El sacerdote salesiano falleció a los 88 años tras una vida de compromiso con la indigencia
Por MÓNICA IBÁÑEZ
Bogotá se vistió de luto al perder, el 23 de marzo, a uno de los hombres que se comprometió con una realidad social que cada vez crece más en Colombia, la indigencia.
El padre Javier de Nicoló, fundador y exdirector del Instituto Distrital de la Protección de la Niñez y la Juventud (IDIPRON), miembro de la comunidad salesiana, falleció a los 88 años. Siempre será recordado como el cura que salvó a miles de niños de la calle en Bogotá y que fue capaz de devolverles la sonrisa.
¡Papá Javier!
De Nicoló nació en Bari (Italia) el 29 de abril de 1928. A sus 20 años llegó a Colombia, al puerto de Buenaventura donde inició su trabajó con los más necesitados para luego continuar en Bogotá.
Siendo sacerdote, en 1970, asume la dirección del IDIPRON entregándose sin descanso ni medida a todos los niños y adolescentes que vivían en la calle y estaban consumidos por la droga.
El padre inició su lucha por darles oportunidades, haciéndose cargo de ellos, ejerciendo su paternidad espiritual.
En el 2008, a sus 80 años es retirado de su cargo público y en2009 se dedicó completamente a la Fundación Servicio Juvenil desde donde siguió trabajando por sus niños y jóvenes.
El “papá Nicoló”, llamado así muy cariñosamente por sus niños y conocidos, falleció llevándose al cielo la satisfacción de haber sido instrumento para que más de 80.000 personas hayan encontrado un sentido a sus vidas.
Gratitud ante tanto amor
John Fredy Beltrán, que llegó a vivir en la calle, compartió con el diario El Tiempo su testimonio de vida. “A los 7 años conocí en una fogata al papá Nicoló. Allí él nos decía que lanzáramos la prenda de vestir más, más sucia y pidiéramos un deseo. Mire usted, tengo mi familia, un trabajo, soy un hombre de bien, se cumplió lo que pedí”, sostuvo.
Debido al maltrato que recibía en su niñez a sus 5 años decidió ir a la calle en busca de un buen trato, pero el destino fue distinto.“Conocí las drogas muy niño, como a los 6 consumí marihuana, a los 10 metía perico y así me fui hundiendo más, pero la vida me trajo una sorpresa enorme que hoy con tristeza despido”, señaló.
Por otro lado, Wilson Castiblanco, intentando huir del peligro de su barrio, no encontró mejor destino. A sus 11 años su vida estaba limitada a rondar las calles del Cartucho, en el centro de Bogotá.
“A la edad de 10 años yo vivía en un barrio de la localidad de San Cristóbal, y me fui por la violencia, no de mi hogar, sino de las calles. Era un barrio muy peligroso, porque allá operaba un expendio de droga, entonces asesinaban a los que la vendían sin permiso. Yo pude ver muchas muertes en el andén de mi casa y yo no quería eso, yo quería otra vida y me fui, pero fue peor”, contó Castiblanco.
Sin embargo, expresó en diálogo con El Tiempo, que fue una bendición encontrarse con Javier, quien rondaba las calles para compartir con aquellos niños consumidos por las drogas.
“Conocer al papá más grande, fue como ver una luz”, expresó.
En las noches el padre extranjero acogía a los niños que no tenían hogar y Wilson no pensó dos veces para ir hasta aquel hogar en donde encontró amor y oportunidad de trabajar.
Estos son dos de miles de testimonios que abarrotaron la iglesia donde el sacerdote fue despedido en oración.
Cientos de personas que desde niños por problemas familiares, adición a las drogas, se introdujeron en la delincuencia común fueron rescatadas por Nicoló durante 49 años en los que sirvió en el IDIPRON y en otros hogares que dispuso para acoger a niños habitantes de la calle.
La despedida
¡Viva papá Javier! Se escuchaba por las calles que acompañaron el féretro del padre Javier. Aproximadamente 40.000 personas vestidas de blanco se dieron cita para despedir a quien les dio la posibilidad de progresar en su vida.
El Santuario de Nuestra Señora del Carmen se vio abarrotado de personas que en su mayoría eran exhabitantes de calle que hoy vestidos de trajes elegantes recordaban con nostalgia al hombre que nunca los juzgó, sino que siempre los amó. Su presencia en la Eucaristía y luego camino al entierro fue expresión de cómo una vida entregada es capaz de cambiar la vida de cientos de miles de jóvenes.
Los miles de jóvenes que fueron robados de la calle no dejaron de cantar y expresar, en medio del dolor, la alegría que Nicoló les enseñó. La procesión fue acompañada de payasos, zanqueros; muchachos que habían sido reintegrados por él, rescatados del mundo de la adicción.
A favor de la vida digna
Estas fueron algunas frases del Padre Javier de Nicoló que expresaron el norte de su trabajo:
“En un taller feo no se puede construir nada bonito. El trabajo es nuestra fiesta. El que no trabaja, no come”.
“Para un joven, el ambiente festivo es su medio, así como para los peces el agua. Servir es mandar”.
“La mejor teoría de todos los tiempos es el amor y la mejor profesión servir al prójimo con amor”.
“Lo difícil no es encontrar profesionales, lo difícil es encontrar verdaderos educadores”.
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