Mons. Fassi: "María nos abre la puerta de entrada al Evangelio"

Mons. Fassi:

El obispo de San Martín llamó a seguir el ejemplo de María, quien "nos enseña a no quedarnos en casa como meros espectadores", sino a "partir sin demora" al encuentro y cuidado de los otros.

Miles de feligreses concurrieron el sábado 11 de febrero al santuario de Nuestra Señora de Lourdes de la localidad Santos Lugares. Durante todo el día se celebraron misas y los peregrinos aprovecharon para elevar sus súplicas a la Virgen y tomar gracias de Ella.

A las 19, se celebró la misa solemne en honor a la patrona de la diócesis de San Martín. Fue presidida por el obispo local, monseñor Martín Fassi y concelebrada por monseñor Fernando Nartín Croxatto, obispo de Neuquén y varios sacerdotes.  

Participaron de la Eucaristía cientos de peregrinos y devotos de la Virgen de Lourdes, sacerdotes, diáconos, religiosas y religiosos, junto con autoridades municipales.

En la homilía, monseñor Fassi manifestó: “Qué bien nos hace celebrar a nuestra madre y patrona en los comienzos del año pastoral. Comenzar juntos reunidos en una casa común nos es muy significativo. La casa es el lugar de encuentro familiar y a la vez es lugar de descanso donde nos sentimos protegidos y cuidados. Lugar donde reponemos fuerzas para el andar cotidiano de nuestras vidas. De casa salimos y a casa regresamos para volver a salir.

A la luz de las lecturas compartidas, el prelado expresó que la Palabra “nos convoca y nos interpela, nos dice que María partió y fue sin demora. No se queda en casa, siendo que necesitaba ella misma ser cuidada en su embarazo joven. Toma una iniciativa audaz y sale ella misma al encuentro, hacia otra casa, la de su pariente Isabel”. 

"Seguramente -dijo- lo hizo impulsada por la propia conciencia de sentirse necesitada de cuidado amoroso y generoso. Y repetirá el mismo gesto más adelante cuando con su buen esposo José envuelva al niño en pañales, recostándolo en un pesebre”. “Este compromiso de cuidado será una constante en la vida de la Virgen, hasta el final de la vida de su Hijo y aún más allá, cuando resucitado de entre los muertos, reciba de él la misión de cuidar la comunidad de creyentes. María como Madre de la Iglesia cuidará de ésta, siempre”, agregó.

Monseñor Fassi aseguró que “esta actitud de cuidado nos provoca gratitud, seguridad, confianza. ¡Todo esto nos es tan necesario y urgente en nuestros días!”. “María nos abre la puerta de entrada al Evangelio que trae respuestas a nuestras vidas. Nos enseña a no quedarnos en casa como meros espectadores, sino a convertirnos en actores de una historia para que sea historia de salvación”. 

En esa línea, el prelado recordó que “nuestra Iglesia diocesana viene trabajando los sueños expresados en la última asamblea. Ellos expresan anhelos del corazón y también nos muestran el horizonte para los caminos pastorales a seguir. Son sueños comunes que implican trabajo en común, orgánico y organizado, sinodal, decimos hoy”. 

“Pero ellos no son sueños de dormidos sino de los que creen en las promesas y buscan apurar su cumplimiento por el compromiso. Son sueños de personas que no se quedan en casa soñando, sino que buscan al otro, a la otra, para la realización de un sueño común”.

Seguidamente, manifestó que “nuestro país también necesita salir al encuentro del otro. Pero de manera real, no con discursos e ideas. Un país no se hace patria si se queda en discursos agresivos y mezquinos. Ya lo escuchamos muchas veces, si no estamos unidos, nos devoran los de afuera”. 

“Nos devoran las discusiones políticas cuando son estériles porque perdemos tiempo y energías transformadoras de la realidad y ganamos distancias y descalificaciones, nos devora la actitud de delegar la responsabilidad en los otros, nos devora la violencia callejera, que no es exclusiva de los pobres, de los villeros o de los rugbiers, nos devora el narcotráfico que perversamente negocia con la angustia y el vacío interior, sobre todo de los jóvenes y con la necesidad que tenemos todos de ser amados y cuidados. Devoramos nuestra casa común”.

Por eso, invitó “a que dejemos que Dios nos transforme el pensamiento y el corazón para generar desde nuestra diócesis un estilo de tratarnos los unos a los otros que vaya creando estructuras y espacios de cuidado”. 

“Despertemos saliendo de nuestra casa, de nuestros encierros, para vislumbrar también en los acontecimientos de nuestra historia personal y comunitaria los signos del paso de Jesucristo en nuestro momento actual. Vivamos el asombro y la gratitud por las grandes cosas que él está realizando y quiere realizar en nosotros, si nosotros lo dejamos”, enfatizó. 

Finalmente, expresó que a María de Lourdes “le confiamos nuestro presente y le pedimos que no deje de cuidar a nuestros enfermos queridos y a todos los que esperan de nosotros atención, cuidado y protección”.

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