Las musulmanas de Bolivia

Las musulmanas de Bolivia

“Hay muchos prejuicios y desconocimiento sobre el Islam en Bolivia pero también en el mundo”, dice Carolina. “Llevar el velo o no depende del libre albedrío de cada una. Se trata de leer el Corán, de preparase y decidir”, complementa Dana. “Elegir la religión es un derecho. Yo he abrazado el Islam y espero que me respeten como yo respeto”, remata Scarlet.

 

Son bolivianas, madres, profesionales y musulmanas porque así lo han decidido. Como ellas, al menos un millar de mujeres son parte de la comunidad musulmana en Bolivia. Más de 2.500 personas en el país  profesan el Islam,  una de las tres religiones monoteístas que, con base en el Corán, dice que “no hay más Dios que Allah (Alá) y Muhammad (Mahoma) es su profeta”.

La mezquita As Salam está ubicada en la calle Fernando Guachalla, a media cuadra del mercado Sopocachi. La casa es inconfundible por su cúpula dorada, construida por artesanos de la Feria 16 de Julio. Vestida con un hiyab de sutiles bordados, Scarlet León abre las puertas.

Dentro, entre tapices y alfombras, se ha habilitado en dos pisos una sala de mujeres y otra de hombres, una oficina, y hasta una guardería para los niños. La tercera planta está dedicada a la mezquita con área de purificación, alfombras y en un atril central, el Corán en árabe. Allí se realizan las sesiones de oración que deben ser cinco al día.

A Scarlet se ha sumado Amina, una de las más antiguas en el Islam que decidió cambiar su nombre, Marilyn, por el de la madre del profeta. Se une Carolina, que ha adoptado el poético nombre musulmán de Kausar o río del Paraíso. Se suman pronto Nora y Dana. Juntas, las cinco, bromean y ríen espontáneas.

Ella conoció la religión musulmana mediante una compañera de la universidad que un día la invitó a una reunión. Siguieron meses de preparación y reflexión hasta que abrazó el Islam, convencida de que en esta religión hallaba las respuestas que había buscado siempre.

En el libro La mujer en el Islam, de Sharif Abduk Adim, sostiene que el Islam “garantiza desde hace siglos a las mujeres derechos que el mundo moderno sólo les ha reconocido en este siglo”. Y menciona que los musulmanes reconocen el divorcio, el derecho a la propiedad y herencia para madres, esposas e hijas.

En realidad, el Islam protege los derechos de la mujer, la respeta, incentiva que estudie, que trabaje y que se cultive”, dice Amina.

“Hay que diferenciar la religión de la cultura. Los talibanes mezclan religión con política y se difunde una imagen de opresión de las mujeres que no está, de ninguna  manera, en el Islam, una religión que  tiene más de 1.400 años”, apunta Scarlet.

“El hombre y la mujer tienen derechos y obligaciones. El Islam, que significa paz, establece la igualdad y eso debe saberlo toda musulmana que lea el Coran”, comenta Dana.

Nora conoció a su esposo después de convertirse al Islam y coincidieron también en la universidad donde él estudiaba medicina y ella, fisioterapia. Ahora el palestino Aymán Altaramsi es representante de la Comunidad Musulmana en Bolivia. Y juntos tienen tres niñas.

Testimonios de fe

Fueron diversos los caminos y las razones de condujeron a estas mujeres, todas católicas,  al Islam. “Es la historia que Allah escribe para cada uno”, apunta Nora. Para ella, la religión fue un bálsamo cuando perdió a su hijo y  halló en la comunidad musulmana una familia.

Como el hijo de Amina, la mamá de Dana había manifestado su intención de abrazar el Islam poco antes de morir. “La intención manifiesta es suficiente; yo sé que mi mamita está en el paraíso y que la volveré a ver”.

Para Kauser fue la respuesta a una larga búsqueda espiritual que le llegó mediante un anuncio en la web que despertó su curiosidad y la animó a investigar. Pocos días después abrazaba la religión musulmana.

Siguiendo el Corán, los musulmanes deben cumplir ciertas obligaciones: cinco sesiones diarias de oración, el ayuno en el mes del Ramadán y la peregrinación al menos una vez en la vida a La Meca, “si fuera posible”.

Se suma la prohibición de consumir carne de cerdo y la celebración de fiestas como la del cordero, entre otras.

“A veces es un poco difícil orar si estás en el trabajo con gente que no entiende tu filosofía; pero hay que darse maneras”, comenta Nora. Pasa lo mismo con el cumplimiento del ayuno del Ramadán o el respeto de los feriados de viernes.

