerro de oro. ¿Miriam? Es castigada con la enfermedad de la lepra por hablar mal de su cuñada, la esposa de su hermano Moshé que era Cusita. ¡Lejos de ser inclusiva! ¿Verdad? De hecho, vamos a incluir a Aharón también aquí, pues Miriam no le estaba hablando a las paredes. Es decir: dos hermanos hablando mal del tercero. No muy bonito para un posteo en sus stories de la red, ¿verdad?
Yaakov engaña a su padre haciéndose pasar por su hermano Esav, para recibir la bendición de la primogenitura. Perdón: no solo “engaña a su padre” sino que “engaña a su padre, ¡ya ciego!”. Perdón: no solo “engaña a su padre ya ciego” sino que lo hace a instancias de… ¡su propia madre, Rivka, quien urde toda la trama del engaño! Si yo fuera Rivka, no iría a vanagloriarme de ello en Facebook.
Pero todos lo sabemos: en esos tiempos remotos no había redes sociales. Y por tanto, los personajes en la Torá -y me atrevería a decir, en la rica historia de nuestro pueblo- no son adonis ni reinas de belleza inmaculadas, ni deidades impolutas y libres de defectos. Son, por el contrario, seres humanos con increíbles virtudes, entre ellas, la virtud de la falencia. Te invito a hacer un recorrido por los personajes más conocidos de nuestra Torá, Tanaj y tradición judía y descubrir cuán vulnerables son (piensa en Job y sus innumerables penurias), cuán faltos de fe, a veces (Sara se ríe al escuchar que Dios anuncia que podrá procrear), cuán temerosos (el profeta Ioná escapa en un barco al mandato divino de hacer retornar a la gente de Nínive al camino de las buenas acciones, y es tragado por una ballena); cuán ambiciosos (piensa en Eva que indujo a Adán a comer del fruto del árbol prohibido, el árbol “del conocimiento del bien y del mal”); cuán criminales (Caín mató a Abel), cuán testarudos (piensa en la esposa de Lot, convertida en estatua de sal por mirar atrás contradiciendo la orden explícita de no hacerlo). Y sin embargo: son nuestros íconos, aquellos sobre los cuales se eligió construir el relato de un pueblo resiliente, con una mirada ética sobre la historia y el mundo, sobre la base de la grandeza humana que implica, y tiene en su germen, el reconocimiento y la superación, cuando se puede, de esos mismos defectos que nos hacen simplemente “ser”. Pues la otra cara de estos personajes es la valiosa: Job resiste, Ioná acepta su misión, Miriam es una líder en quien Moshé confía y reposa: el Talmud explica que fue mérito de Miriam que los Israelitas tuvieran un pozo de agua que los acompañara a lo largo del desierto.
Tal vez, si hubiese habido Redes Sociales en la época de Caín, este se hubiese sacado una selfie con la espada blandiendo sobre la cabeza de su hermano Abel. Y el texto rezaría: “un día de campo”. Porque nadie quiere mostrar el lado B. Excepto nosotros, nuestra sabia tradición judía.
En la Torá no había Instagram… ¡Gracias a Dios!.
Comentá la nota