El arzobispo de La Plata reflexionó sobre la solemnidad de María, Madre de Dios, llamó a imitar a los pastores que alaban y glorifican a Dios y alentó a acoger al 'otro' para construir la paz.
"Con María, contemplar el misterio de Dios en la vida; con los pastores de Belén, alabar y glorificar a Dios y reconocer y acoger al otro para construir la paz": estos son los tres elementos de reflexión que el arzobispo de La Plata, monseñor Gabriel Mestre, utilizó para sus habituales "tres puntitos" el lunes 1° de enero, solemnidad de Santa María Madre de Dios.
¿Soy contemplativo como María?
Monseñor Mestre dedica su primer punto a la Madre de Dios que, tal como destaca el texto evangélico, en medio de los acontecimientos del Nacimiento de Jesús, “conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón”.
El arzobispo explica que el verbo que más sintetiza la actitud de María es “contemplar”. Ella contempla todo lo que acontece desde su corazón humano, pero puesto ante el misterio de Dios, que todo lo sobrepasa y a todo le da sentido. Eso es ser “contemplativo”.
El prelado animó a comenzar el año “con una actitud profundamente contemplativa ante lo bueno, regular o malo que nos ocurra hoy o lo que vaya aconteciendo a lo largo del tiempo. Ser profundamente contemplativos implica superar distintas actitudes negativas en el camino de nuestra vida: la desesperación, la improvisación y la superficialidad”.
Al mismo tiempo, invitó a preguntarse: “¿Cómo miro la realidad del mundo y de la historia? ¿Cómo afronto las circunstancias de mi vida? ¿Soy contemplativo como María? ¿Busco ser 'contemplativo en la acción' en medio de las coyunturas de mi existencia? ¿Qué implica para mí hoy ser contemplativo? En este momento: ¿qué cosas deberé 'conservar y meditar en mi corazón' como María? ¿Cómo puedo comenzar el año para superar toda desesperación, improvisación y superficialidad?”
¿Cómo alabar y glorificar a Dios en la vida cotidiana?
Monseñor Mestre dirige después la mirada hacia los pastores de Belén que, como María, “contemplan” todo lo que ha acontecido. Una vez que terminan, nos dice el texto que regresan a sus actividades habituales “alabando y glorificando a Dios”.
El arzobispo celebra esta “hermosa actitud” y animó a imitarla “en medio de las vicisitudes, buenas y malas, de nuestra vida cotidiana”, y esta actitud debe estar “ante lo positivo y también, y sobre todo, ante lo complejo que pueda aparecer, tener la capacidad de levantar la mirada y, en vez de cerrarnos, ofuscarnos y enojarnos, alabar y glorificar al Señor”, y alentó a comenzar el año “alabando y glorificando a Dios”, como los pastores de Belén.
¿Busco realmente ser pacífico y pacificar?
El último punto de reflexión, el arzobispo de La Plata lo dedica a la Jornada Mundial de la Paz, que también se celebra el 1° de enero y a la que el Santo Padre dedicó un Mensaje.
Monseñor Mestre se centró en una frase del final del texto: “La paz, en efecto, es el fruto de relaciones que reconocen y acogen al otro en su dignidad inalienable, y de cooperación y esfuerzo en la búsqueda del desarrollo integral de todas las personas y de todos los pueblos”, y subrayó que “la clave moral para este y cualquier otro desafío tecnológico de nuestro tiempo, es la actitud con respecto al otro, a los demás”.
El arzobispo destaca que, “para construir la paz, debemos reconocer y acoger al otro en su dignidad inalienable”, y añade que “esto se puede definir también con la palabra alteridad”.
De ahí que, en los “en los vínculos cotidianos, somos invitados a renovar la alteridad, esto de reconocernos y acogernos todos como importantes y necesarios, más allá de las capacidades y la productividad de cada uno. El otro vale, el otro es importante y necesario para mi vida”.
El arzobispo concluyó interrogándose: “¿Busco realmente ser pacífico y pacificar? En mis palabras, en mis gestos, en mis actitudes: ¿Reflejo que realmente me alejo de toda forma de violencia y busco construir la paz? ¿Reconozco y valoro 'al otro' en su dignidad inalienable? ¿Busco vivir la alteridad en mi vida cotidiana, dándoles valor a los demás más allá de las capacidades y talentos de los hermanos? ¿Cómo estimular la creatividad y la originalidad para que todos seamos artesanos de una verdadera cultura del encuentro, que supere toda forma de violencia?”.
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