La comunidad musulmana se reúne precisamente los viernes. Cuando están reunidos en la mezquita de Sopocachi, oran siguiendo el ritual establecido: ingresan a la sala descalzos, se colocan en filas frente a alfombras individuales y para emitir sus rezos en árabe.

No obstante, el primer escollo para las mujeres es el uso del velo, que las identifica en las calles. “Nosotras decidimos usar el hiyab en la casa y en la calle, porque respetamos nuestra religión. No todas las hermanas pueden hacerlo y eso se respeta”, comenta Carolina.

La primera vez que salieron a la calle con hiyab todas se enfrentaron a miradas de curiosidad y diversas reacciones. A algunas personas les pidieron bendiciones confundiéndolas con monjas y  otras creyeron que era Hare Krishna.

En las familias católicas de las conversas también hubo interrogantes. “Es un proceso, que te vean con velo puede levantar incluso críticas porque falta información. Creo que con el tiempo, cuando ven que es una decisión de vida, respetan tu religión”, comenta Dana.

Carolina recuerda que cuando empezó a usar hiyab su hijo -entonces escolar- se alejaba disimuladamente de ella. “Le explique porque usaba velo, que significaba ni compromiso con mi fe”. Han pasado varios años y ahora el hijo se ha convertido a la misma religión de su madre.

Las mujeres musulmanas pueden aparecer en la foto de su carnet de identidad con velo, si así lo deciden. Ello les evita dar demasiadas explicaciones en entidades públicas donde les piden descubrirse, por ejemplo.

“El Islam significa paz; por eso profesamos esta religión ejerciendo nuestro derecho a elegir. Pensar que no decidimos subestimarnos por prejuicios”, finaliza Scarlet.

Testimonios de bolivianas convertidas al Islam

Carolina / Kausar

musulmana paceña

“Un anuncio me llamó al Islam”

Yo vengo de una familia católica, pero durante años busque algo que no encontraba. Estuve mucho tiempo con Los Testigos de Jehová pero no me bautice porque todo es voluntad de Alá. Un día vi en internet un anuncio sencillito que decía ¿Qué es el Islam? Y aunque podía pasar desapercibido, me llamó y empecé a buscar más información. Después me enteré de la mezquita y vine. Ahora soy musulmana y tengo la paz que buscaba”.

Nora

musulmana paceña

“Hallé la paz que tanto buscaba”

Cuando falleció mi hijo, a los 22 años, perdí el interés por la vida. Él iba a ser su profesión de fe al Islam y esa voluntad lo convirtió en musulmán para abrirle las puertas a la vida eterna.

Luego de ese golpe, yo me refugié en la mezquita, investigué y estudié mucho sobre la religión y lo sigo haciendo. El Islam me ha devuelto la paz que tanto buscaba, me salvó. Por eso he decidido seguir todos los preceptos”.

Amina

musulmana paceña

“Era bautizada pero conocía la fe”

Yo era católica pero no conocía la verdadera fe hasta que me convertí al Islam. Pasaba por un mal momento, por falta de trabajo y otras situaciones cuando un amigo me pregunta por internet cómo estaba. Mal, le dije, sin necesidad y él, desde lejos, me pasó unos versos del Corán y me habló del Islam. Me enteré después de la mezquita e hice mi testimonio. Ahora soy parte de la comunidad musulmana y aprendo cada día”.

Dana

musulmana paceña

“Me decían: qué haces con velo”

Tuve una educación tradicional, en un colegio de monjas rígidas. Era católica pero no sentía la religión hasta que Rebeca, que estudiaba conmigo, apareció un día en clase con velo. Ella fue el instrumento que puso Dios para mi conversión. Al principio, alguna gente me decía qué haces ahí, te van a matar los talibanes y es que falta mucha información sobre el Islam. Ahora cada día de mi vida me esfuerzo por ser buena musulmana”.

Scarlet

musulmana sucrense

“No confundir religión y cultura”

Cuando estudiaba en la universidad, una amiga era musulmana y me invitó a conocer el Islam. A los 22 años profesé y poco después conocí a Ayman, que era instructor en la comunidad, con quien me casé. Esta es una religión de paz que no busca oprimir a las mujeres. Hay que diferenciar religión de cultura. El Corán dice que hay que proteger y respetar a la mujer. Es deber de todas las musulmanas leer y aprender cada día”.

2.500 musulmanes integrar la comunidad en Bolivia; la mayoría de ellos se concentra en Santa Cruz.

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