"Y en la Iglesia, ¿qué se nota? ¿Es verdad que hay cambios?"
Por Monseñor Nicolás Castellanos
Acaba de irse el obispo de Roma y se cierne la desgracia sobre Palmasola. El discurso de Francisco en el patio de la prisión de Palmasola fue contundente: "Reclusión no es lo mismo que exclusión". Lamentablemente todo sigue igual. El drama de Palmasola se repite. Hace dos años murieron más de 30 reclusos. Tiene capacidad para 600 y alberga más de 4.800.
Esa es la triste realidad de todas las cárceles de Bolivia. Es prematuro deducir conclusiones de la visita del Papa. Pero no hay que dejar apagar el fuego.
Una cosa queda claro, regresó a Roma convertido en "el Papa de los pobres". Y puso el dedo en la llaga al denunciar los males que amenazan a la sociedad, en el discurso valiente en el Encuentro de Movimientos Populares.
¿Se observa ya alguna reacción, postura, preocupación en la sociedad ante la dura crítica que hizo del actual sistema económico?: "La avidez por el dinero, arruina la sociedad, destruye la fraternidad y pone en riesgo nuestra casa común". ¿Se empieza a hablar, a vislumbrar búsquedas de lo que él llamó "las tres T: Trabajo, techo y tierra"? Algo tiene que empezar a moverse.
Por ejemplo, "reconocernos en el rostro del otro, con sus miserias y heroísmos".
Y en la Iglesia, ¿qué se nota? ¿Es verdad que hay cambios?
¿Se notan corrimientos, desplazamientos en pastores mayores, párrocos, religiosos, fieles hacia las periferias geográficas y existenciales, pisando el barrio y los basurales de los barrios marginales y marginados?
No es superfluo recordar que todo lo espiritual, pastoral, evangelizador es sencillo. Cabe preguntarse, ¿nos habremos quedado en ritos, fórmulas, en la parafernalia de boato, la apariencia, del gasto suntuoso, en el quedar bien, no ser menos que los demás?
Y hayamos olvidado lo primordial: lo espiritual, el encuentro con Jesús, que está en la persona humana, en el dolor de los pobres y excluidos. Lo esencial del encuentro del Papa es tener ganas de orar, de hacer el bien, de descubrir al Señor en el rostro de esos 14.000 niñas y niños, que mueren todos los años en Bolivia, por muertes evitables.
El Papa en Bolivia despertó el deseo, el acceso a lo espiritual, a la búsqueda interior. Entonces la palabra de Francisco nos alimenta y alimenta a todos.
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